| No hay nada más
      importante que decidir qué hacer con tu tiempo de vida. Es nuestro
      capital más preciado: el tiempo es un bien finito, intransferible y no
      reutilizable (es un intangible que se gasta,
      pero no se recupera). Lamentablemente, somos muy poco inteligentes a la
      hora de decidir cómo invertirlo.   La hipótesis de
      este artículo es sencilla: el DINERO, un componente esencial del mundo
      laboral, no es otra cosa que TIEMPO multiplicado por CONOCIMIENTO (D = T
      x K). Necesitamos Dinero para sobrevivir. Para conseguirlo invertimos
      nuestro Tiempo (vida). Pero el elemento decisivo que influye en la
      cantidad de dinero que obtenemos a cambio de ese tiempo es nuestro
      Conocimiento, definido como lo que “sabemos hacer”. Cuanto más
      valioso es ese Conocimiento, más Dinero obtenemos o menos Tiempo tenemos
      que invertir, lo que implica que dispondremos de más Tiempo para
      dedicarlo a lo que nos importa de verdad. Claro que para eso debemos
      tener claras nuestras prioridades...  Mi ambición (a los
      56 años) es tener más tiempo y no más dinero, trabajar menos para pensar
      más. Por eso me referiré al dinero como necesidad (medio) y no como
      objetivo y desde una perspectiva individual más que colectiva. Y al
      hablar de conocimiento, lo haré desde un ámbito integral, incluyendo emociones, actitudes y todo lo
      aprendido que es susceptible de ser llevado a la práctica.   Al nacer, todos
      recibimos las mismas 2 cosas: tiempo y un cerebro. Aunque el tiempo es
      un bien democrático (un día tiene las mismas 24 horas para todos) cada
      uno va a vivir una vida diferente en extensión. Lo que desconoces es de
      cuánto tiempo de vida dispones ¿25 años? ¿50? ¿100? No tienes idea y ni
      siquiera depende por completo de ti. Por tanto, como la vida se podría
      terminar dentro de 5 minutos, debiésemos contar con una hoja de ruta que
      detalle cómo hemos decidido gastar nuestro tiempo: qué queremos hacer y
      qué no merece la pena. Por ejemplo, tras el fenómeno de la gran renuncia se encuentra la
      decisión de darle otro destino al tiempo.   Ahora bien,
      como tu prioridad es sobrevivir, lo primero que tienes que hacer es
      convertir tu tiempo en algo que te permita mantenerte vivo. Lo más
      urgente es alimentarte (sigue siendo la prioridad de los animales). En
      nuestra sociedad hemos creado una capa intermedia, llamada dinero,
      que nos permite acceder a lo que requerimos. Necesitas dinero para
      comprar alimentos y para ello, tienes que convertir tu tiempo en dinero.
      Es decir, en lugar de que cada uno se produzca su alimento, optamos por dedicar
      nuestro tiempo a diferentes tipos de actividades, llamadas trabajo,
      que a cambio de ese tiempo te entregan dinero que te asegura la
      supervivencia. Dependemos de los demás para todo. Claro que, a medida que
      tus necesidades se van sofisticando (ropa de moda, el último Iphone,
      viajar al espacio…) vas a necesitar cada vez más dinero. En este punto es
      imprescindible recordar la frase de José Mújica: “Cuando compras algo
      no lo pagas con dinero, sino que pagas con el tiempo que trabajaste para
      conseguir ese dinero, es decir, pagas con tu vida.”. Eso te expone a
      3 escenarios: 1. reducir tus necesidades, 2. dedicar más tiempo para
      ganar más dinero (y de esa manera acceder a más bienes) y 3. conseguir
      que tu tiempo sea más valorado (obtener más dinero por unidad de tiempo).
      La única manera de lograrlo es incrementando el valor de tu conocimiento.
      El elemento que convierte el tiempo en dinero es el conocimiento. Cuando
      un cliente o la organización para la que trabajas te paga, lo hace por el
      tiempo que has invertido en aplicar tu conocimiento para elaborar o
      entregar un producto o un servicio que les resulta valioso. En realidad,
      la relación que estableces con tu empleador o con tu cliente consiste en
      alquilarles tu conocimiento durante un plazo de tiempo a cambio de una
      contraprestación. Alquilarles solo tu tiempo no basta, es
      condición necesaria pero no suficiente, excepto en tareas de mínimo valor
      que son candidatas a la automatización. La promesa de la tecnología de
      liberarnos de trabajo y obsequiarnos con más tiempo (traspasando la
      obligación de producir a las máquinas) no se ha cumplido, más bien al
      contrario. Acelerar para ir más rápido no nos da más tiempo, sino que nos
      empuja a hacer más tareas y al final, tenemos menos tiempo. Es un hecho
      que cada vez dormimos menos horas. En el fondo, lo
      que todos intercambiamos continuamente es nuestro tiempo para obtener lo
      que necesitamos y no tenemos. Ese tiempo se “materializa” en productos
      y servicios gracias al conocimiento. Solo puedes elaborar un producto o
      servicio si tienes conocimiento para ello. Y solo tienes conocimiento si previamente lo aprendiste.   Con el dinero
      que obtienes gracias a tu conocimiento lo que compras es tiempo. Una
      decisión fundamental es ¿cuándo merece la pena que yo invierta mi tiempo
      en obtener lo que necesito o cuando será mejor comprarle ese tiempo a
      otra persona? Un par de ejemplos simples: yo puedo cortar el césped de mi
      jardín y limpiar la piscina o cocinar diariamente, pero prefiero comprar
      ese tiempo a otros (que además lo hacen mejor que yo) y disponer del
      tiempo para gastarlo como me parezca adecuado. Cuando vas al cine
      o te vas de vacaciones, compras conocimiento en forma de experiencia.
      Siempre el dinero, de una u otra forma, está destinado a comprar o
      alquilar conocimiento (tangible o intangible). La ecuación
      perfecta es invertir poco tiempo en producir y tener mucho tiempo para
      disfrutar. La clave para que la ecuación sea sostenible es que el tiempo
      que gastas en generar el dinero sea siempre menor que el dinero que
      gastas en comprar tiempo.   Hay que tener
      en cuenta otro factor esencial: no todo el tiempo productivo vale lo
      mismo y, por tanto, cada conocimiento tiene un
      valor diferente. Puedo invertir 10 horas o 1.000 horas
      para conseguir la misma cantidad de dinero. Cuando solo se necesitan 10
      horas, significa que el conocimiento del que dispone y aplica una persona
      durante ese lapso de tiempo para obtener ese
      resultado es mucho mas valioso que el
      conocimiento que tiene la persona que necesita 1.000 horas para cumplir
      el mismo propósito. Esa diferencia crea desigualdades porque significa
      que, al ser tu conocimiento de menor valor, tienes que dedicar más tiempo
      a trabajar y dispondrás de menos tiempo para dedicarlo a las cosas que
      verdaderamente te interesan. Y recordemos que nuestro objetivo principal
      es contar con más tiempo para hacer lo que nos gusta… Excepto en casos
      de herencia (tengo dudas en los casos del juego y del delito), quien
      tiene más dinero suele tener conocimiento de mayor valor.   Todo esto nos aboca
      directamente a las 2 decisiones fundamentales de nuestras vidas: 1. Decidir qué
      es importante en mi vida. Es decir, elegir conscientemente las
      cosas que consideramos valiosas y a las que queremos dedicar nuestro
      tiempo. Si definiésemos ser feliz como “tener mucho de lo que quiero”,
      entonces nuestras prioridades pueden ser socializar y estar con amigos,
      hacer deporte, gozar de buena salud, viajar, descansar, tener mucho
      tiempo libre para el ocio, la cultura, la gastronomía, poder dedicarte a
      la familia, a iniciativas de carácter social… 2. Decidir qué
      conocimiento valioso necesito (y cómo lo voy a obtener) para ser yo
      quien dirija mi vida. Si el dinero compra tiempo y el conocimiento es el
      principal creador de dinero, entonces la prioridad es evidente: cuanto
      más incrementes tu conocimiento, más posibilidades tienes de decidir cómo
      usar tu tiempo. La variable crítica para adquirir conocimiento es la predisposición para aprender. Por eso la educación es la ventaja
      competitiva que marca la diferencia entre personas y desde
      luego entre países. Un país es rico cuando sus ciudadanos tienen
      bienestar, uno de cuyos componentes es tiempo de calidad. Tener
      conocimiento de valor es la llave que te entrega libertad de decidir:
      puedes dedicar el menor tiempo posible a asegurarte la supervivencia y la
      mayor parte a disfrutarla. Obviamente, el mundo ideal, como
      afortunadamente me sucede a mí, es aquel donde el tiempo dedicado a
      generar dinero mediante mi conocimiento (trabajar) sea placentero. De
      hecho, no me cambiaría de trabajo por nada del mundo porque considero que
      lo que hago no es trabajar.   Existe un
      factor fundamental que causa gran impacto en nuestra ecuación y que tiene
      que ver con las cosas que necesitas. Si tus necesidades son numerosas y
      muy sofisticadas, el valor de tu conocimiento tendrá que ser muy elevado
      y seguramente, la cantidad de tiempo que tengas que dedicar primero a
      generarlo (aprender) y luego a
      aplicarlo (trabajar) será también muy alto, lo que te deja poco margen
      para disfrutar. La frase que siempre escuchaba en mi casa “No es más rico
      quien más tiene sino quien menos necesita” nos brinda la opción
      de revisar nuestras necesidades asumiendo que hay unos mínimos
      innegociables. Las cosas te roban tiempo y a cambio, no te
      proporcionan conocimiento. Lo único que compra conocimiento es el dinero,
      pero no son sinónimos. Si tengo un infarto, aunque tenga el bolsillo
      repleto de dinero, lo que necesito es conocimiento (en forma de
      asistencia médica) de lo contrario, por muy millonario que sea, me muero.
      Cuando te roban el dinero, lo pierdes, pero
      cuando te roban el conocimiento (si eso
      fuera posible), lo sigues manteniendo. Actualmente, en la economía
      hay abundancia de recursos/capital, pero paradójicamente, hay escasez de
      talento (conocimiento). Ojo porque contar con conocimiento no garantiza
      saber “rentabilizarlo” …   Cuando vas cada
      vez más rápido y haces cada vez más cosas tienes cada vez menos tiempo.
      Cuando dedicas tiempo a otros, les regalas tu mayor tesoro. Cuando
      prestas dinero, lo que entregas es tu tiempo. La principal excusa para no
      hacer lo que no nos gusta es que no tenemos tiempo. Decir “no tengo tiempo” es en
      realidad decir “no tengo claras mis prioridades”. Todos tenemos
      tiempo para lo que tenemos ganas, el resto son excusas. Diariamente
      surgen múltiples actividades que reclaman nuestra atención y por tanto
      nuestro tiempo. Si vamos a ser exquisitos con el uso de ese tiempo,
      tenemos que aprender a decir que no. Eso me obliga a analizar siempre si
      lo que voy a hacer es realmente el mejor uso que le quiero dar a mi
      tiempo y si no es así, declinar la invitación. Perder el tiempo no es no
      hacer nada sino dedicarlo a lo que no merece la pena. Ser egoísta con tu
      tiempo no puede ser una conducta reprochable.   Conclusiones:  Al inicio de las
      conferencias suelo agradecer al público por el principal regalo que me
      hacen que es su tiempo (1 hora de su vida). Me siento obligado a no
      defraudarlos para que les merezca la pena gastar ese tiempo conmigo y no
      en otra actividad. Estoy convencido de que el tiempo es oro, es nuestro
      bien más preciado. El dinero es el resultado de aplicar tu
      conocimiento durante un periodo de tiempo. Y eso hace que el
      conocimiento, como instrumento que permite comprar tiempo (a través del dinero)
      se convierta en el elemento decisivo de nuestra vida. No puedo detener el
      tiempo, este avanza sin pedirme permiso. Pero si puedo actuar sobre mi
      conocimiento. A mayor conocimiento, mayor libertad para
      disponer de mi tiempo. Cuanto más valor tiene mi conocimiento, más
      posibilidades tengo de comprar mi tiempo, es decir, trabajar menos.   La moneda
      natural que nos entregan a todos los seres humanos al nacer es el tiempo.
      Eso es lo que gastamos. Cómo solo tenemos una vida (no creo en
      la reencarnación), debiésemos tener muy claro qué haremos con ella: qué queremos SER
      y, por ende, qué vamos a HACER con nuestro tiempo. La gran
      decisión de nuestra vida es cómo sacarle el mejor provecho al tiempo en
      función de nuestras prioridades. Y para ello necesitamos contar con
      conocimiento del máximo valor porque eso permite tener suficientes
      recursos como para asegurarnos la supervivencia y a partir de ahí, darle
      el uso que queramos a nuestro tiempo. La falta de conocimiento
      impide hacer un uso inteligente de ese tiempo lo que te deja en
      inferioridad de condiciones ya que dependerás siempre de otros. Según la
      inversión que hayas hecho de tu conocimiento en el pasado, podrás o no
      comprar tiempo futuro. Si nos comparamos con nuestros antepasados más
      lejanos, tenemos más cosas, pero trabajamos mucho más y vivimos menos la
      vida.   El conocimiento es
      consecuencia del tiempo: no hay conocimiento sin tiempo de aprendizaje. Si el dinero es tiempo
      por conocimiento (D = T x K), el conocimiento es tiempo multiplicado por
      aprendizaje. No puedes no dedicar tiempo a aprender, te juegas la
      vida. El dinero es tiempo materializado, es la inversión que ya hiciste
      de tu vida pasada. Lo que tienes en el banco no es dinero, es
      tiempo que ya gastaste. Por tanto, solo puedes vivir hacia el futuro. La
      decisión entonces es: gracias a mi conocimiento ¿de cuánto tiempo dispongo
      y cómo lo voy a emplear?   El 2 de marzo impartiremos la tercera sesión del curso “Gestión
      del conocimiento crítico en las organizaciones” organizado por la Cámara
      de Gipuzkoa y la Diputación
      de Gipuzkoa. El 8 de marzo, en Cadabra
      la magia de aprender, dentro de Abra Laboratorio de Aprendizaje, haremos una sesión
      sobre “¿La
      actitud se aprende?” y el 22 de
      marzo la presentación de las actividades de la temporada 2022. El 22 de marzo impartimos la conferencia “Aprender
      del Futuro” para los resellers
      en Latinoamérica de una multinacional tecnológica. El 29 de marzo en Sevilla realizaremos el taller de “La Isla
      de los Pájaros” para el proyecto
      de Gestión del Conocimiento del Instituto
      Andaluz de Administración Pública. El 8 de abril en Barcelona cerramos el seminario “Liderazgo,
      innovación, personas y aprendizaje en las organizaciones de salud y
      sociales” organizado por Unió Consorci Formació, con la conferencia “Gestión del aprendizaje y conocimiento en los
      procesos de cambio y transformación”.   |