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El virus aprende, nosotros no tanto
Javier Martínez Aldanondo
Socio Cultura de Aprendizaje en Knowledge Works
javier@kworks.cl y javier.martinez@knoco.com

www.javiermartinezaldanondo.com

Twitter: @javitomar – Instagram: @javiermartinezaldanondo

 

 

Pronto vamos a cumplir los 2 años de pandemia. Cuando recién llevábamos 2 semanas, y nadie podía imaginar lo que nos esperaba, escribí un artículo titulado “Coronavirus y cultura de aprendizaje”. La tesis (resumida en el primer párrafo) era muy sencilla: “La crisis actual del coronavirus se explica porque no le otorgamos al aprendizaje la importancia que tiene”. Recordemos que estábamos a finales de marzo de 2020. Lo que defendía al final del artículo era que “si no aprendemos, no salimos”. Llevamos 2 años así que es obvio que no estamos aprendiendo porque no hemos salido…

 

Escribir tiene muchas ventajas (y exige muchas contraprestaciones): te obliga a dedicar tiempo a pensar, a poner en orden las ideas y a exponerlas de la forma más clara posible. Pero la principal ventaja es que cuando dejas las cosas por escrito, siempre puedes comprobar con posterioridad si las ideas que plasmaste tenían algún grado de sustento o no.

 

Una de las preguntas en aquel artículo era “¿Aprenderemos para impedir una segunda oleada del Covid-19?”. Ahora mismo, en Europa están atravesando la sexta ola de la pandemia así que, si hemos padecido cinco olas anteriores, ya sabemos la respuesta. No hemos aprendido lo suficiente. Últimamente observo una fiebre por el término “cultura de aprendizaje” que tiende a simplificar la realidad. Si, hemos aprendido muchas cosas, pero nos han faltado los 2 componentes esenciales que nos llevan a tropezar continuamente en la misma piedra: intención y consciencia.

 

Ya perdí la cuenta de las distintas variantes del COVID pero es un hecho objetivo que cada mutación del virus desata una nueva ola ¿Es verdad que el virus aprende? No, el título del artículo es una pequeña trampa para llamar la atención sobre la enorme diferencia que existe entre cambio y aprendizaje. Todo aprendizaje requiere cambio, pero no todo cambio incluye aprendizaje. El virus cambia, eso es indesmentible, pero lo hace por accidente. Para propagarse, los virus hacen copias en la célula que infectan y cuando ocurren errores en ese proceso de copiado (que se produce millones y millones de veces), entonces tenemos una nueva variante que tiende a propagarse cuando es más poderosa que la anterior. Por tanto, el virus no tiene ni intención de aprender (carece de voluntad de cambiar, sino que lo hace por azar) ni tampoco tiene consciencia (no sabe qué ha cambiado y que cuenta con mejores posibilidades para continuar con su labor de propagación). Ahora bien, aunque el virus no tenga intención ni consciencia, si cambia más rápido que nuestra capacidad de aprender, los que sufrimos somos nosotros porque en poco tiempo podemos estar seguros de que llegará una nueva ola que nos arrolla. Y lo pagamos carísimo a todos los niveles.

 

La moraleja es muy sencilla: el que cambia rápido tiene, casi siempre, ventajas sobre el que lo hace más lentamente (o al menos lleva la iniciativa en el partido). Nuestra única ventaja en esa situación es tratar de anticiparnos, es decir, incluir la intención y la consciencia como variables que tienen el potencial de cambiar el resultado del partido. De otra manera, solo respondemos y quedamos a merced del rival. Para no repetir las propuestas para hacer del aprendizaje una estrategia (Aprender Antes, Durante y Después) detalladas en el artículo, me centraré en la Intención y la Consciencia.

 

Tener intención significa colocar el aprendizaje entre nuestras prioridades para que ocurra por diseño y no como reacción. Esto exige decidir nuestros objetivos (lo que debemos aprender), identificar las acciones que hay que ejecutar (lo que debemos hacer para aprender) pero sobre todo HACERLO. Millones de personas saben lo que hay que hacer para bajar de peso, pero esos mismos millones de personas fallan en la ejecución de las acciones porque su intención no es real. Hemos generado muchísimo conocimiento para enfrentar la pandemia, pero si no estamos dispuestos a utilizarlo, pierde su eficacia. Invertimos cantidades astronómicas de recursos (energía, conocimiento, tiempo, dinero) para desarrollar vacunas, test, estrategias de distanciamiento, mascarillas, ventiladores, etc. Pero parece que el problema no está en el conocimiento (que hace muy bien su trabajo) sino en nosotros. Debiésemos hacer un ejercicio de honestidad respecto de cuál ha sido nuestra verdadera intención de aprender porque, aprender obliga a cambiar, en este caso de hábitos y sostenerlos en el tiempo. La intención es un atributo humano. La energía nuclear se puede utilizar para la guerra y la destrucción o para la salud o la energía, pero eso no depende de los átomos (que no saben lo que hacen ni tienen intención). El enemigo somos nosotros.

 

Consciencia. Otra de las frases del artículo que sigue tristemente vigente era “para que haya aprendizaje tiene que haber rutinas planificadas para que el aprendizaje tenga lugar. De lo contrario, el aprendizaje no ocurre”. Consciencia significa evaluar el impacto que tuvo ese aprendizaje intencionado. Son escasísimas las ocasiones en que pedimos feedback después de una acción o decisión. Siempre que hago algo, tengo un objetivo y por tanto una intención (consciente o no). Para cerrar el círculo, debo tomarme un tiempo para comprobar cómo me resultó eso que hice, tanto lo que funcionó bien para repetirlo como en lo que no tuvo tanto éxito para modificarlo. Si no me doy cuenta y continúo con la siguiente decisión o acción, me pierdo dos oportunidades fundamentales: 1. No puedo hacer una gestión eficiente de lo que me funcionó (reutilizar) y 2. No puedo aprender de lo que no me funcionó (evitar repetir errores).  Uno de los elementos críticos para aprender es recordar: si no recuerdas lo que aprendiste, entonces, convéncete, no aprendiste.

Como decía Sócrates “una vida sin reflexión no merece la pena ser vivida”. Para hacer consciente el aprendizaje, necesitamos incluir espacios de reflexión (individuales, pero sobre todo grupales). Os invito a que analicéis sinceramente cuantos espacios de ese tipo existen en vuestras organizaciones, diseñados con la intención de conversar, preguntar, dudar, escuchar, discrepar, imaginar… Si bien hemos aprendido, no ha sido gracias a una decisión premeditada sino como consecuencia: hemos aprendido lo inmediato, aquello que nos ayuda a salir del problema urgente que duele tanto que no nos deja dormir. Pero una vez superado, volvemos a relajarnos y llega la nueva ola. Por eso es tan necesario incluir el aprendizaje como parte de la rutina del día a día. Solo siendo conscientes, podemos realizar una gestión planificada, rigurosa y sostenida. ¿Somos conscientes como sociedad de lo que hemos aprendido de la pandemia? No lo creo. Cada uno tiene su respuesta, pero no hemos hecho el ejercicio colectivo, ni siquiera a nivel organizacional. Harari ofrecía su propio diagnóstico. Esta editorial de El País de marzo de 2021 clamaba que España debía aprender de 1 año de pandemia ¿Dónde está ese aprendizaje?

 

Conclusiones

Comparto la última frase de hace 2 años: “Solo perderemos la batalla si el virus se expande más rápido que nuestra habilidad de aprender y colaborar”. Claramente seguimos perdiendo el partido. En algunos momentos conseguimos empatarlo, pero rápidamente encajamos otro gol. Nos ha faltado contagiar conocimiento al menos a la misma velocidad a la que el virus nos contagia a nosotros. Es la diferencia entre proponerte aprender o hacerlo porque no te queda más remedio.

¿Creéis que alguien todavía, a estas alturas podría decir? “no pienso cambiar, seguiré haciendo lo mismo que hice siempre antes de la pandemia” Imposible. En mi opinión el mensaje del COVID fue clarísimo pero casi nadie lo comprendió así ”¿Habéis entendido que a partir de mañana, todo depende de vuestra capacidad de aprender? Aprender a trabajar de otra manera (cómo organizarse, comunicar, tomar decisiones, relacionarnos, planificar, vender…) y a vivir distinto”. Y no hemos terminado de aprender ¿Qué decimos cuando alguien tropieza 2 veces en la misma piedra? No aprende ¿Por qué llevamos 6 olas? Por qué no aprendemos y si no aprendemos no salimos ¿Cuál es la prioridad cuando tienes un problema? Resolverlo. Lo que ocurre es que, si no aprendes, no puedes resolver el problema (aprender es parte de resolver). Incorporar cultura de aprendizaje como parte de nuestra estrategia futura significa entender de una vez que no basta con aprender cuando tenemos el problema encima. Ya es demasiado tarde. Hoy aprender sigue sin formar parte de los procesos diarios, y solo con la formación no basta. Estamos obligados a aprender permanentemente para anticiparnos a futuros cambios de escenario que seguirán ocurriendo. Improvisar es demasiado arriesgado. Decíamos antes que no cambias si primero no revisas lo que estás haciendo. La felicidad no quiere cambios, quiere mantenerse y los humanos somos especialistas en justificar los errores para evitar cambiar nuestro modelo mental que nos costó tantos años desarrollarlo. Aprender requiere voluntad de cambiar, no solo saber lo que debemos hacer.

 

Es cierto que el virus muta, pero nuestro sistema inmunitario lo hace también. El virus no tiene una estrategia, nosotros podemos diseñarla, pero eso implica ir más allá de la respuesta de corto plazo. Si cambiar rápido te da ventajas, entonces merece la pena intencionarlo. El virus se puede permitir no aprender, nosotros no. El aprendizaje es una actitud y la actitud se aprende. Una última llamada de atención. No estoy hablando de aprendizaje individual sino algo mucho más poderoso y complejo: aprendizaje colectivo. No nos sirve tener buenos jugadores si no se pasan la pelota. Nuestro futuro depende de colaborar o no colaborar.

 

El 2 de febrero impartimos una conferencia para los High Potentials de una multinacional norteamericana de alimentación sobre “Aprender del Futuro”.

El 8 de febrero, en el espacio de Cadabra la magia de aprender haremos una sesión sobre “Conocimiento Crítico” y el 22 de febrero una sesión sobre “Actitud”.

El 23 de febrero, en Abra Laboratorio de Aprendizaje participaremos en la sesión “Recortes del error”.’

 

 

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