“Aquel que cuenta historias, dominará el mundo” (Proverbio Indios Hopi)
Hace unas
semanas, una persona a la que acababa de conocer me preguntó “¿Cuál
crees que es el negocio de esta década? Porque hemos pasado por la década
del petróleo, la de las finanzas, la de los computadores…” Sin apenas
pensar, le respondí “Creo que estamos en la década de los hechiceros,
lo que triunfa hoy son las palabras”.
Piensa en lo
que hacen los cargos directivos de cualquier organización, pública o
privada, de cualquier sector de la economía. Las personas que ganan los
sueldos más altos se pasan casi todo el día hablando. Un negocio no es
otra cosa que una conversación entre al menos 2 partes. Los y las
directivos/as no manipulan directamente ninguno de los productos o
servicios que entrega su empresa. Si sus hijos les piden que les muestren
el resultado de su trabajo, no tienen nada muy concreto que presentar más
allá de un puñado de documentos (un plan, un informe, un balance de
resultados…). Al preguntar a ese directivo por qué le paga su empresa, la
mayoría responden: por Liderar. Su otra actividad principal es pensar
y decidir. Somos seres pensantes (y sintientes). Pero no puedes pensar
sin lenguaje. Tampoco decidir y comunicar tus decisiones. Por
contradictorio que parezca, el 97%
de los directivos afirman que el pensamiento estratégico, es decir,
el largo plazo, es lo más importante de su rol. Pero el 96%
dicen que no tienen tiempo para el pensamiento estratégico... Henry
Ford tenía razón cuando dijo ”Pensar
es el trabajo más duro que hay, por eso tan poca gente se dedica a ello”.
Si no piensas,
entonces no existes. Pensar no deja de ser hablar contigo mismo, algo
que hacemos durante toda la vida. Escribes y hablas como piensas…
Por tanto, la
principal actividad de los directivos (y de la mayoría de los
profesionales) es hablar. Es verdad que también leen, escriben y escuchan
(poco). Cuando escribí la columna
50, “Yo no trabajo”, consideré esas tareas como
parte del hablar. Curiosamente, los operarios que “ejecutan” y manejan
las máquinas con que se fabrican los productos tangibles de cualquier
empresa tienen salarios infinitamente menores. Solo en el caso de los
deportistas de alto rendimiento de algunas disciplinas, el empleado de
base cobra más que el directivo.
Si trabajas
con un computador, lo que haces es introducirle palabras, ya sea
escribiendo un mail o un informe y cada vez más dictándole el texto. Por
supuesto, también lees (o escuchas) palabras de otros. Cuando usas tu
smartphone, haces lo mismo, hablas, escribes en whatsapp, lees en twitter
o linkedin... En un mundo tecnológico, los programadores dan ordenes
(palabras) a las máquinas para que ejecuten tareas. Yo diseño
presentaciones que después verbalizo en conferencias, escribo columnas,
dirijo proyectos donde converso con clientes y con los equipos que los
implementan, etc. Puras palabras…
Hablar es un
intangible y cada vez somos más conscientes de que vivimos en una economía
de intangibles. El liderazgo,
ese rasgo tan valorado, es intangible. Lo que hace la diferencia
muchas veces no se ve. Como decía el Principito “lo más importante es
invisible a los ojos”. Los intangibles históricamente han tenido mala
suerte: Cómo no se pueden ver ni tocar, han sido sistemáticamente
menospreciados. Nuestras organizaciones no están diseñadas para gestionar
intangibles. Hablar sobre intangibles es crítico porque es la única
manera de hacer que existan, de lo contrario siguen siendo ignorados. Son
tan decisivos que tu existes gracias a un intangible que es el amor entre
tu padre y tu madre.
Si entre los
intangibles, el conocimiento es el más importante, entre los
conocimientos, la capacidad de comunicar es una de las fundamentales.
Hablamos unas 16 mil palabras al día. Todos sabemos hablar desde
aproximadamente los 2 años. Pero hablar bien es otra cosa muy distinta.
Todo lo que tenemos es lenguaje. Si, también tenemos emociones, pero sin
lenguaje no podemos pensarlas, ni comunicarlas, ni gestionarlas … El lenguaje (no
verbal) también está en el cuerpo. Saber hablar
bien es saber seducir, saber influir, saber alinear, saber reconocer,
saber preguntar, saber apaciguar, saber consensuar y desde luego, saber
escuchar. Y para hablar bien, hace falta mucho conocimiento.
El impacto de
una simple frase (“se ha muerto tu hijo” o “te ha tocado la lotería”) te
puede cambiar la vida. En su libro “Corazón tan blanco”, Javier Marías
expone lo que ocurre cuando escuchas aquello que hubieses preferido no
escuchar. Además del ejemplo, la otra gran herramienta educativa que
tienen los padres son las palabras que van plantando en la mente de sus
hijos desde que nacen. Justo antes de la pandemia, escribí que el
País Vasco tiene un PIB per cápita por encima de Gran Bretaña o Francia y
muy similar a Alemania. Dicho logro se explica sobre todo por su
consideración del trabajo como algo casi “sagrado”. Sin embargo,
cuenta con un enorme margen de mejora en sus capacidades de
comercialización. Los vascos son buenos para trabajar, pero no tan buenos
para dar a conocer y difundir lo que hacen. Para progresar, necesitan
aprender a desarrollar habilidades relacionales que les permitan
potenciar las fortalezas que ya atesoran. Por ejemplo, la colaboración se
sostiene sobre tu habilidad para conectar con otros, para empatizar, ser
confiable… puros intangibles relacionados con el habla. La conversación
es nuestra principal tecnología. Si el conocimiento lo tienen las
personas, dialogar e interactuar es un poderoso mecanismo de transferencia.
Una conversación se puede plantear como un mero intercambio de
información, para argumentar o convencer a la otra parte de lo correcto
de mi posición o para lograr la colaboración, construir nuevo futuro y
consensuar acciones buscando el bien común. Es cierto que el lenguaje se
puede utilizar para manipular o mentir (la epidemia de fake news lo
demuestra). Los políticos, las personas a quienes entregamos la
responsabilidad de dirigir los países, trabajan con las palabras.
Las
historias y la tradición oral fueron las únicas herramientas que
tuvieron nuestros antepasados lejanos para compartir aprendizajes y
mantener viva la memoria cuando no existía la escritura. De hecho, fue el
lenguaje lo que nos permitió comenzar a colaborar en grandes números. La Biblia muestra el
enorme poder de unas palabras que han condicionado la vida de millones de
personas durante 2.000 años. Así como en su
“Ensayo
sobre la ceguera”, Saramago muestra un mundo que pierde la visión ¿os
imagináis qué ocurriría si de repente nos quedásemos sin poder
comunicarnos?
Conclusiones
No hay pensamiento sin tiempo para pensar (Pierre Bourdieu)
Las
cosas están hechas de conocimiento.
Cuando lees esta columna, estás manteniendo un dialogo conmigo.
Posiblemente la estes leyendo en la pantalla de tu computador o tu
teléfono móvil. Si te paras a pensarlo, los elementos de los que están
hechas ambas pantallas, ya sea vidrio, plástico, indio, fósforo,
magnesio, etc. en su momento formaban parte de la naturaleza. El factor
que transformó dichas materias primas en pantallas fue el conocimiento.
Aunque el producto sea tangible, lo que transformó los elementos hasta
crear el producto fue un intangible. El planeta pone a disposición de
todos los seres vivos una larga lista de materias primas. Nosotros somos
los únicos capaces de transformar todos esos elementos en un cohete, un
estadio de futbol, una vacuna o un alimento gracias a nuestro
conocimiento. Nuestra habilidad para pensar y comunicar nos ha permitido
encontrar esas materias, procesarlas, fabricar y vender todo tipo de
productos y servicios ¿Qué rol juegan aquí los hechiceros? Todo ese ciclo
hubiese sido imposible sin la capacidad de nombrar dichos elementos con
palabras, de experimentar con ellos, difundir los resultados de los experimentos,
lograr los permisos para extraerlos, coordinar los trabajos para
procesarlos, desarrollar mecanismos para venderlos, etc. Sin las palabras
nada de ello habría ocurrido. La sofisticación de nuestro lenguaje marca
una diferencia insalvable con el resto de los animales.
En la economía
actual, todos trabajamos con nuestro cerebro. Es nuestra herramienta
fundamental y lo que produce el cerebro es conocimiento. Toma como inputs
las ideas, la información, las experiencias, las emociones, etc. y
mediante un proceso de aprendizaje crea conocimiento. Para que de una
empresa salgan productos o servicios (es decir dinero) el input que entra
es conocimiento procedente de sus colaboradores ¿Con que le “pagas”
a tu empresa? ¿Qué le entregas a cambio del sueldo que te paga?
Conocimiento. Si todos
trabajamos con nuestro cerebro, entonces todos estamos en un negocio de
conocimiento. Cuando hablas, es tu conocimiento quien se manifiesta. El país que obtendrá la supremacía militar en
el futuro no será el que cuente con mayor número de tropas ni siquiera de
armas sino del conocimiento
para desarrollar y fabricar los microchips más potentes.
Se atribuye al presidente de Harvard, Derek Bok, la frase “Si
crees que la educación es cara, prueba con la ignorancia”. Todos invertimos
no pocos recursos en la educación de nuestros hijos y como recordamos
bien, en las aulas sobre todo se habla, se lee, se escribe… Pero ojo porque los
intangibles no son un fin sino un medio, un instrumento para alcanzar los
objetivos. Nos tienen que habilitar para actuar. El conocimiento es acción y no solo verbo y
reflexión. Es imprescindible transformar las ideas y palabras en
realidades que más tarde podemos explicar. Los intangibles son siempre el
punto de partida: primero suele surgir la idea y luego el producto
resultante.
Para aprender del futuro, una empresa necesita
ser buena pensando y eso implica considerar pensar como una actividad
productiva. Hace 1 año, el
campeón del mundo de ajedrez Magnus Carlsen se quejaba que la
vida que llevamos no nos incita a pensar. Estoy pensando reservarme
los viernes como el día de leer, escuchar, escribir y ver y, a fin de
cuentas, de hablar.
El 1 de diciembre en Santiago de Chile realizaremos el taller ”Trayectorias
formativas flexibles y personalización del aprendizaje” para el área
de Innovación Curricular de DUOC UC.
El 8 de diciembre impartiremos la conferencia “Cultura de
Aprendizaje” para Pepsico.
El 9 de diciembre impartiremos una sesión sobre “Tendencias en
gestión del conocimiento” en el marco del Diplomado en Gestión del
Conocimiento de la USACH.
El 13 y el 27 de diciembre, en Cadabra
la magia de aprender, dentro de Abra Laboratorio de Aprendizaje
celebraremos 2 nuevas sesiones sobre “Mejorar nuestra capacidad de
aprender” con José Caraball y
“Cómo aprenden las constructoras” con Alejandro Marinovic, Presidente
de Siena.
El 18 y 19 de enero estaremos en Murcia participando en la Jornada
sobre “Relevo generacional: retos y oportunidades” que organiza la
Dirección General de Función Pública
de la Región de Murcia.
El 16 de febrero en San Sebastián impartiremos la conferencia
inaugural del Rethink Industry 2023 “Hacia un mundo de
organizaciones inteligentes” organizado por la Diputación Foral de Gipuzkoa.
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