| Cada vez que pregunto cuál
      es la mayor partida en el presupuesto de una organización, la respuesta
      es siempre la misma: Personal. No importa si es pública o privada, da
      igual el tamaño, el país o el sector de la economía, en todos los casos
      los salarios suponen desde un 50 o 60% del presupuesto en empresas
      industriales hasta más del 90% en organizaciones de servicios. La
      conclusión es evidente: todas las organizaciones son de conocimiento
      porque ya invierten la mayoría de sus recursos en conocimiento. Cuando
      una empresa paga un sueldo, lo que hace es pagar a una persona para que
      ponga su conocimiento al servicio de la organización de forma que
      contribuya a entregar el producto o servicio que esta provee a sus
      clientes o usuarios. Y si lo miramos desde el punto de vista de los
      individuos, lo que todos hacemos es “alquilar” nuestro
      conocimiento a una organización, o directamente a un cliente, a cambio de
      una contraprestación económica. No alquilamos la
      fuerza de nuestros músculos, como en el pasado, sino nuestro cerebro.
      Hace tiempo que vivimos
      en el reinado de las neuronas. Y en el momento que ya no estamos
      satisfechos, nos marchamos, le alquilamos nuestro conocimiento a otra
      organización y nuestro anterior empleador pierde ese conocimiento. Esto,
      por supuesto, hasta que también las máquinas cuenten con suficiente
      conocimiento como para hacer las tareas que ejecutamos las personas (automatización). Y cada vez que pregunto en
      un taller “Cuándo tus hijos te preguntan en casa a qué te dedicas y si
      les puedes enseñar el resultado de tu trabajo ¿qué les muestras?”, todo
      el mundo se mira incrédulo siendo conscientes de que no tienen nada
      físico donde se pueda tangibilizar el
      valiosísimo trabajo que hacen…   La crisis desatada por el
      coronavirus demuestra, por si todavía hiciese falta, lo dependientes que
      somos del conocimiento. Por un lado, la razón por la que el coronavirus
      está causando no solo gigantescas pérdidas económicas de valor
      incalculable sino una preocupante epidemia de miedo es por la falta de
      conocimiento: carecemos de vacuna para curarlo. La ausencia de
      conocimiento demuestra lo que explicábamos en la última columna respecto
      de que el
      conocimiento que teníamos hasta ayer no es suficiente. Eso significa
      que la única manera de resolver la epidemia pasa por aprender (generar
      nuevo conocimiento) y no solo en el ámbito de la investigación para
      desarrollar un fármaco sino a todos los niveles que incluyen prevención,
      tratamiento, comunicación, etc. La realidad nos restriega, cada día,
      nuestra ignorancia en la cara.   Ahora bien, hay un aspecto esencial
      que es imprescindible entender ¿Cuándo te importa el conocimiento? Solo
      en el momento que te das cuenta de que lo necesitas y no dispones de él.
      Mientras sabes lo que te hace falta para actuar, el conocimiento es
      transparente, no lo percibes porque los intangibles quedan fuera de
      nuestro radar. Pero en el momento que debo hacer algo y el conocimiento
      que necesito ya no es suficiente o no me permite conseguirlo, en ese
      instante su importancia se vuelve vital. ¿Y qué hacemos las personas
      cuando no sabemos algo que necesitamos? Preguntar.
      Curiosamente, el proceso de aprendizaje siempre empieza gatillado por una
      pregunta sobre algo que necesitamos y nos importa pero no sabemos. Sin
      embargo, todo el proceso educativo está diseñado alrededor de las
      respuestas: debemos responder correctamente preguntas que no nos hacemos
      nosotros sino el profesor, la escuela o la universidad. Resulta antinatural
      porque si la pregunta no es tuya, la respuesta te importa poco… El mundo
      ha progresado gracias a las preguntas y nuestra capacidad de
      interrogarnos marca la diferencia entre progresar y cambiar o mantenernos
      rígidos y caducar ¿Y cómo ocurre el proceso de preguntar? Generalmente,
      primero nos preguntamos a nosotros mismos. Walter Scott
      sostenía “la parte más importante de la educación del hombre es
      aquella que él mismo se da”. Es decir, eres tu
      mejor profesor. Ya que estarás contigo durante toda tu vida, resulta
      primordial perfeccionar la habilidad para aprender, ser capaz de hacerte
      las preguntas
      adecuadas y no cualquier pregunta. Cuando no encontramos una
      explicación útil, se abren 2 caminos: Preguntar a ALGUIEN y/o preguntar a
      ALGO.   ·      
      Para poder preguntar a
      ALGUIEN, se deben dar al menos 2 condiciones. 1. Saber quién sabe lo
      que yo necesito saber. 2. Que esa persona esté disponible para compartir
      conmigo su conocimiento (todo ello sin contar con que yo tenga los
      mecanismos para acceder a esa persona y que posteriormente sea capaz de
      aplicar ese conocimiento). A medida que aumenta el tamaño de la
      organización, disminuyen las posibilidades de saber “quién sabe qué”.
      Las elevadísimas cargas de trabajo dificultan el hecho de que las
      personas tengan tiempo disponible para ayudar a otras (a quienes muchas
      veces no conocen) con su conocimiento. Son muy pocas las empresas que
      reconocen y premian a aquellos que contribuyen con su conocimiento a
      facilitar el trabajo de sus colegas. Cuando no existe un vínculo de
      confianza, los individuos tienen menos posibilidades de colaborar entre
      sí. ·      
      Preguntar a
      ALGO es, como confiesan la inmensa mayoría
      de profesionales, preguntarle a Google ¿qué podemos deducir de ese dato
      objetivo? Si los empleados recurren a Google, significa que los sistemas
      de información internos de su organización no funcionan. Google no
      sabe por qué le preguntas lo que le preguntas ni qué harás con lo que
      te responde y por eso, y con todo el valor que ello aporta, lo que te
      dice es: “he encontrado 254.721 entradas sobre lo que estás buscando,
      buena suerte”. Afortunadamente, se van desarrollando sistemas, como
      el de Zapiens,
      mucho más inteligentes. Hay algo que pocas veces solemos tener en cuenta.
      Para que puedas encontrar y aprovechar conocimiento sistematizado en
      Google (o en los repositorios internos de tu organización), alguien ha
      tenido que realizar previamente 3 procesos bastante laboriosos y muy poco
      agradecidos: el primero es capturar conocimiento y sistematizarlo, el
      segundo es organizar ese conocimiento de manera que te resulte fácil
      encontrarlo y el tercera es difundirlo, asegurar que se encuentre
      disponible cuando lo necesites. Mucha gente sigue usando internet como si
      los contenidos que consumen se generasen mágicamente…   Acceder a conocimiento de
      forma directa, mediante interacción entre personas lo denominamos
      coloquialmente ¿QUIÉN me ayuda? y hablamos de rutinas basadas en
      la conexión entre personas, instancias/reuniones colaborativas,
      comunidades, etc. diseñadas para intercambiar conocimiento, reflexionar,
      preguntar, analizar. Algunos ejemplos de este tipo de rutinas son: ·      
      Reunión, con periodicidad
      diversa, para recoger Aprendizajes Inmediatos tras una actividad (aquí se explica cómo
      funciona el After Action Review) ·      
      Reuniones semanales de puesta en
      común del estado de las actividades/proyectos (dificultades encontradas,
      necesidades, recomendaciones, ideas y experiencias de otras áreas, etc.) ·      
      Reuniones de Aprendizaje
      Pre-Proyecto (McKinsey
      explica aquí como funciona un pre mortem) ·      
      Reuniones de balance
      Post-Proyecto para recoger lecciones
      aprendidas ·      
      Análisis grupales de éxitos y
      errores para identificar buenas
      prácticas ·      
      Intercambio de conocimiento en
      sesiones colaborativas como la Asistencia de Pares
      (ayuda por parte de otros, que pueden ser externos, que ya han hecho lo
      que nosotros pretendemos hacer, a quienes les trasladamos las consultas
      en las que requerimos apoyo y nos aportan su conocimiento) ·      
      Comunidades
      de práctica como instancia de aprendizaje permanente donde
      profesionales que comparten una práctica común interactúan, se consultan
      e intercambian experiencias ·      
      Sistema
      de Páginas Amarillas para encontrar expertos y su conocimiento En todos estos casos,
      estamos hablando de rutinas de reflexión y aprendizaje grupal, donde
      todos los participantes actúan como proveedores y receptores de
      conocimiento. Nuestra experiencia nos indica que cada vez que hacemos un
      diagnóstico y preguntamos cuantas de esas rutinas están integradas como
      parte de los procesos de trabajo de cualquier organización, la respuesta
      es casi nula. No se hacen, no hay apenas espacios para pensar (ni a nivel
      individual ni grupal) ni tampoco para compartir, menos aún para sistematizar.   Acceder de manera indirecta,
      mediante conocimiento documentado y disponible en sistemas, repositorios,
      plataformas, etc. lo denominamos ¿QUÉ me ayuda? Nos referimos a activos de conocimiento que
      recogen aprendizajes y pueden tener múltiples formatos como documentos,
      vídeos, imágenes, infografías, animaciones, planos, narraciones, sonidos,
      páginas web, etc. Ojo, no todo documento contiene conocimiento ni mucho
      menos. Un informe de un proyecto no es un activo de conocimiento a no ser
      que incluya los aprendizajes generados a lo largo del mismo y esté
      elaborado para que otra persona pueda tomar decisiones a partir de su
      consulta. Algunos de los ejemplos más habituales son los siguientes: ·      
      Historias y Casos de estudio donde se recopilan los aprendizajes
      de un proyecto ·      
      Errores habituales(existen organizaciones, como Ingenieros sin
      fronteras, que publican informes
      de errores anuales, la NASA publica en su web un apartado llamado “mi mejor error”. ·      
      Recomendaciones y ejemplos (incluyendo preguntas frecuentes) para actuar ante distinto tipo
      de situaciones ·      
      Procedimientos, manuales, directrices, etc. ·      
      Checklists ·      
      Píldoras de contenidos ·      
      Materiales de formación ·      
      Repositorio de documentos o base de conocimiento que recoge activos
      como pueden ser buenas prácticas, lecciones aprendidas, etc.   Conclusiones: La
      semana pasada, durante la reunión de kick off
      del proyecto de gestión del conocimiento con una empresa constructora,
      nos preguntábamos: ¿dónde está la clave en este negocio? ¿en las materias
      primas como cemento o ladrillos que se usan para construir? ¿en la
      costosísima maquinaria pesada que permite realizar complejas obras de
      infraestructura? Siendo una empresa dominada por ingenieros,
      todo depende de las neuronas de sus profesionales, de su conocimiento
      para ganar contratos, administrarlos eficientemente en tiempo y
      presupuesto, etc. Las materias primas o las máquinas son un commodity, se pueden adquirir fácilmente. El
      conocimiento para gestionar ese negocio tan específico, no. Parece obvio que la decisión
      para todas las organizaciones no consiste en si deben o no hacer gestión
      del conocimiento porque ya lo hacen desde el primer día. El asunto es si
      lo quieren hacer de manera inteligente y planificada o si prefieren
      dejarse arrastrar por la inercia porque es indiscutible que están
      invirtiendo casi todos sus recursos en conocimiento cada segundo que
      pasa.    Conocimiento y aprendizaje
      forman un binomio inseparable: El conocimiento asegura la viabilidad
      presente de la empresa (corto plazo y resultados inmediatos) y el
      aprendizaje garantiza la viabilidad futura porque el conocimiento se transforma
      en la medida que clientes, servicios, competencia o mercado, cambian. Podemos
      hablar de 2 grandes caminos para gestionar el conocimiento y aprender. Un
      camino que asegure que las personas pueden acceder al conocimiento de sus
      compañeros mediante interacción directa y un camino que facilite el
      acceso a través de activos de conocimiento. La mayoría del conocimiento
      crítico necesario para la supervivencia de cualquier empresa reside en la
      cabeza de sus colaboradores (y cambia cada minuto) y una pequeña parte
      está plasmado en activos. Necesitamos conectar a las personas entre sí de
      forma permanente y también conectarlos con el contenido que les permita
      realizar su labor de manera más eficiente, re-aprovechando el inmenso stock de conocimiento
      que la organización ha acumulado a lo largo de su vida. Mientras no lo
      hagamos, al menos tenemos la obligación de ser conscientes de que estamos
      dilapidando el principal activo de la empresa.   El 30 de marzo en Ciudad de México, 1 de abril en Bogotá y 3 de
      abril en Santiago de Chile, impartiremos la conferencia “Organizaciones Inteligentes” en el marco del Annual HR Conference organizado por Seminarium. |