La
crisis actual del coronavirus se explica porque no le otorgamos al aprendizaje
la importancia que tiene. Mi definición de aprender es “acumular EXPERIENCIA
reutilizable en el futuro”. Estamos pagando el altísimo precio de olvidar
epidemias previas (EXPERIENCIA)
como el SARS
en 2002 o de no
aprender rápidamente de Wuhan. No
se trata de que no sepamos sino que nos cuesta aprender, como nos
acaban de demostrar
los británicos. Y si no aprendemos, volverá
a suceder. Esta es una lucha para comprobar si gana el virus o triunfa
el conocimiento. El momento de aprender es ahora y no cuando todo haya
terminado.
La
premisa de este artículo es muy sencilla: lo más importante no es QUÉ
aprendemos sino algo previo, CÓMO nos aseguramos de que aprendemos.
No es lo mismo en absoluto. Diariamente circulan miles de opiniones sobre
lo que estamos aprendiendo. Es inevitable y prematuro, cada semana las
lecciones irán cambiando. Pero olvidamos algo esencial. Para que haya
aprendizaje tiene que haber rutinas planificadas para que el aprendizaje
tenga lugar. De lo contrario, el aprendizaje no ocurre. Si te pregunto qué
aprendiste el año pasado, te va a costar trabajo responder. No
significa que no aprendiste pero si no lo haces consciente, es como si no
existiese y no lo podrás gestionar. El aprendizaje no sucederá por mucho
que insistamos en que debemos aprender. El aprendizaje solo se hará
consciente cuando generemos rutinas colectivas cuyo único objetivo es
aprender. Podremos aprender siempre que destinemos tiempo y recursos y
aseguremos la participación de quienes tienen conocimiento crítico. Si lo
consideramos como una actividad ineludible dentro de la vorágine de
acontecimientos que nos desbordan. Históricamente, los seres humanos
hemos aprendido espontáneamente pero nos falta cultura de aprendizaje. La
cultura de aprendizaje es la clave para salir bien parados de esta crisis
y evitar la siguiente.
¿Qué
es la cultura de aprendizaje? “En nuestra organización solo terminamos
una tarea o cerramos un proyecto cuando reflexionamos en equipo,
capturamos lo que hemos aprendido y lo que haríamos distinto la próxima
vez y lo difundimos. Y no empezamos a hacer nada sin
averiguar si hay conocimiento disponible, si alguien ya hizo lo que vamos
a hacer.” No se realiza NINGUNA ACCIÓN que no considere el
APRENDIZAJE y en TODO LO QUE HACEMOS hay siempre oportunidades para
APRENDER. El aprendizaje es parte indivisible del trabajo. Es imposible
trabajar sin aprender.
¿Cómo
se inserta el aprendizaje en la cultura? Una manera sencilla de
graficarlo es considerar 3 momentos para aprender: ANTES, DURANTE y
DESPUES.
1.
APRENDER ANTES: No podemos predecir el futuro. Si
revisamos el pasado reciente, hemos sufrido emergencias medioambientales
(terremotos, erupciones, inundaciones, sequias, incendios), sanitarias
(Zika, Ébola, H1N1, gripe aviar) y político-sociales (2019 fue tan
pródigo que no hace falta retrotraerse a las torres gemelas o a la crisis
de 2008). Ya deberíamos haber aprendido que lo inesperado va a ocurrir y
que somos vulnerables. Toda organización necesita una red de sensores que
le provean información en tiempo real de lo que está pasando en el mundo.
En los barcos, la misión del vigía era otear el horizonte, anticipar lo
que venía para alertar a la tripulación. Pero al mismo tiempo, la empresa
debe tener a mano los aprendizajes
de lo que pasó previamente. El objetivo es sacar partido del
conocimiento disponible para anticipar escenarios y tratar de evitarlos.
Y en caso de que no sea posible, reaccionar rápidamente con lo que ya
sabemos y asegurarnos de aprender para la siguiente ocasión. La vacuna
para el Covid-19 tardará aproximadamente 1 año (tiempo récord). Empezar a
generar ese conocimiento para neutralizar el virus cuando tenemos el
problema encima es una opción poco feliz.
En
Aprender Antes hay 2 preguntas clave ¿Qué sabemos? y ¿Qué
podemos aprender de otros que lo hicieron antes? Es decir, de qué
conocimiento disponemos antes de hacer algo y dónde podemos encontrar el
conocimiento que necesitamos. Justo lo que no hemos considerado con el
Covid-19…
Cuando le preguntaron a Einstein cuál era la diferencia
entre él y un ciudadano normal, respondió “si le pides a la persona
normal que encuentre una aguja en el pajar, se detiene cuando encuentra
una aguja. Yo, sin embargo pondría patas arriba todo el pajar en busca de
todas las agujas posibles”. Esta crisis ¿era impredecible?
¿inevitable? Había numerosos antecedentes y los
expertos
confirman que se
sabía e incluso se
esperaba que algo así pudiese suceder. La inversión para desarrollar
la vacuna, estar equipados con tests, insumos, personal e
infraestructura, haber reforzado la colaboración internacional, etc. era
elevada. Pero el costo de esta crisis resultará muchísimo más caro. Estamos condenados a vivir como si la siguiente pandemia
estuviese a la vuelta de la esquina.
¿Qué rutinas de aprendizaje podemos
incorporar? Identificar
y Evaluar los Riesgos concienzudamente (¿tendrán las empresas que
contratar guionistas
de Hollywood?).
Intercambiar Conocimiento con Terceros y aprender de sus experiencias (benchmarking).
Diseñar Bases de Conocimiento Inteligentes (qué podemos aprender
de lo que pasó antes). Simular Escenarios Futuros (y si ocurriera…).
Impulsar la Vigilancia Competitiva. Innovar y cuestionar
lo que sabemos revisando las rutinas defensivas que nos impiden
aprender y desaprender.
2.
APRENDER DURANTE: Dado que nunca hubo un Aprender
Antes, cada país está reaccionando con los recursos que tiene a su
alcance. Es una respuesta desesperada pero no la más eficiente, sobre
todo porque existía conocimiento
que despreciamos. Hoy actuamos a ciegas: no sabemos si una decisión
será la adecuada o si se debería optar por otra mejor. Dependemos del
conocimiento de unos heroicos trabajadores de la salud, brutalmente sobre
exigidos.
En
esta etapa, lo crítico es ¿Qué estamos aprendiendo? Ojo, no se
trata de una pregunta, sino de una rutina en la que formularnos
esa pregunta y aplicar 3 hábitos
para aprender: reflexionar, sistematizar
y compartir ¿Por qué es fundamental aprender y detenerse
a pensar “mientras nos duele”? Es imprescindible
realizar esa rutina cuando estamos inmersos en la crisis para hacer
consciente el aprendizaje. Al ser humano
las cosas le preocupan intensamente en el momento en que ocurren pero
después las olvida. Apenas superamos las tragedias, volvemos a lo
cotidiano, al mundo tangible y físico (tenemos que comer todos los días),
apartamos la vista del futuro y dejamos de lado lo que no vemos. El
virus, al ser un enemigo
invisible e intangible,
se aprovecha de nuestra ceguera y relajación. Por eso es crucial
priorizar el aprendizaje y asumir el lugar al que nos ha conducido
nuestra obsesión
por ejecutar. Tenemos procesos para producir pero necesitamos
procesos para aseguramos de que se aprende a medida que se produce.
Mientras desarrollamos la vacuna o comprobamos la efectividad de las
diferentes medidas, es obligatorio incluir rutinas reflexivas para aprender
de las decisiones que estamos tomando. Si lo dejamos para el final no
solo nos costará recordarlo sino que no podemos aprovechar inmediatamente
lo que estamos aprendiendo. Por ejemplo ¿qué
medidas funcionan en los países que obtienen buenos resultados? Es
evidente que la inmensa mayoría de los esfuerzos tienen que estar
concentrados en resolver el problema. Pero al mismo tiempo, tenemos que
dedicar algo de energía a entender cómo lo estamos resolviendo, dejar
registro de qué funciona, qué no y por qué, qué otras alternativas
podríamos haber considerado, qué estrategias se demuestran exitosas y
cuales no y cómo utilizar ese conocimiento, etc. Solo así podremos
recopilar aprendizajes, sistematizarlos y compartirlos. De otra manera, no
tendremos trazabilidad de cómo superamos el desastre lo que nos impedirá
reutilizarlo para la próxima
epidemia que vendrá. Igual que hay mucha gente trabajando en sacarnos
de esta pesadilla, tiene que haber especialistas trabajando en recoger
los aprendizajes. Necesitamos salir de esta crisis más
inteligentes que cuando comenzó.
¿Qué rutinas de aprendizaje
podemos incorporar? Resolución de Problemas (llegar a la causa
raíz de lo que funciona y lo que no funciona). Experimentar y Tomar
Riesgos (para generar vacunas, probar nuevas formas de tratamiento).
Aprender del Pasado (qué conocimiento aprovechamos de epidemias
anteriores). Aprender del Día a Día (Post
mortem o revisión después de la acción). Aprender
de Otros (qué han hecho Singapur
o Corea
del Sur). Transferir Conocimiento a quienes lo requieran (Harari
pone especial énfasis en la colaboración). Y no
menos importante, Aprendizaje de los Líderes y Equipos Directivos.
3.
APRENDER DESPUÉS: ¿Qué nos quedará cuando termine
la pandemia? ¿Únicamente miles de muertos y una dramática crisis
económica y social que asolará a millones de personas? ¿O un conjunto
robusto de aprendizajes? ¿Estaremos en disposición de asegurar que algo
así no se volverá repetir? No podemos equivocarnos y pensar que una vez
controlado el virus, se termina la pandemia y comienza el aprendizaje. En
ese instante entraremos en la etapa de consolidar los aprendizajes
recogidos durante el proceso y proponer cambios: todo aquello que es
obligatorio modificar. Aprender te compromete a cambiar. El circulo del
aprendizaje solo se cierra cuando se aplican esos cambios y
fiscalizamos los resultados de dicha aplicación. No
basta proponer
lo que hay que hacer si no se hace. Obviamente, se requieren recursos y responsables
pero si invertimos en prepararnos para guerras que no suceden, parece
lógico prepararnos para batallas contra virus
que solo se pueden derrotar con conocimiento.
Cuando no tenemos
antecedentes, no hay más remedio que empezar desde cero pero cuando
existen y los despilfarramos, pagamos un altísimo costo en vidas humanas
y pérdidas económicas perfectamente evitables. ¿Aprenderemos para impedir
una segunda oleada
del Covid-19? Si en algo están de acuerdo todos los expertos es que las pandemias
seguirán asolándonos.
Entonces la elección es obvia: ¿aprendemos o no?
En esta etapa, las preguntas
son ¿Qué conocimiento hemos generado (lecciones aprendidas) y qué
cambios haremos? y ¿Qué no sabemos y necesitamos aprender para el
futuro?
¿Qué rutinas de aprendizaje
podemos incorporar? Retrospectiva para consolidar los
aprendizajes (como hacen las metodologías
ágiles). Storytelling
y Casos de
Estudio para plasmar buenas prácticas. Planes para difundir los
aprendizajes y para implementar los cambios.
Aunque
resulte chocante, la conclusión de esta columna es que lo más importante
ahora mismo no es QUÉ aprendemos sino CÓMO nos aseguramos de que
aprendemos ¿El mundo resultante de esta pandemia será el mismo? ¿El
conocimiento que nos servía antes de esta crisis seguirá sirviendo igual?
La empresa que hoy no desarrolle cultura de aprendizaje desaparecerá. El
momento de aprender es ahora. Solo perderemos la batalla si el virus se
expande más rápido que nuestra habilidad de aprender y colaborar. Hemos
evolucionado como especie gracias a la capacidad de compartir
conocimiento. El virus, que nos empuja a trabajar desde casa, hace más
evidente nuestra dependencia de la tecnología (Google,
Facebook, Apple o Microsoft saldrán aún más reforzados). Vivimos aislados
pero conectados.
Entender que debemos aprender es elemental pero
dilucidar cómo vamos a aprender no es nada obvio porque los procesos de
trabajo no contemplan rutinas de aprendizaje. Hace tiempo que el trabajo ya no es un
lugar. El
aprendizaje no puede ocurrir por casualidad. Para ser eficiente, debe ser
planificado y sistemático y todavía no lo hemos hecho consciente. Todo el
mundo grita su opinión particular sobre lo que estamos aprendiendo pero
no se proponen fórmulas sobre CÓMO tenemos que aprender. Y ese es un
ejercicio colectivo, nunca individual, en un mundo que hemos diseñado
para competir. Ningún país puede resolver el problema por su cuenta. Superar la
crisis será un proceso colaborativo, de contagio de
conocimiento. Es la sociedad la que tiene que
desarrollar la disposición a aprender. Para frenar el Covid-19 es imprescindible
la colaboración
no solo de gobiernos o
equipos de investigación sino de cada ciudadano cumpliendo su obligación.
No más improvisación ni azar. Resolver esta catástrofe es un asunto
de conocimiento. Y de aprender, siempre aprender…
No es posible aprender del
futuro. Solo aprendemos del pasado y el presente. Por eso es tan
importante recuperar los aprendido de situaciones previas. Sin embargo,
el ciclo del aprendizaje solo se completa en el futuro: cuando la próxima
vez “pasa lo que queremos que pase”. El reality show en que estamos inmersos durará varias
semanas o incluso meses. Gracias
a este experimento sociológico universal de confinamiento masivo, estamos
cursando un máster en varias disciplinas a la vez. El aprendizaje surge desde la pregunta
¿Qué preguntas nos estamos haciendo? ¿Será
el Covid-19 solo un paréntesis o surgiremos más humildes? ¿Qué aprendemos
de nosotros mismos? Es
verdad que la resiliencia y la capacidad de aprender del ser humano son
ilimitadas pero su memoria es muy corta. Tenemos que empezar a construir
esa memoria desde hoy. ¿Cuándo sabremos si aprendimos del Coronavirus?
Cuando explote la siguiente
epidemia.
Si no nos tomamos en serio el aprendizaje, el siguiente virus (que ya está en marcha) nos volverá a someter.
Si no aprendemos, nos convertimos en nuestro propio virus.
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