Gestión del Conocimiento e Innovación: Seamos mejores personas en nuestras organizaciones

Por Tamara Martínez

La primera recomendación que me hicieron cuando –siendo una chiquilla recién salida de la universidad- entré a trabajar a una organización, fue que cuando enviara correos electrónicos, siempre pusiera en copia a toda persona que pudiese estar involucrada de alguna manera con el tema en cuestión, porque nunca faltaba quien se pudiera “ofender” por no ser incluido/a, u otro/a que pudiera simplemente “ignorar” mi mensaje o requerimiento (en cuyo caso había que poner en copia a la jefatura).

Casi simultáneamente, la segunda recomendación que escuché fue que “me hiciera amiga” de las secretarias. Que, si no lograba contar con su simpatía, todo lo que tuviese que tramitar, me iba a resultar más difícil y lento.

Y la tercera, al poco andar, más que una recomendación fue una premisa: “la información es poder”.

Lo primero lo obedecí al pie de la letra (para tedio de muchos, estoy segura). Lo segundo se me dio simplemente porque mis padres me enseñaron buenos modales. Y lo tercero, lamentablemente, no solo me lo creí, sino que también lo vi y lo viví.

Cada “recomendación” me la dio una persona distinta, y estoy absolutamente convencida de que ninguna tuvo una mala intención de por medio. Estoy segura de que nunca se plantearon siquiera, lo que hay detrás de cada una de esas recomendaciones, lo que tienen en común. Simplemente son prácticas arraigadas en muchas de nuestras culturas organizacionales (probablemente, como estas que llegaron a mis inocentes oídos recién salidos de la universidad, hay cientos de otras), que lamentablemente te enseñan que, para hacer “bien” tu trabajo en una organización, tienes que cuidarte las espaldas, desconfiar, anticiparte al otro, manipular las situaciones y guardarte la información.

Gracias al cielo, por esas vueltas de la vida, comencé a trabajar con personas que me abrieron un mundo nuevo en relación a la gestión: me enseñaron lo que es la gestión del conocimiento, y al poco tiempo, pude conocer también lo que es la gestión de la innovación. Y me encanté. Llevo un tiempo preguntándome por qué, y creo que al fin he dado con la respuesta. Tanto la gestión del conocimiento como la gestión de la innovación, tienen como punto de partida la colaboración y “el compartir”. No un “compartir” como cuando a los niños pequeños le dicen “hay que com-par-tir” a modo de proverbio, sino que un “compartir” que pasa a convertirse en una necesidad básica, una forma de trabajo, algo intrínseco al sistema de gestión en cuestión (ya sea de conocimiento o innovación).

Un sistema de gestión del conocimiento no sobrevive, si es que las personas no comparten y ponen a disposición de la organización lo que saben. Javier siempre hace una analogía tremendamente ilustrativa: mientras que las personas tenemos un cerebro donde almacenar nuestros conocimientos, las organizaciones son en realidad acéfalas, no tienen un cerebro donde almacenar nada, de manera que no saben nada. Dependen 100% del conocimiento de sus integrantes, por lo que un sistema de gestión del conocimiento viene a dotar de un pseudo-cerebro a la organización, al “capturar” esos conocimientos individuales, para sistematizarlos y ponerlos a disposición de la organización, de quien lo requiera y en el momento preciso. Si las personas no comparten lo que saben, la captura de conocimiento se hace prácticamente imposible.

Por su parte, un sistema de gestión de la innovación no dará frutos, si es que las personas no comparten sus ideas ni colaboran entre sí para desarrollarlas, testearlas e implementarlas. En nuestra cultura, tendemos a pensar que compartir una idea –mi idea, la idea que puede resultar ser la idea del millón de dólares– es sinónimo de que me la van a robar. Podemos llegar a ser tan egocéntricos, que creemos que a nadie más se le había ocurrido antes y que solo por decirla en voz alta, al ser tan buena, el otro se va a hacer con ella. Y resulta que la mayor parte de las veces, alguien ya lo había pensado, ya se había intentado desarrollar e implementar, y se había fracasado por algún motivo. Y por guardarse la maravillosa idea, resulta que puedes perderte de conocer esa valiosísima experiencia previa que te puede ayudar a mejorar tu idea y triunfar, o tal vez simplemente a ahorrarte el paso por un camino sin salida. En cualquier caso, lo cierto es que, para innovar, las ideas se tienen que compartir en voz alta y a cuantas personas podamos, para desarrollarlas, mejorarlas y probarlas.

De esta forma, creo que me encanté con los paradigmas de la gestión del conocimiento e innovación, porque nos guían a ser mejores personas, personas transparentes, auténticas y generosas con lo que sabemos y pensamos. Nos recuerdan que avanzar no tiene por qué ser a costa de los demás y que obtener mejores resultados (organizacionales) no es consecuencia exclusiva de la competitividad. No dejemos de lado que las organizaciones que innovan y gestionan su conocimiento, no son mejores organizaciones solo desde el punto de vista del ambiente, la transparencia y el desarrollo personal, sino que, además, está demostrado que obtienen mejores resultados y tienen una mejor capacidad de adaptación frente a entornos cada vez más cambiantes.

Solo para cerrar, llámenme idealista, pero quisiera que en el futuro mis hijos se desenvuelvan en organizaciones en donde primen valores como la transparencia y la empatía. Mal que mal, con las largas jornadas laborales que ostentamos en nuestro país, pasamos casi el 40% de nuestro día en las organizaciones en las que trabajamos. Si descontamos el tiempo que pasamos durmiendo, vemos más a las personas con las que trabajamos que a las personas con las que convivimos. ¿No sería mejor que pasáramos ese largo tiempo en ambientes laborales sanos y transparentes? Pues creo que colaborar y compartir es la clave.

Innovación: Parte de la Naturaleza Humana

Por José Luis Álvarez

La pregunta sobre innovación en las organizaciones y empresas, se puede dividir en dos grandes áreas. Por un lado, existe el desarrollo teórico a largo plazo que está en el área político-ideológica. En contraposición, existe un aspecto más práctico y directo que está en el área político-económica.

Cuando hablamos de ideas, capacidad creativa, capacidad de construcción, hablamos de personas. Innovación es la característica más humana de las manifestaciones económicas. Es una actividad que no podemos delegar a las máquinas, a rutinas o a agendas. Innovación se trata de pensar y actuar de forma diferente a lo que se ha hecho anteriormente. Es difícil imaginar algo mas humano que esto.

Las personas pensamos. Eso es lo que hacemos. La capacidad de pensar y generar nuevas ideas es nuestra gran ventaja biológica. Los humanos tenemos muchas debilidades: nuestros dientes son miserables, no podemos correr especialmente rápido, tampoco somos buenos nadadores, nos congelamos a bajas temperaturas, nos es difícil trabajar duro en climas muy calurosos. Tampoco somos especialmente hábiles para treparnos en los árboles o camuflarnos en la naturaleza. En general, los humanos estamos pobremente dotados para hacer grandes esfuerzos físicos, pero estamos dotados de un gran cerebro.

Los peces nadan, los pájaros vuelan, los humanos pensamos, creamos e innovamos. Pensar no es algo que las personas hagamos porque nos gusta, lo hacemos porque es nuestra forma de sobrevivir.

No es posible estar a favor o en contra de la innovación, porque innovar es algo que los humanos hacemos en forma natural. Constantemente estamos buscando nuevas formas de hacer las cosas, nuevas opciones para dar forma a las cosas, nuevas cosas que hacer. Las personas tenemos la capacidad de cuestionarnos a nosotros mismos, capacidad que ningún otro animal tiene.

Otra característica de las personas es nuestra capacidad para entender que el entorno en que vivimos hoy no será necesariamente el mismo mañana, por lo tanto estamos preparados para el cambio, para adaptarnos rápidamente a entornos diferentes. Podemos movernos a otros lugares, aprender nuevos idiomas y aprender a vivir en otras culturas.

La primera piedra fundamental de una política de innovación es permitir a las personas ser personas, permitir y estimular la autonomía de pensamiento. Las organizaciones y empresas deben creer en la capacidad de las personas de crear nuevas ideas y de transformar estas ideas en aplicaciones reales y útiles para las empresas y la sociedad.

Cuando hablamos de innovación, lo hacemos sobre nuevas ideas aplicadas en beneficio de las personas, por lo que es necesario abordarlas desde una perspectiva mas amplia, mas humana. Cuando decimos que queremos una sociedad más innovadora no basta con estimular la investigación científica, el desarrollo tecnológico o con fomentar la especialización en posgrados y doctorados en áreas afines a la tecnología. Resulta igualmente importante estimular la creación musical, los colores, las formas, los sonidos, el movimiento, las comunicaciones, etc. Muchas de las grandes innovaciones del último decenio están en el área de la interacción máquina-persona. En esta área el sector cultural ha sido incansable en la inyección de nuevas innovaciones que están cambiando nuestro actual estilo de vida digital. Al pensar en la contribución del arte en el desarrollo tecnológico, es imposible no recordar a Steve Jobs, fundador de Apple, quien en un charla a las estudiantes de la universidad de Stanford titulada “Conectando los puntos”, dijo que la idea de crear un computador con una interfaz amigable para los usuarios la había tenido mientras estudiaba un curso de caligrafía en la universidad. Este tipo de interfaz amistoso fue el legado de Apple a la revolución en tecnologías de la información.

Finalmente queda la pregunta ¿cómo pueden las organizaciones y empresas estimular la innovación?. La idea “la necesidad es la madre de la invención” la preconizaba Platón en su obra La República. En principio, la falta de recursos lleva inevitablemente a inventar y agudizar el ingenio, pero también se puede pensar lo contrario, es decir que solamente con amplios recursos y fondos económicos se obtienen los resultados.

Las organizaciones que quieren innovar buscan personas creativas que piensen de manera diferente, de manera no convencional, fuera de la caja. Por lo general este tipo de personas también se comportan de manera no convencional, fuera de la caja, por lo tanto en este contexto, ser creativo se convierte en un riesgo social. Las organizaciones tienen que ser capaces de integrar socialmente a todo tipo de personas.

Hoy por hoy hay suficiente experiencia práctica acumulada para asegurar que la innovación necesita estimulación y políticas bien dirigidas.

Hay que permitir a las personas ser humanas, estimular la búsqueda de nuevas soluciones a problemas antiguos. Crear una cultura organizacional en la que lo único constante es el cambio.