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La tesis
de este artículo es muy sencilla. La inteligencia es la responsable de lo
que somos y tenemos. La inteligencia “fabrica” todo lo que nos rodea, desde
la ropa que llevamos, la vivienda que habitamos, los dispositivos que
utilizamos, la comida que comemos y los pensamientos o emociones que sentimos.
Todo existe gracias a que la inteligencia humana en algún momento lo
imaginó y después lo creó. Sin embargo, no había nada que fabricara
inteligencia, excepto nuestro cerebro. Por primera vez en la historia,
vamos a perder el monopolio de la producción de inteligencia para
compartirlo con una creación nuestra: la Inteligencia Artificial que será mejor que
nosotros en muchas cosas. Y eso significa que nuestra civilización,
cambiará drásticamente. Nuestros principales problemas ocurren porque nos
falta inteligencia y no porque nos sobre. Ahora bien, es fundamental
entender que la IA fabrica sobre todo inteligencia que ya existe. Utiliza
lo que ya sabemos, pero crea poca inteligencia nueva (aunque lo hará).
Nuestra civilización se basa en un 95% en reutilizar inteligencia existente
porque el 95% de lo que ocurre cada día son tareas repetitivas. La resistencia hacia la IA ocurre porque tratamos de
competir con ella: Yo no puedo correr más rápido que mi coche ni almacenar
más información que mi ordenador. Esa no es mi función. Yo guío la
tecnología y compruebo que hace lo que necesito. Nuestra tradicional
mentalidad de escasez (“para que yo tenga, otro no puede tener”) no
puede entender que la inteligencia será abundante. Tendremos que aprender a
convivir con naturalidad con la IA.
Hasta ahora, nunca tuvimos
rival: la inteligencia era patrimonio nuestro. Y los que mejor uso hacían
de ese recurso, tenían ventaja sobre el resto y gozaban de mayores
beneficios. Tu vida se sostiene sobre el conocimiento que tienes, lo que
explica el trabajo que haces, los ingresos que obtienes y la posición
social que disfrutas. Ese estatus se tambalea en el momento que tu
conocimiento esté disponible de manera universal. El trabajo fue diseñado para llevarse a cabo por
humanos que contasen con el conocimiento necesario. En el momento en que
las máquinas disponen de ese conocimiento y pueden hacer tu trabajo, hay
que repensar el sistema ¿Y si al fabricar inteligencia el dinero dejase de
ser lo más importante? ¿Y si no necesitamos el éxito ni ser materialistas? ¿Y si la IA nos deja más
tiempo para pensar? ¿Y si
regresamos a la época a anterior a que inventásemos la fábrica y la
oficina? Si bien
la IA promete resolver nuestro principal problema (la subsistencia),
generará otros problemas paralelos. Aparecerá el dilema de la
acumulación de poder por parte de las empresas de IA, el de darle
significado a la vida sin que el trabajo sea el eje imprescindible...
Nuestra verdadera restricción ya no será el acceso a la inteligencia sino
saber qué hacer con ella. La IA
supone un riesgo (al sustituir personas que pierden el trabajo) porque
vivimos en un mundo que fue diseñado para que haya trabajo. Las personas
gastan su vida alrededor del trabajo: los primeros años para aprenderlo y
casi todo el resto para ejecutarlo.
La
Inteligencia es
la capacidad de predecir el futuro para mantenerte vivo. Para predecir
necesitas Conocimiento que es el conjunto de experiencias acumuladas que te
permiten hacer esas predicciones. Y el proceso de adquirir conocimiento, es
lo que llamamos Aprender. Los 2 elementos en que se descompone la
Inteligencia son el Conocimiento y el Aprendizaje. La IA nos permite
multiplicar la capacidad de nuestro cerebro para producir inteligencia,
algo que nuestros límites físicos siempre nos han impedido. Ya lo habíamos
hecho antes con los músculos y los sentidos y ahora le toca el turno al
cerebro.
¿Y esto por qué es importante? Porque todo en nuestra vida se explica
gracias a la inteligencia. La inteligencia es el mecanismo que nos ha
permitido cubrir nuestras necesidades y subsistir: desde alimentarnos,
defendernos, reproducirnos o desarrollarnos hasta obtener productos y
servicios como vivienda, salud, educación, etc. Para ello, creamos un
sistema que se sostenía bajo las siguientes premisas: Para cubrir esas
necesidades hace falta generar “cosas” y nos inventamos el trabajo. Para
ejecutar los trabajos que producían “cosas” se requerían conocimientos y un
proceso de aprendizaje previo para que funcione toda la cadena llamado
educación. Un trabajo es un sustento y dado que no me puedo autoabastecer,
diseñamos un contrato social: intercambiamos trabajo por salario y creamos
el estado para proveer infraestructura, apoyo y seguridad. En 2025 las
necesidades siguen existiendo, pero el mecanismo para darles respuesta ya
no tiene por qué ser el trabajo humano. Vamos a seguir necesitando el
conocimiento y el aprendizaje porque todavía las cosas no surgen de la
nada. Pero el trabajo humano será sustituido por trabajo de máquinas que
cuentan con el conocimiento que nosotros les transferimos y el que ellas
van generando. El trabajo es un medio que inventamos para lograr nuestros
fines, pero ahora podremos lograr esos fines por otros medios, eliminando o
modificando el trabajo. Si te preguntas por qué la IA puede hacer tú
trabajo y dinamitar ese contrato social, la respuesta es muy fácil: Porque
cuenta con conocimiento. Nunca pudimos evitar ni delegar el trabajo, hasta
hoy. En el momento que la inteligencia ya no depende de nuestro cerebro,
tenemos que repensar ese sistema porque otra vida es posible. Por ejemplo,
si existen multinacionales en el futuro, no contarán con
miles de colaboradores sino con un equipo de pocas personas y millones de
agentes e IAs.
El supuesto sobre el que se
basa nuestra civilización se desmorona. ¿Por qué? Porque lo que
nos diferencia de los animales es la inteligencia y no la fuerza, ni la
velocidad. Hace unos años convivíamos con ellos en la selva y hemos ido
incrementando nuestra inteligencia y ellos no. Un león de hace 10.000 años
es igual a un león de hoy y su manada también. Un ser humano de hace 10.000
años y uno de hoy, aunque biológicamente son iguales, en cuanto a su nivel
de inteligencia no se parecen en nada (ni tampoco su manada). Una empresa
gana a otra porque tiene más inteligencia: es capaz de fabricar mejor o
entender mejor al cliente o innovar mejor o venderle y atenderle mejor. Es
la inteligencia la que hace que las empresas ganen o que pierdan. Tu vida
depende de tu conocimiento, te pagan por el conocimiento que tienes y
aplicas. Toda nuestra estructura está creada sobre ese recurso de
inteligencia y sobre su escasez y dificultad de replicarlo.
El tipo de sociedad que
diseñamos, el tipo de relación, de convivencia, de distribución del poder,
de organización del trabajo, de organigrama… todo venía condicionado por la
cantidad de inteligencia que teníamos. Y la producción de inteligencia
estaba monopolizada por el cerebro. Hace millones de años producíamos
utensilios de hueso y de piedra y hoy enviamos misiones al espacio. Lo que
ha cambiado es nuestra capacidad de producir conocimiento, que se ha ido
acelerando e incrementando. Esa producción de conocimiento es cada vez más
rápida y sofisticada pero siempre estuvo subordinada a nuestro cerebro y
condicionada por unos límites físicos que obligan a que los procesos sean
lentos y caros. Quién tenía un conocimiento valioso, lo administraba
celosamente porque se trataba de un recurso escaso ¿Qué sucede en el
momento en que podemos fabricar inteligencia con la IA? Que ese sistema se
va a desmoronar. Si antes necesitábamos 30 años para “fabricar” un médico o
un ingeniero o 50 años para “fabricar” un Director General de una empresa,
ahora esos plazos y los recursos necesarios tienden a cero. Una vez
fabricamos un robot médico, crear un millón de robots médicos cuesta tres
segundos. Podemos crear conocimiento a velocidades increíbles y
multiplicarlo de manera barata e inmediata. Los humanos necesitamos mucho
tiempo porque dependemos de un cuerpo que nos obliga a aprender de la
experiencia (conectando neuronas), tenemos que recurrir a la memoria,
dependemos de emociones y de hormonas, tenemos que alimentarnos y dormir...
Si el elemento que permitió el desarrollo ha sido la inteligencia y se
trataba de un bien escaso y controlado, ahora nos adentramos en un
escenario de inteligencia disponible de manera casi ilimitada y barata
porque sus costes de
producción se desmoronan. Siempre hemos construido sobre hombros de
gigantes, lo que pasa es que ahora, esos hombros de gigantes a los que nos
estamos subiendo se hacen casi infinitos. Abrirás el grifo y saldrá
inteligencia. La IA será mejor que todos nosotros en todos los
ámbitos, algo que ningún humano puede lograr.
Nos han convencido de que
vivíamos en un mundo de escasez. Y cuando hay escasez y creemos
que los recursos son limitados, lo que prima es la competencia: para que yo
gane, otro tiene que perder. Cuando el objetivo es sobrevivir a cualquier
precio (“tu vida o la mía”, como los gladiadores en el circo romano),
aparece el miedo como patrón de conducta y la prioridad es el beneficio
propio. Aunque no son infinitos, nunca hemos tenido escasez de recursos
naturales (agua, energía, comida) sino escasez de conocimiento: el sol o el
agua de mar son fuentes ilimitadas pero nuestra inteligencia no era capaz
de aprovecharlos. Crear conocimiento y compartirlo era un proceso difícil:
se acumulaba en la cabeza de pocas personas, extraerlo era laborioso y el
que lo tenía, aprovechaba esa ventaja para explotarlo. Con la IA esa
dificultad desaparece. Nada asegura que lo vayamos a lograr, pero la
posibilidad de distribuir y masificar el conocimiento cambia el panorama
radicalmente. En el pasado, si hacías algo valioso y había poca oferta, te
iba bien. La tecnología amplió la oferta y la IA hace que la oferta de
conocimiento tienda a infinito. Eso explica por qué cada vez hay menos
artesanos zapateros. Hemos multiplicado la productividad a medida que
multiplicamos la abundancia de conocimiento a través de la tecnología. Un
guerrero tenía una lanza y lo que podía cazar era proporcional a esa
herramienta. Un agricultor tenía un espacio finito que restringía lo que
podía cultivar. A medida que añadimos tecnología (fábricas, producción
industrial, digitalización, etc.) vamos multiplicando el resultado y las
mismas personas son capaces de producir muchísimo más y de distribuir
riqueza a más gente, sin siquiera tener que estar físicamente en un lugar
concreto. La incorporación de tecnología disparó la productividad y aumentó
la abundancia. Y, por tanto, los mismos recursos, explotados con mayor
nivel de inteligencia multiplicaron los resultados, beneficiando a mucha
más gente. En
periodos de escasez, la tendencia siempre es acumular, en este caso
conocimiento. En periodos de abundancia, lo lógico es desarrollar y compartir
ese conocimiento. El futuro será de los que
colaboren. Ya no importará que sepas mucho, sino que conectes mucho,
multipliques mucho.
Hemos avanzado al ritmo del conocimiento que teníamos: La falta de suficiente inteligencia es el
cuello de botella que nos ha impedido inventar las cosas que siempre
soñamos. No podíamos ir más rápido que lo que sabíamos. Siempre hemos estado
restringidos por nuestra biología. Primero multiplicamos el alcance y potencia de músculos y sentidos y
ahora multiplicamos el alcance del cerebro y su capacidad de producir
inteligencia. Antes podías avanzar hasta donde llegaban tus
piernas y a la velocidad que se podían permitir, cargando el peso que
podían soportar. Podías ver hasta dónde alcanzaban tus ojos, hablar hasta
dónde llegaba tu voz y escuchar hasta dónde llegaban los oídos. Esas
restricciones desaparecieron cuando desarrollamos diferentes tecnologías y
es exactamente lo que pasa con la IA, pero multiplicando inteligencia. El conocimiento es el combustible de las
personas, las organizaciones y la economía y su producción fue artesanal,
lenta y dependiente de personas. El conocimiento siempre estuvo
adherido a los individuos y nos costaba un gran esfuerzo extraerlo,
procesarlo y organizarlo. Pero acabamos de descubrir la fábrica de
conocimiento. Con la IA, empezamos a extraerlo como si usáramos una jeringa
imaginaria. Por eso es tan interesante la idea de tener un cerebro digital paralelo pensando junto a mí. En el mundo físico, de los
átomos, el proceso de producción de bienes y servicios no es infinitamente
escalable. Pero en el mundo intangible de la IA, puede llegar a
serlo.
Tenemos miedo de nosotros
mismos: Hace 2.000 años los valores sociales eran muy
distintos: era natural tener esclavos y era normal que la mujer estuviese
subordinada al marido. Las peores cosas y al mismo tiempo las mejores las
hemos hecho los seres humanos, han sido obra y responsabilidad nuestra, no
de la tecnología. Tenemos miedo de nosotros mismos porque la IA nos muestra
cómo somos ¿Seremos capaces de lograr que la IA haga lo mejor y no lo peor?
La clave siempre está en nosotros porque la IA es creación nuestra. Todavía
la IA no tiene objetivos ni conciencia de lo que hace. Las máquinas no
están vivas ni entienden el mundo real, hay que introducírselo y es lo que
hemos venido haciendo. Pero no hay que perder de vista que la IA somos
todos, nos refleja a nosotros. De lo que tenemos miedo es de nuestra
capacidad para hacer el mal, algo que nos atormenta desde el principio de
los tiempos. La IA pone en cuestión los valores que sostienen nuestro
modelo de vida, nos hace ver que otro mundo es posible y nos muestra las
“vergüenzas” del actual. Y dado que la autocrítica no es nuestra principal
virtud, no nos gusta lo que nos dice y la señalamos. Todo lo que ha
ocurrido a lo largo de la historia (donde no existía la IA) no ocurrió por
culpa de las máquinas, sino por la manera en la que usamos las máquinas. Lo
cierto es que hacemos muchas más buenas obras que malas, de lo contrario no
habríamos alcanzado los mayores niveles de bienestar de la historia.
Nacemos con predisposición natural a colaborar ¿Cuáles serán los valores
dominantes? En un mundo de Colaboración, podremos apostar a que ganemos
todos: existiría la posibilidad de que “vivamos todos como reyes”,
aprovechemos lo que tenemos, lo compartamos e intercambiemos ¿Por qué competir
sobre algo que es abundante y se puede compartir? Pero si colocamos el
valor Competencia en el centro, lo que declaramos es que hay que ganar al
costo que sea. De esa manera, el poder en lugar de distribuirse se
concentrará. La IA no decide, sino que refleja nuestros valores. Por tanto,
la clave son los valores que imperen y eso es una decisión humana. El
verdadero desafío será definir cuáles queremos que sean esos valores. Para
crear un mundo diferente, vamos a necesitar unos principios distintos. Y esa
la filosofía, los valores que nos van a regir y los filósofos que los
encarnen están por crearse.
Los seres humanos siempre hemos intentado superar nuestra biología,
en eso no hay novedad. Lo que ocurre es que mientras hace siglos que lo
logramos con los músculos, nunca supimos cómo hacerlo con el cerebro. Con
la IA, podría llegar el final del monopolio intelectual humano. Hoy en día
estamos tratando de hacer mejor las cosas que veníamos haciendo sin
cuestionar el mismo sistema que siempre conocimos. Y es natural. Pero la IA
es el invento más importante de la historia de la humanidad. El tsunami que
va a provocar es de tal magnitud que tendremos que reconstruir un sistema
de convivencia social bajo principios diferentes. Nuestra civilización
es una construcción erigida sobre la base de la inteligencia humana. Y el
equilibrio de fuerzas cambia en el momento en que delegamos a la IA la
producción de inteligencia y, sobre todo, cuando sea capaz de hacer más
cosas que nosotros, hacerlas mejor, más rápido, en menos tiempo y más
barato. La IA redefinirá radicalmente qué significa ser humano en el siglo
XXI.
El 3 de abril impartiremos el webinar
“Intraemprendimiento y mejora continua: Herramientas
para impulsar la innovación operativa y la
digitalización en las organizaciones públicas” para el Ministerio de
Asuntos Exteriores, Unión Europea y Cooperación de España.
El 2, 16 y 30 de abril en Cadabra la magia de aprender, realizaremos las sesiones
" Future Thinking: ante un presente tan incierto la solución está en
pensar en el mañana" con Dionis Guzmán y
tendremos a Alfonso
Bastias y a Patxi
Samaniego para conversar sobre mitos y realidades de la Inteligencia
Artificial.
El 4 de abril en Santiago, de la mano de Mutual
de Seguridad impartiré la conferencia “Hacia un mundo de organizaciones
inteligentes” para Metro de Santiago.
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