|   Hace
    tiempo, un alto directivo me comentó con ironía "Nuestra empresa no
    tiene 50 años de experiencia, tiene 1 año repetido 50 veces que no es lo
    mismo”. Esta aparente broma revela una verdad preocupante: muchas
    organizaciones creen estar aprendiendo, pero realmente cometen los mismos
    errores sin cesar, ignorando que el verdadero aprendizaje es estratégico,
    consciente y continuo. ¿Vivimos tiempos de cambio? Si, pero siempre fue
    igual, el mundo jamás ha permanecido estático ¿Los cambios son cada vez más
    acelerados y difíciles de prever? Si ¿Qué efecto tiene un cambio tan
    vertiginoso? Hace que el conocimiento caduque rápido y que necesitemos
    aprender. El conocimiento sigue siendo importante, pero si dura cada vez
    menos entonces la ventaja competitiva para el futuro es aprender velozmente
    ¿Y cómo aprende tu organización? Mal porque las empresas nunca
    desarrollaron el músculo de aprender. Aquí es donde
    tecnologías como la inteligencia artificial prometen ayudarnos a gestionar
    el conocimiento en tiempo real, acelerar la innovación y potenciar la
    inteligencia colectiva ¿Cuáles son las
    señales que nos indican que una organización tiene dificultades de
    aprendizaje? Aunque la lista no es exhaustiva, estas son las más
    habituales.   a. Se repiten errores que tienen
    importantes consecuencias económicas. b. Pérdida de talento cuando abandonan la
    organización expertos que se llevan conocimiento crítico que resulta muy
    difícil sustituir impactando en la productividad y amenazando la
    continuidad de las operaciones. c. Se reinventan ruedas, una y otra vez.
    La mala gestión de la información y la falta de sistematización y difusión
    del conocimiento llevan a que equipos o individuos malgasten recursos en
    soluciones que ya existen en otras partes de la organización. d. Cuesta mucho encontrar la información
    que se necesita. El conocimiento sistematizado permanece disperso en
    documentos inaccesibles perdidos en gestores documentales que nadie
    utiliza, lo que dificulta la toma de decisiones y la ejecución de tareas. e. Amplias diferencias de desempeño entre
    equipos o personas. Existen diferencias significativas en el rendimiento
    entre equipos, unidades de negocio, sucursales, etc lo que indica que las
    "mejores prácticas" no se distribuyen eficazmente. f. La curva de aprendizaje de los
    profesionales jóvenes es muy larga, lo que significa un alto coste de
    inversión y alto riesgo de perderlos. La falta de un sistema robusto para
    transferir el conocimiento a los nuevos talentos hace que el tiempo hasta
    que son productivos se alargue y aumente el riesgo de que abandonen la
    empresa.   El mes pasado vimos los 4 primeros momentos para ayudar a una
    empresa a aprender: Aprender mucho antes de necesitar el
    conocimiento, aprender antes, aprender just
    in time y aprender durante. Este mes veremos los otros 4:
    Aprender después de la acción, a medio plazo, a largo plazo y al final
    (antes de que las personas se vayan).   5. Aprender después de la acción
    (lecciones aprendidas a posteriori) Este es el territorio de las lecciones
    aprendidas, las retrospectivas finales y los informes post-mortem. Aunque parece obvio que una vez que hemos
    terminado una tarea, proyecto o evento importante debiésemos detenernos a
    reflexionar formalmente sobre lo sucedido, extraer conclusiones y
    difundirlas, la inercia en las empresas las conduce a comenzar inmediatamente
    la siguiente actividad y olvidarse de aprender. La mayoría de las
    organizaciones afirman que recogen lecciones aprendidas pero muy pocas lo
    hacen bien y de forma consistente. Sin embargo, es un momento de
    aprendizaje crítico para convertir la experiencia en conocimiento explícito
    y compartido. Aprender “después”
    permite capitalizar la experiencia vivida. Es el momento de
    cristalizar por escrito o en conclusiones claras qué salió bien (para
    repetirlo) y qué salió mal (para evitarlo en el futuro). Sirve
    como ciclo de retroalimentación para la organización: cada
    proyecto completado alimenta a los siguientes con mejores prácticas y
    alertas de riesgos. También cumple una función de cierre
    psicológico para el equipo: al reflexionar y discutir juntos la
    experiencia, se aseguran de que todo el esfuerzo realizado dejó un legado
    útil y no solo un resultado tangible. Si se gestionan adecuadamente, las
    actividades de post-mortem suelen fomentar
    la transparencia y la cultura de no buscar culpables, ya que
    se discuten problemas de frente, pero con miras a aprender y no a señalar
    con el dedo. Cuando estas lecciones se documentan y difunden,
    contribuyen a construir la “biblioteca” de conocimiento de la
    empresa que cualquier empleado o equipo puede consultar y beneficiarse de
    la experiencia colectiva acumulada. Un beneficio claro es evitar que otros
    repitan errores ya conocidos o reinventen soluciones ya probadas. Un primer obstáculo a tener en cuenta es
    la falta de seguimiento. Al terminar un proyecto, el equipo salta al
    siguiente y nunca se reserva tiempo para capturar las lecciones aprendidas.
    O si lo hacen, se elabora un documento que luego nadie consulta (queda en
    una carpeta olvidada). Un segundo obstáculo es la sinceridad: si las
    sesiones de reflexión después del proyecto se convierten en un trámite
    donde se dicen vaguedades para salir del paso (“todo fue bien, el
    cliente era muy complicado, trabajemos mejor la comunicación”), no se
    genera verdadero aprendizaje. Esto sucede cuando no hay confianza
    suficiente y la cultura de la empresa es punitiva y castiga los errores.
    Finalmente, convertir lo aprendido en cambios reales de procesos y difundir
    las lecciones para que lleguen a quienes no estuvieron en el proyecto son
    acciones imprescindibles para que la organización aprenda.   6. Aprender a medio plazo (innovación
    y mejora continua) En general, el aprendizaje no rinde frutos
    inmediatos; La mayor parte de las veces se trata de inversiones
    a mediano plazo que transforman gradualmente a la organización.
    Este sexto momento se refiere al aprendizaje orientado a la innovación,
    la mejora continua y la adaptación en el horizonte medio (meses o unos
    pocos años). Es el aprendizaje que no se ve de un día para otro, pero que
    germina en nuevos productos, procesos o formas de trabajar que permiten a
    la empresa mantenerse vigente. Involucra actividades como proyectos de
    innovación, investigación y desarrollo (I+D+i), programas de
    mejora de procesos, incubación de ideas y en general la
    construcción del “músculo de la innovación”. Aquí aprender
    significa experimentar, explorar y asimilar tendencias para que
    la organización evolucione. Este aprendizaje es importante porque asegura
    la relevancia futura de la empresa. Aprender a medio plazo
    significa dedicar esfuerzos hoy que no tendrán un impacto en los resultados
    del trimestre, pero sí en los próximos años. Las organizaciones que lo
    hacen evitan caer en la trampa de la complacencia. Muchas compañías
    establecidas han creado laboratorios de innovación o células
    dedicadas a explorar tecnologías emergentes. Esto les permite adelantarse a
    disrupciones: cuando la tecnología madura, ellas ya la han probado y
    aprendido cómo usarla, sacando ventaja. Hace 15 años me invitaron a una
    reunión sobre seguridad de todas las empresas petroleras del mundo y uno de
    los seminarios era sobre nuevas fuentes de energía donde mostraban sus
    investigaciones en energía solar, eólica, geotérmica, etc. Fomentar la
    innovación motiva a los empleados creativos (les ofrece un espacio para
    aprender cosas nuevas fuera de sus funciones regulares) y mejora
    la imagen corporativa porque las empresas percibidas como innovadoras
    suelen atraer mejor talento y socios. El aprendizaje a medio plazo evita
    que la empresa se estanque en lo que sabe hacer hoy y la prepara para lo
    que tendrá que saber hacer mañana. El principal obstáculo es siempre
    la mentalidad cortoplacista y la presión por resultados inmediatos. En
    organizaciones muy enfocadas en el trimestre financiero, proyectos de
    innovación que quizás tarden 2-3 años en madurar tienden a ser recortados.
    Un segundo obstáculo es la intolerancia al fracaso. Innovar implica
    aceptar que muchas iniciativas no prosperarán, y eso debe ser entendido
    como parte del aprendizaje. Las empresas no acostumbradas a fallar
    penalizan aquellos proyectos que no dan frutos rápidos.   7. Aprender a largo plazo (diseño de
    futuros y visión estratégica) El séptimo momento nos lleva al
    horizonte de largo plazo, donde el aprendizaje organizacional se
    orienta a anticipar y prepararse para futuros escenarios. Aquí
    hablamos a décadas vista o de cambios macro. Es el tipo de aprendizaje que
    hacen los equipos de foresight o
    planificación estratégica de largo plazo con métodos como escenarios
    prospectivos, vigilancia tecnológica y estudios de futuro.
    La idea es que la organización pueda “aprender del futuro”, proyectar posibles contextos y extraer
    enseñanzas desde ahora para tomar mejores decisiones en el presente. No se
    trata de predecir exactamente qué ocurrirá (porque es imposible), sino
    de ensayar diferentes futuros posibles para ampliar la
    mirada de los líderes y que la empresa gane flexibilidad estratégica  Aprender a largo plazo supone la ventaja
    competitiva más difícil de imitar: la capacidad de adaptación
    estratégica sostenida. Las organizaciones que desarrollan esta
    competencia logran re-inventarse antes de que la
    realidad las obligue, lo que les permite evitar sorpresas catastróficas.
    Royal Dutch Shell es conocida por haber anticipado (en sus escenarios
    de los años 70) la posibilidad de una crisis del petróleo, lo que le
    permitió reaccionar más rápido que sus competidores durante el shock
    petrolero de 1973. Shell había calculado, mediante sus ejercicios, qué
    opciones estratégicas tendría si el precio del crudo se disparaba, y cuando
    ocurrió, ya tenían esa “memoria del futuro” para guiarse. Las
    empresas con buena prospectiva identifican tendencias clave (como
    digitalización, cambio climático, cambios demográficos) y aprenden sobre
    ellas con antelación, lo que puede significar la diferencia entre liderar
    una transición o quedar fuera. También fortalecen
    la resiliencia organizacional porque al haber explorado mentalmente
    las posibles crisis, cuando alguna ocurre de verdad, no entran en pánico
    total ya que la empresa había considerado escenarios similares y cuenta con
    un repertorio de respuestas. Pensar en escenarios y futuros promueve
    conversaciones más abiertas sobre incertidumbres y rompe la falsa sensación
    de control del presente. Un obstáculo habitual es que pensar en el largo
    plazo a veces se percibe como un ejercicio teórico desconectado de la
    realidad o imposible de que pueda suceder. Si la dirección no está
    convencida, puede subestimar el trabajo de la prospectiva tachándolo de
    ciencia ficción. Sin una metodología clara, el ejercicio genera muchos
    datos y abundante complejidad volviéndose abrumador. Y sin continuidad en
    el tiempo (hay empresas que hacen el ejercicio de escenarios una vez cada
    década y luego lo olvidan) pierde sentido. Para que sea un verdadero
    momento de aprendizaje, debe integrarse en la rutina de planificación
    estratégica actualizándose periódicamente y alimentando las demás funciones
    (innovación, riesgos, etc.).    8. Aprender antes de salir (retención
    del conocimiento al finalizar un ciclo) El último momento se refiere a capturar el
    aprendizaje al final del ciclo de vida de las personas clave en la
    organización, es decir, antes de que alguien se marche (por
    retiro, rotación o salida). Este momento abarca iniciativas de retención
    del conocimiento y traspaso y consiste en evitar que, al irse una
    persona, se lleve consigo todo lo aprendido sin transferirlo. También
    aplica cuando un equipo experto va a disolverse o un contratista externo
    termina su servicio: aprovechar ese momento para extraer sus lecciones y
    archivarlas en la memoria institucional. De esta manera, la empresa
    conserva el conocimiento crítico y mantiene la continuidad operativa. En muchas empresas, los empleados veteranos
    atesoran décadas de experiencia práctica, trucos no escritos, redes de
    contactos, etc. Si eso se pierde por completo con cada jubilación, la
    organización sufre una amnesia parcial y retrocede en expertise. Implementando programas de relevo
    generacional, se puede capturar gran parte de ese saber para transmitirlo a
    la siguiente generación de trabajadores. Esto ahorra enormes costos en
    entrenamiento desde cero y en errores de novatos que ya se habían solucionado
    en el pasado. Además, muestra respeto por la contribución de quienes se
    van, al considerar valioso documentar su legado. Incluso, se mejora
    la confianza de los clientes y socios que comprueban que la
    empresa tiene mecanismos para no perder conocimiento (por ejemplo, que el
    sucesor de un gerente clave fue entrenado por el propio gerente saliente
    durante meses, asegurando un relevo sin sobresaltos). Además, en el proceso
    de codificar el conocimiento tácito, se descubren mejoras o
    innovaciones latentes: cuando un experto explica cómo resuelve X problema,
    se puede formalizar un procedimiento óptimo que luego puede estandarizarse
    y replicarse globalmente. También se recopilan historias y buenas
    prácticas que enriquecen la cultura corporativa. Por último, para el
    individuo saliente supone un proceso de reconocimiento y se refuerza la
    cultura de aprendizaje (todos ven que compartir conocimiento es parte
    natural del ciclo de carrera). Finalmente, con el apoyo de la IA, la
    posibilidad de crear el gemelo digital del conocimiento de un experto está
    cada vez más cerca. El gran desafío es capturar el conocimiento
    tácito porque por definición, el saber hacer es difícil de articular. Los
    expertos hacen cosas “de forma intuitiva” y les cuesta explicarlas
    con detalle. Si el programa de relevo se limita a pedirles que llenen un
    Word con sus “consejos”, el resultado será algo superficial. Se
    requiere un enfoque más interactivo (entrevistas en profundidad,
    observación en el puesto, mentoring, etc.) para
    extraer realmente ese saber. Además, estas iniciativas
    requieren tiempo y voluntad del experto saliente, quien a veces
    está más preocupado por cerrar asuntos pendientes o incluso desmotivado si
    la salida no es voluntaria. Se dan casos de resistencia por temor a
    perder importancia: algunos piensan “si entrego todo lo que sé, ¿qué
    valor me queda?”. Esto se enfrenta desde la cultura enfatizando que el
    conocimiento no es poder por guardarlo, sino por multiplicarlo. Y una
    decisión clave es priorizar qué conocimientos retener y enfocarse en
    ellos. No todo lo que sabe una persona es crítico; hay que identificar las
    áreas de alto riesgo (por ejemplo, solo Juan conoce la fórmula clave de un
    producto, o solo María sabe negociar con cierto cliente estratégico).   Conclusiones: Si
    hay algo seguro es que mañana no será una copia exacta de hoy. Las empresas
    que prosperen no serán las que saben más, sino las que aprendan más rápido
    y mejor que las demás. Los 8 momentos que hemos revisado demuestran que
    aprender no es solo un proceso técnico, sino cultural y estratégico: no
    basta con almacenar datos o reaccionar ante problemas, se trata de
    anticipar, innovar y adaptarse de manera continua. Hoy contamos con una
    aliada indispensable: la IA que no solo acelera el aprendizaje al sistematizar
    experiencias pasadas y generar aprendizajes instantáneos, sino que también
    puede proyectar escenarios futuros y retener el conocimiento crítico que de
    otro modo se perdería con la salida de personas clave. Podríamos decir que el valor de los 8 momentos
    se resume en uno: hacer consciente el aprendizaje. El aprendizaje ha sido
    nuestra principal ventaja evolutiva ¿Creéis que las
    circunstancias que nos rodean serán cada vez más desafiantes? ¿Qué el
    cambio será cada vez más rápido, el futuro más impredecible, la realidad
    más compleja…? Entonces aprender será más importante que nunca. Pero se
    trata de un aprendizaje que no podrá ser solo individual sino colectivo y
    que tampoco podrá ser exclusivamente natural sino también artificial. El
    ser humano es el mejor sistema de aprendizaje que existe y por eso, las
    organizaciones tienen mucho que aprender de las personas   · El 2 y 9 de agosto impartiré el curso
    “Gestionando el conocimiento en la era de la IA” en el marco del Diplomado Aprendizaje y
    Talento para la Transformación Organizacional de la Universidad de Chile · El 19 de agosto estaremos en Antofagasta
    impartiendo la conferencia “Una organización no puede ser inteligente si no
    es segura” para el equipo de ULOG · El 21 de agosto estaremos en Valparaíso
    impartiendo la conferencia “Hacia una organización cada vez más
    inteligente” para el equipo de ULOG · El 26 de agosto estaremos en Santiago en el XXVII Congreso de
    Organización y Personas organizado por Icare impartiendo la conferencia “Cómo hacer que tu
    empresa aprenda (del futuro)” · El 28 de agosto estaremos en San Antonio
    impartiendo la conferencia ““Una organización no puede ser inteligente si
    no es segura” para el equipo de Ultramar · El 2 de septiembre estaremos en Concón
    impartiendo el Taller “Enfrentando la resistencia al cambio: los enemigos
    del aprendizaje” para el equipo de ENAP · El 4 de septiembre estaremos en Macachín
    (Argentina) en el VI Congreso Cooperativo impartiendo la conferencia “Hacia un mundo de
    organizaciones inteligentes” · El 10 de septiembre participaremos en el precongreso de AMEDIRH con la conferencia “La IA de
    mi empresa: personalizada, en tiempo real y proactiva”  · El 5 y 19 de agosto en Cadabra la magia de aprender, realizaremos la segunda parte de las sesiones
    sobre ¿Cómo organizar la información de la empresa? y Exploración
    Inteligente con María
    Lamas, Alvaro Miranda y Justo Miranda. |