E D I C I Ó N - N ° 1 63 - OCTUBRE - 2 0 1 9

 

 

 

 

Cumpleaños en toque de queda: un aviso de Chile a Europa
Javier Martínez Aldanondo
Socio Cultura de Aprendizaje de Knowledge Works
javier@kworks.cl y javier.martinez@knoco.com

www.javiermartinezaldanondo.com

Twitter: @javitomar

 

 

“La democracia es importante pero no basta (tampoco la economía). Es necesaria la educación” Amin Maalouf (el paréntesis es mío)

 

Octubre, mes de mi cumpleaños, ha resultado accidentado. La segunda semana debía impartir 2 conferencias sobre “Negocios Cognitivos” en un foro sobre Transformación Exponencial en Ecuador que se suspendieron a causa de las revueltas por la subida de los combustibles. La semana siguiente tenía otras 2 conferencias en Chile sobre “Neurociencias y Aprendizaje” que corrieron igual suerte tras el caos producido con el incremento del billete del Metro. Esta semana dicto un curso para la Unión Europea en Barcelona que se encuentra convulsionada tras la sentencia del tribunal supremo a los líderes del proceso soberanista …

Tras 17 años residiendo en el país, el único caso que conozco de cerca es el de Chile. La gota que colmó el vaso fue el anuncio de la subida de tarifas del Metro decidida por un panel de 3 expertos (apuesto que ninguno usa el Metro) mediante un algoritmo. Justamente el viernes 18, cuando se encendió la chispa, me encontraba terminando un curso de Lecciones Aprendidas para un grupo de profesionales del Metro… Varios amigos me han preguntado cómo se explica la actual crisis. Mi respuesta es simple: Se está pagando el precio de dejar a tanta gente atrás al administrar el país como un negocio y de la pésima educación. Es la consecuencia del desigual reparto del conocimiento y el remedio vendrá, en parte, de cambiar la educación.

 

Hace años que Chile dejó de ser un país para convertirse en un mercado (es el único estado del mundo que ha privatizado el agua). En el mercado, todo tiene precio, todo se compra y se vende. Nadie actúa si no es por dinero y toda acción espera recibir una recompensa. En un mercado, en lugar de ciudadanos con derechos y deberes, lo que hay son clientes que pagan (y se endeudan) por los servicios que reciben. En consecuencia, el elemento fundamental es el dinero. Como la prioridad del ser humano es sobrevivir, la obsesión es conseguir dinero como sea, por las buenas o por las malas. El mensaje de este modelo es demoledor: “no puedes esperar ayuda de nadie así que arréglatelas por tu cuenta, lucha por tu vida”. Este sistema obliga a las personas a competir encarnizadamente entre sí y consagra al consumo como su razón de ser. El valor fundamental no es la vida o el bienestar sino la propiedad y su protección. En esta competición, en la que los contendientes no cuentan con las mismas armas, unos pocos ganan y la mayoría pierde. Si eres de los que ganan, vives con todo lujo de comodidades. Si perteneces a la maltrecha clase media, te mantienes a flote con enorme esfuerzo. Pero si eres de los que pierden, las condiciones son bastante humillantes. La metáfora del circo romano ilustra muy bien la situación en que viven los chilenos: Los gladiadores estaban obligados a saltar a la arena y matar a sus contrincantes para salvar su vida, de otra forma eran ellos los sacrificados. Ahora bien, igual que el circo nace de la voluntad del imperio romano de ofrecer entretenimiento a sus ciudadanos, el sistema en Chile nace de la voluntad de la clase dirigente de administrar el país bajo esas reglas de relación y convivencia. No se trata de mala suerte, maldición divina o de una imposición inevitable de la naturaleza.

 

¿Qué emoción es la que prima en Chile? El miedo. Miedo a no acceder a un trabajo decente que permita pagar los gastos asfixiantes. Miedo a perder el trabajo. Miedo a enfermar. Miedo a no jubilar con una pensión digna. Pánico que se concretó en las larguísimas colas en las gasolineras y supermercados para abastecerse como si el mundo se fuese a acabar. Ese miedo reprimido durante décadas se transformó en la explosión de rabia desproporcionada que vimos durante las revueltas. Vivir desde el miedo provoca 2 comportamientos que envenenan la convivencia: individualismo feroz y desconfianza en el prójimo (Chile es el líder en desconfianza en la OCDE). Cuando en un país, todo el mundo se refugia detrás de rejas, alarmas y guardias de seguridad porque necesita protegerse, la confianza está destruida: Cada vez que voy a buscar a mi hijo a casas de amigos, tengo que identificarme ante un vigilante. Algo no funciona bien.

 

¿Qué resultados ha producido este modelo? Por supuesto, ha traído estabilidad y cierto nivel de desarrollo pero a costa de unos índices de desigualdad vergonzosos. Chile es el país más desigual de la OCDE. Pero además del desequilibrio económico, hay un segundo resultado aún más dañino: El maltrato. Una selecta minoría del país ha tenido sometida a la mayoría de sus compatriotas mediante un desprecio soterrado. Una de las palabras que más se ha pronunciado ha sido abuso. Las clases bajas se levantan porque se ha mancillado su dignidad. Las personas favorecidas por este sistema están convencidas de gozar de una suerte de “superioridad moral”. Creen que los pobres son vagos y tontos (tienen menos capacidad) y es lógico que no disfruten de privilegios. Lo más grave no es que lo piensen sino que lo expresan con una arrogancia y falta de pudor insultantes como lo hizo la esposa del Presidente del gobierno. Para mantener la conciencia tranquila, la elite usa la caridad para “ayudar a los pobres”. Chile es un país eminentemente clasista y segregado. Las 3 primeras preguntas que te hace alguien que no te conoce son: cómo te apellidas, en qué colegio estudiaste y donde vives. Santiago es una ciudad donde cada clase social reside en una zona geográfica perfectamente delimitada. La mayor parte de los cargos directivos, tanto en el mundo privado como público, están desempeñados por ingenieros hombres que provienen de un número reducido de colegios y universidades privados.

 

En este contexto, son 3 las variables que se conjugan para desencadenar la desigualdad:

Precios. Santiago es una ciudad con precios ridículamente caros. Hace 3 semanas me tomé un café en la Gran Vía de Madrid y pasé junto al Retiro, parque público y gratuito. Hace 2 semanas hice pedí un café en una cafetería en Santiago y me costó más del doble mientras el parque Intercomunal cercano a mi casa me obliga a pagar para entrar. Un medicamento que compro para mi hijo cuesta la mitad en España que en Chile. Todo esto teniendo en cuenta que la renta per capita en España es de 40 mil dólares y en Chile es de 24 mil. El precio de un concierto del mismo grupo de rock en Santiago cuesta el doble que en Buenos Aires o en Lima. La explicación es obvia: En Chile el objetivo es ganar lo máximo posible en el menor tiempo, el foco es el corto plazo, aquí y ahora. Para mantenerse en esta espiral de consumo, el 73% del presupuesto de un hogar chileno está destinado a pagar la deuda.

Salarios y pensiones. El 30% del empleo en Chile es informal, sin contrato. El salario mínimo es de 363 euros (en España es de 1.050) y el 71% de la población recibe un salario promedio que no llega 668 euros. Es decir, una gran mayoría del país cuenta con ingresos precarios para hacer frente a los precios de los artículos que necesita. Por el contrario, los parlamentarios perciben sueldos 40 veces superiores al salario mínimo (récord de la OCDE) lo que muestra su absoluta indiferencia y falta de empatía. Las pensiones promedio son de 308 euros. El 1% de la población es dueño de casi el 30% de la riqueza nacional. Sin embargo, lo más peligroso no son las cifras sino que esa gran masa de chilenos que reciben salarios miserables llevan a cabo trabajos de tan poco valor añadido que subirles el sueldo no es una medida realista. La pregunta es ¿por qué tanta gente realiza tareas de tan poco valor? La respuesta es porque carecen de conocimientos para desempeñar empleos de mayor sofisticación ¿Y por qué carecen de conocimiento? Porque el sistema educativo es tan precario y desigual que se asegura de que unos pocos acumulen conocimientos valiosos en instituciones educativas prestigiosas mientras el resto accede a educación de segunda clase. Y esta, nuevamente, es una decisión deliberada. La principal brecha no es económica sino de conocimiento.

Impuestos: Para financiar las necesidades de los ciudadanos se requiere contribuir a los presupuestos mediante el pago de impuestos. Chile es el segundo país con las cargas impositivas más bajas de la OCDE. Pero además, hay mucha pedagogía por hacer para reforzar el compromiso de todos de contribuir al bien común. El individualismo, la ausencia de identidad colectiva y la desconfianza no favorece que las personas cumplan sus obligaciones tributarias (empezando por los más ricos) y por tanto, resulta difícil recaudar recursos económicos para hacer frente a las prioridades: educación, salud y pensiones. Hay mucho dinero pero mal repartido.

Un ejemplo de cómo el sistema exprime las variables hasta el límite: El Metro, empresa propiedad del estado y principal arteria de transporte de la capital, cambia su tarifa según la hora del día. El precio más caro es justamente en la hora punta que es cuando más gente lo utiliza, usuarios que no son las personas más pudientes del país… Cuando el foco se coloca en la rentabilidad en lugar de las personas, tarde o temprano algo tiene que suceder ¿Por qué se ha demorado tanto esta explosión social? Solo se explica por el grado de sumisión de la población. El estallido ha sido sobre todo emocional, una reacción desde la dignidad encabezada por los jóvenes a quienes se menosprecia por su falta de conciencia… No estamos ante un problema racional, de un error en la fórmula de un algoritmo sino de la rebeldía contra el abuso. Es un asunto de personas y sus sentimientos y no de datos o de tecnología. Administrar un país mediante hojas de Excel y números no solo es poco humano sino contraproducente. De nada sirve que parte del país disfrute estándares de desarrollo europeos cuando la mayoría sufre condiciones indecentes. Las cifras de Chile son las mejores de Latinoamérica pero los chilenos tienen expectativas y se han aburrido de ser pisoteados y sometidos a un estrés permanente por sobrevivir. Y cuando millones de personas se dan cuenta de que un sistema no tiene manera de frenarlos si se deciden a actuar (no hay suficientes policías o militares), lo hacen y aquellos que dirigen el modelo se echan a temblar. Jamás he visto a tantos políticos, de uno u otro bando, pedir perdón, empezando por el Presidente. Repentinamente, se congelaron las alzas de tarifas (no solo del Metro sino también de la energía o las autopistas) varias empresas anunciaron la subida de sueldos de sus trabajadores, se aprobó el incremento del salario mínimo… ¿Cómo se explica que lo que solo unos días atrás era imposible, por arte de magia se haya vuelto perfectamente factible? Como siempre, no es un milagro sino un asunto de voluntad. Siempre se pudo pero simplemente no se quiso.

 

Conclusiones

Recuerdo el asombro de mis padres cuando pasaban las navidades en Chile ante la impresionante avalancha de regalos que recibían los niños. O discusiones familiares porque había que cambiar el coche cada 2 años para que no perdiese su valor… Yo no me puedo quejar: me considero bien pagado y disfruto de todas las ventajas. Sin embargo, ese clima de falta de respeto y escasa amabilidad me llevó a tomar la decisión, hace más de 1 año, de iniciar actividades en España donde viajo todos los meses. No quiero aceptar un sistema despiadado que ha mercantilizado las relaciones, en el que el dinero es la medida de todo y en el que “eres según lo que tienes”. Un modelo que tiene a los chilenos agotados, estresados y donde cada cual se preocupa de lo suyo y los demás “que se fastidien” (no puedo olvidar un verano en las preciosas playas de Bahía Inglesa en el norte de Chile, casi desiertas pero llenas de basura de la gente que había pasado por allí). Uno de los lemas de las movilizaciones proclama “no son 30 pesos (la subida del Metro) son 30 años”. No cabe esperar soluciones rápidas. Lo que no hiciste en 30 años no lo harás en 30 días. Si estamos de acuerdo en que el sistema falló, entonces no sirve ponerle parches. La solución no es económica sino que requiere un cambio de paradigma que implica una mirada compartida, un consenso nacional sobre los aspectos fundacionales de la convivencia. Un cambio así exige sabiduría y valentía porque demanda un nuevo modelo mental que cuestiona 2 verdades inmutables:

1. Colaboración en lugar de competencia: Con apenas 17 millones de habitantes y situado en uno de los extremos del mundo, para enfrentar los desafíos que vienen, Chile necesita talento bien educado y capaz de colaborar (ya hemos comprobado que no sirve tener talento poco formado o que no colabora). Pasar de la competencia a la colaboración implica creer en el bien común, en la igualdad y la solidaridad. Nadie sabe más que todos juntos. Hacer ese cambio implica, construir una sociedad inclusiva basada en la justicia ¿Por qué la educación es al mismo tiempo problema y solución? Desde la educación se inicia un sistema que promueve y perpetua los privilegios. El lugar donde comienza la competencia es el colegio. Las escuelas en Chile compiten a sangre y fuego ofreciendo a los padres la promesa de las mejores notas para sus hijos, estableciendo tarifas obscenas y vetando la entrada a aquellos niños que puedan poner en riesgo la promesa ¿Es posible educar de otra manera? Los países nórdicos apostaron por una educación cuyo objetivo es aprender el arte de vivir: un niño con confianza aprende cualquier cosa y por ende, en lugar de presionar por resultados les entregan seguridad (“estudian” muchas menos horas que en España). Debemos educar para vivir en 2050, con el foco puesto en el respeto. Un analfabeto será infeliz toda su vida.

2. Abundancia en lugar de escasez (el dinero no es la clave): Los países y sociedades desarrollados son intensivos en conocimiento y no en materias primas. Estamos en un mundo de intangibles en el que las neuronas ya dominan a los átomos. Como consecuencia, el principal reto consiste en administrar la abundancia en lugar de seguir presos del terror por la escasez. Llevamos impreso en el inconsciente que los recursos son escasos y que la escasez lleva a la competencia. Es hora de asumir que es la competencia la que nos ha conducido a la escasez. Vivimos en un mundo de abundancia pero mal repartida. Creemos que sin dinero no es posible hacer nada cuando para hacer cualquier cosa, primero va la voluntad y solo después el dinero. La solución a las interrogantes que debe abordar Chile (mejorar la educación, la salud o las pensiones) no es económica. No se puede decir que esos problemas existen porque no tenemos los recursos. Mas bien, la educación, las pensiones o la salud se han convertido en problemas porque no hemos querido administrar los recursos de diferente manera. Cuando se prioriza tener ciudadanos bien educados, eso trae consigo que tendrán mejor salud, mayores capacidades de desempeñar mejores empleos que generan riqueza y una elevada conciencia de comunidad ¿Quién gana cuando la mejor educación solo es accesible a unos pocos? Las entidades que dominan el mercado educativo, una elite de privados ¿Quién gana cuando la mejor educación es para todos? El país completo. Una sociedad es tan moderna como el más atrasado de sus integrantes.

Hay un asunto que me preocupa. Transitar hacia un nuevo paradigma requiere de un modelo mental distinto del que nos ha traído hasta aquí. Cuesta creer que aquellos que 1 semana antes pontificaban sobre la idoneidad del sistema, se arrepienten y abrazan ahora su transformación. Las creencias que sostienen su forma de ver el mundo son muy difíciles de cambiar. Mas bien, reaccionan desde el miedo a perder su estatus. No puedes proponer un nuevo camino si primero no entiendes bien lo que ha ocurrido y no estás dispuesto a renunciar a aquello que te hizo exitoso. Y cómo en la fábula del escorpión, está en su naturaleza hacer lo que siempre han hecho…

Nunca imaginé pasar mi cumpleaños con toque de queda, militares en las calles y estado de emergencia. El frágil equilibrio de la convivencia es un aviso explícito para las democracias europeas que aun cuando mantienen modelos con cierto grado de conciencia social y preocupación por las personas, se están acercando peligrosamente al cruel sistema de mercado chileno ¿Saldrá algo bueno de todo este cataclismo? Depende de lo que hagamos con el conocimiento y de cómo decidamos usarlo.

El 7 de noviembre estaremos en Barcelona impartiendo el curso “Knowledge Management in Public Sector Organizations: The DOs and DON¨Ts presentando mejores prácticas de gestión del conocimiento en Europa, organizado por EIPA.

El 8 de noviembre estaremos en Girona (España) impartiendo la conferencia «Cómo crear organizaciones que aprenden (y los riesgos de no aprender» organizada por la Generalitat de Catalunya.

El 9 de noviembre estaremos en Bilbao (España) impartiendo la sesión «Gestión del Conocimiento y Aprendizaje Organizacional» dentro del marco del Executive MBA de la Universidad del País Vasco.

Entre el 18 y el 21 de noviembre estaremos en Asunción (Paraguay) participando en el curso “Escuela regional de Gestión del Conocimiento Nuclear” organizado por la Agencia Internacional de Energía Atómica de la ONU.

 

 

 

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