“Toda la vida consiste en resolver problemas” (Karl Popper).
¿Qué te convertiría ahora mismo en el máximo héroe o heroína
mundial? Te doy una pista: se trata de un conocimiento… Efectivamente, si
descubres la vacuna del coronavirus, serías la persona
más admirada del planeta. Sin embargo ¿a quién le importaba ese
conocimiento hace 4 meses? A nadie ¿cómo se explica? Porque las
prioridades que teníamos a comienzos de año eran distintas. Pero en el
momento en que cambia el objetivo, en este caso detener una pandemia, la
falta de conocimiento para lograrlo te condena. Así de simple.
¿Por qué el Covid 19 es un problema?
Porque hoy, a comienzos de junio, NO SABEMOS demasiadas cosas: no sabemos
cómo curarlo ni por qué afecta a algunas personas más que a otras ni cómo
muta ni porque hay gente que se contagia varias veces... Pero al mismo
tiempo, hemos aprendido mucho y muy rápido: sabemos su origen zoonótico,
cómo infecta (reconstruimos su genoma), cómo se transmite, cómo
detectarlo mediante test, etc. Hace un siglo, este mismo brote habría
causado ya muchos millones de muertos. Lo que ocurre es que como vimos en enero (antes de la pandemia), el conocimiento que tenemos no es suficiente.
La parte medio vacía de la botella es que mientras no tienes
conocimiento, estás condenado a sufrir las consecuencias. Y en este caso,
la ignorancia nos está saliendo carísima en vidas humanas y descalabro
económico. La parte medio llena es que para desarrollar conocimiento solo
hay que aprender. Un virus se derrota con conocimiento. El trabajo que
todos realizamos es intelectual. El cerebro es nuestro principal medio de
producción. Estamos en la era en que las neuronas mandan sobre los átomos. Pero nuestras
organizaciones siguen siendo industriales. Todavía somos más inteligentes que las empresas en las que trabajamos.
Todo lo que haces, lo haces porque tienes conocimiento. Parece obvio dado que
cuando naciste no sabias hacer nada. Entiendes este artículo porque sabes
leer y además comprendes castellano. Lo mismo ocurre con todo lo que
rodea tu vida. El conocimiento es el combustible que te permite
sobrevivir. Cómo defiende Harari, es nuestro activo más importante. Y de la misma
forma, todo lo que no puedes hacer, se explica porque te falta
conocimiento. La buena noticia es que, siempre que quieras, lo puedes
aprender. Por tanto, la única salida para acabar con esta pesadilla es
aprender a desarrollar una vacuna que salve vidas y rescate la economía.
La falta de conocimiento de los líderes de algunos países poderosos
regaló un tiempo
precioso al virus que creció exponencialmente. La lección que deberíamos aprender todos es que cuando no contamos
con el conocimiento necesario para enfrentar un problema, estamos jugando
con fuego. El binomio conocimiento/aprendizaje es el elemento decisivo en
la vida de las personas y de las organizaciones.
¿Qué hacemos para no quedar a expensas de cambios que ponen en
riesgo nuestra existencia? Yo lo denomino “desarrollar el coeficiente
de inteligencia organizacional”. Consiste en la capacidad que tiene una
empresa de usar estratégicamente el conocimiento actual y crear nuevo
conocimiento (aprender) para adaptarse a la realidad. Es decir, cuando
una organización sabe lo que sabe y lo usa (todo proceso de trabajo se
ejecuta utilizando la mejor práctica) y al mismo tiempo, sabe lo que
necesita aprender y lo aprende.
1. CONOCIMIENTO ACTUAL: Para utilizar
estratégicamente el conocimiento, es imprescindible formularse 2
preguntas consecutivas. La primera es ¿qué sabemos en esta
organización? Parece sencilla pero muchas empresas son incapaces de
responderla con detalle porque nunca se la han hecho. Estamos apoyando a
una organización en su ejercicio de planificación estratégica que sufre
para ponerle “apellidos” a su conocimiento. Y es que el stock de
conocimiento es muy amplio. Con los individuos pasa algo similar: cuando
pregunto ¿qué conocimiento tienes que es la razón por la que te paga tu
empresa? la mayoría de las personas tardan un buen rato en contestar ¿Y
si te pregunto qué has aprendido de ti mismo durante los 2 últimos meses?
Si no eres consciente de lo que sabes, difícilmente lo podrás gestionar.
Por eso la segunda pregunta es aún más importante ¿cuál es nuestro
conocimiento crítico? Equivale a preguntarse ¿qué sostiene nuestra
ventaja competitiva que hace que los clientes nos prefieran? ¿qué
conocimiento es el que más impacto tiene en el cumplimiento de nuestros
objetivos? ¿dónde creamos mayor valor? Si el objetivo es derrotar la
pandemia, la respuesta es obvia: conocimiento para desarrollar una vacuna.
Pero les aseguro que esta pregunta tampoco tiene una respuesta univoca en
ninguna de las organizaciones que conozco. Tienen definidos sus objetivos
y los resultados que esperan obtener pero no su conocimiento crítico. El
sentido de construir un mapa de conocimiento es tener claridad respecto de cuál es nuestro conocimiento más
estratégico, quien lo tiene, en qué estado de riesgo se encuentra y cómo
podemos administrarlo. Cuando sabes lo que sabes y lo que no sabes,
entonces conoces cuál es tu prioridad, qué necesitas saber y de qué forma
aprenderlo. Una pregunta interesante para la post crisis es ¿el
conocimiento crítico será el mismo que teníamos antes?
2. NUEVO CONOCIMIENTO: Las organizaciones
están preparadas para que “mañana todo funcione igual que hoy”.
Dan por hecho que cada día llegan las mismas personas, todo está en el
lugar en que lo dejaron el día anterior y basta con retomarlo y seguir
haciendo lo que siempre han hecho: ejecutar las mismas tareas para
clientes que pedirán los mismos productos... Los individuos actuamos
igual: esperamos que todas las mañanas amanezca porque siempre ha sido
así y que después pase lo que siempre pasa. Un terremoto, una pandemia,
una crisis económica, un atentado, una crisis social… no forman parte de
lo previsto. La terca realidad, cambiante e impredecible lleva tiempo
jugando con nosotros y demostrándonos que no importa lo mucho que sepamos
del pasado porque no basta para resolver los problemas que nos plantea.
Nos obliga a aprender. El peligro es que para enfrentar lo desconocido,
solo tenemos el viejo conocimiento de siempre.
Coloquialmente definimos inteligencia como la capacidad de tomar buenas decisiones y resolver problemas.
En un mundo donde el
conocimiento caduca cada vez más rápido, la clave ya no radica solo en usar
lo que sabes sino en generar nuevo conocimiento. Aprender del futuro es
casi más importante que aprender del pasado. No significa que el pasado
no sirve sino que cada vez tiene menos valor. Antes, recurríamos a los
ancianos de la tribu o a los veteranos porque lo habían visto todo. Hoy
nos enfrentamos a situaciones que no se han visto antes. Por eso, el
principal desafío de la educación es prestar más atención a lo que no
sabemos (y desarrollar las habilidades necesarias) que a lo que ya se
sabe. Y eso, ¿cómo se hace? Estos son los principales
ingredientes a considerar:
PREGUNTAS: El aprendizaje empieza siempre con una pregunta (mientras la educación está repleta de respuestas). En la columna “Coronavirus y cultura de aprendizaje” vimos que Aprender
Antes nos invita a preguntarnos cómo aprendemos de las “señales” del entorno: debemos identificar y evaluar
riesgos concienzudamente, captar tendencias, simular escenarios futuros,
etc. Y como consecuencia, transformarnos ya sea el modelo de negocio, la
relación con los clientes, el diseño de la organización, etc.
TIEMPO: Hacer ese esfuerzo prospectivo de forma permanente demanda
tiempo. Y la prisa es enemiga de la reflexión. La principal mentira que
escuchamos es “no tenemos tiempo”. Todos tenemos las mismas 24
horas para invertirlas en lo que queramos. La excusa del tiempo es
siempre un eufemismo que esconde la verdad que no queremos reconocer: “No
es suficientemente importante para mí” o “no estoy dispuesto a
hacer el sacrificio que se necesita”. La desventaja del aprendizaje
es que no te permite comprobar los resultados de inmediato, igual que es
imposible cosechar al día siguiente de haber sembrado. El aprendizaje
rinde frutos a medio y largo plazo. Generar la vacuna del Covid 19 tomará como mínimo 1 año. Con el
conocimiento no hay atajos.
ERRORES: Si lo que sabemos es insuficiente, entonces tenemos que
estar dispuestos a experimentar y correr riesgos. Y eso exige considerar el error como la principal fuente de aprendizaje e
innovación, algo contrario a la cultura imperante. De vez en cuando, viene
bien aprender a perder
y asumir que lo más probable con el Covid
es equivocarse.
DESAPRENDER: Sorprende la ligereza con la que se habla de desaprender. Parece que fuese posible sacarse el conocimiento (que representa
tu identidad más profunda) como si fuese una camisa. Obviamente, el
ejercicio de mirar hacia adelante obliga a dudar de las certezas, a “limpiar
el disco duro” de lo que quedó obsoleto. Pero ojo, no tenemos nada
mejor para enfrentar el futuro que lo que ya sabemos. No te puedes quedar
sin ropa alguna, hay que considerar rigurosamente qué queremos conservar.
COLABORACIÓN:
Si todo cambia, entonces nadie tiene todo el conocimiento ni sabe más que
todo el mundo y hay que estar siempre en “modo aprender”. La
inteligencia colectiva (aprender de lo que otros saben) es lo más
sensato. Sin conocimiento estamos indefensos y como demuestra este virus,
si alguien sabe algo y no lo comparte, todos salimos perdiendo. La inteligencia de una
organización no reside en el conocimiento de ningún individuo particular,
sino que la construyen entre todos, igual que el pensamiento en el
cerebro no radica en una neurona. Colaborar
implica precisar qué conocimiento crítico tengo y puedo ofrecer y cuál
necesito y me interesa complementar con el mío.
LIDERAZGO: todo líder debe ser experto en cómo aprender. Primero
para asegurar su propio aprendizaje. Y segundo, para
facilitar que sus equipos se preparen para lo que viene y aprendan. El
liderazgo se ejerce por conocimiento y no por jerarquía. La colaboración
es intensiva en confianza. Liderar implica crear y cultivar esos espacios
de confianza, transparencia y seguridad psicológica para garantizar la
inteligencia colectiva. Pero la primera responsabilidad de un líder es
confiar en sus colaboradores y su conocimiento.
CONCLUSIONES
Si la educación es
cara, prueba con la ignorancia (Derek Bok)
Todo lo relacionado con el coronavirus es un asunto de gestionar
conocimiento. La pandemia ha puesto a prueba nuestra capacidad de aprender. La cultura de
aprendizaje (o su ausencia) se hace “visible” en circunstancias
como estas. El escenario cambió y para mantenerte a flote, tienes que
aprender a hacer cosas que no sabes. Sin vacuna nos estamos ahogando y el salvavidas que tenemos a mano
es aprender. La gestión del conocimiento solo te importa cuando no sabes
algo que necesitas. Mientras tanto no te preocupa, por eso en enero
hacíamos vida “normal”. A finales del año pasado, carecer de vacuna
contra el Covid 19 no te condenaba. Era uno de
los millones de “no saberes” con los que la humanidad podía vivir
tranquilamente. Hoy, ese “no saber” nos tiene arrodillados. El
conocimiento (no tenerlo) es origen del problema y también la solución
(crearlo). Basta descubrir cómo inmunizar a toda la población. Para el
futuro, la prioridad no son más camas de hospital ni mejores fármacos
sino conocimiento para saber qué genera las enfermedades y prevenirlas. Si nadie vio venir esta
hecatombe, tenemos que mejorar nuestra capacidad de predicción, que es
una cualidad de inteligencia.
Cuando no sabes y quieres sobrevivir, necesitas aprender. Dejar de
aprender equivale a dejar de respirar. Lo sabemos desde tiempos de la
Biblia: “Mi pueblo pereció por falta de conocimiento” (Oseas: 4;6.
4,1,19). El coeficiente de
inteligencia organizacional es la capacidad que tiene una empresa de
crear conocimiento y usarlo estratégicamente para adaptarse a su entorno.
Es decir, responder
ágilmente y cambiar a partir de las señales que recibe. El Covid somete a ese coeficiente a un
test de esfuerzo. La empresa que no gestiona lo que sabe y no
aprende lo que no sabe se suicida. El problema es que las organizaciones no fueron diseñadas
para aprender, carecen del músculo necesario. Y hoy lo que se requiere es desarrollar ese nuevo musculo más que
diseñar estrategias. Los que están aprendiendo son los individuos pero es insuficiente.
Una organización se
deprecia si no aprende.
Ahora mismo solo tenemos preguntas. Es lo normal cuando lo que
aprendiste del pasado apenas sirve para lo que estamos viviendo: ¿habrá
rebrotes? ¿cómo se comportarán los clientes? ¿lograremos motivar a los
empleados? ¿tendremos que innovar nuestros servicios?... En un mundo
basado en el conocimiento, solo sobrevives si aprendes.
“La humanidad se divide entre los que saben y los que no saben. El
que sabe tiene siempre una posición dominante. El segundo es un esclavo
del otro” (Maquiavelo).
El 2 de
junio impartiremos la conferencia “Cultura de Aprendizaje
como parte de la estrategia organizacional” para ABinBev.
El miércoles 3 de junio a
las 15h de Argentina realizamos el Webinario “La cultura del
aprendizaje: ¿Qué es? y ¿Cómo implantarla?” junto con Alejandro
Wald de la Universidad Blas Pascal. Inscripciones gratis aquí https://lnkd.in/exEZvvE.
El 4 de junio a las 14h de
Colombia dictaremos la conferencia “Gestión del conocimiento y
Aprendizaje” para la Universidad de Antioquía.
El 11 de junio a las 9AM
impartiremos la conferencia “Cultura del aprendizaje y el conocimiento como eje de la
estrategia de las organizaciones” para AMCHAM Argentina.
El 18 de junio celebraremos los 1.000 firmantes del manifiesto
por la cultura de aprendizaje en un webminar donde presentaremos la
hoja de ruta de futuras actividades y que incluirá una mesa redonda con
representantes de distintos sectores. Puedes inscribirte aquí.
El 14 de julio a las 11h impartiremos la conferencia “Los
aprendizajes del Covid 19. El otro punto de
vista de esta pandemia” organizada por Century Link.
El 15 de julio
participaremos en el congreso Edutic Online.
El 18 de
agosto impartiremos la conferencia “Organizaciones Inteligentes” en el marco del Annual HR Conference organizado
por Seminarium.
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