La Gestión del Conocimiento en 7 minutos (extracto de entrevista a Jorge Martínez)

 

 

El pasado Jueves 5 de Julio de 2018, Jorge Martínez fue invitado a participar en “El Oficio del Consultor”, programa de conversación sobre prácticas de consultoría que Mundo Consultores comparte en su canal de YouTube, para hablar sobre la Gestión del Conocimiento y otros temas.

Compartimos un extracto en el que Jorge nos explica en palabras sencillas y con ejemplos prácticos, lo que es la Gestión del Conocimiento.

Si deseas escuchar la entrevista completa, haz clic aquí.

Gestión del Conocimiento e Innovación: Seamos mejores personas en nuestras organizaciones

Por Tamara Martínez

La primera recomendación que me hicieron cuando –siendo una chiquilla recién salida de la universidad- entré a trabajar a una organización, fue que cuando enviara correos electrónicos, siempre pusiera en copia a toda persona que pudiese estar involucrada de alguna manera con el tema en cuestión, porque nunca faltaba quien se pudiera “ofender” por no ser incluido/a, u otro/a que pudiera simplemente “ignorar” mi mensaje o requerimiento (en cuyo caso había que poner en copia a la jefatura).

Casi simultáneamente, la segunda recomendación que escuché fue que “me hiciera amiga” de las secretarias. Que, si no lograba contar con su simpatía, todo lo que tuviese que tramitar, me iba a resultar más difícil y lento.

Y la tercera, al poco andar, más que una recomendación fue una premisa: “la información es poder”.

Lo primero lo obedecí al pie de la letra (para tedio de muchos, estoy segura). Lo segundo se me dio simplemente porque mis padres me enseñaron buenos modales. Y lo tercero, lamentablemente, no solo me lo creí, sino que también lo vi y lo viví.

Cada “recomendación” me la dio una persona distinta, y estoy absolutamente convencida de que ninguna tuvo una mala intención de por medio. Estoy segura de que nunca se plantearon siquiera, lo que hay detrás de cada una de esas recomendaciones, lo que tienen en común. Simplemente son prácticas arraigadas en muchas de nuestras culturas organizacionales (probablemente, como estas que llegaron a mis inocentes oídos recién salidos de la universidad, hay cientos de otras), que lamentablemente te enseñan que, para hacer “bien” tu trabajo en una organización, tienes que cuidarte las espaldas, desconfiar, anticiparte al otro, manipular las situaciones y guardarte la información.

Gracias al cielo, por esas vueltas de la vida, comencé a trabajar con personas que me abrieron un mundo nuevo en relación a la gestión: me enseñaron lo que es la gestión del conocimiento, y al poco tiempo, pude conocer también lo que es la gestión de la innovación. Y me encanté. Llevo un tiempo preguntándome por qué, y creo que al fin he dado con la respuesta. Tanto la gestión del conocimiento como la gestión de la innovación, tienen como punto de partida la colaboración y “el compartir”. No un “compartir” como cuando a los niños pequeños le dicen “hay que com-par-tir” a modo de proverbio, sino que un “compartir” que pasa a convertirse en una necesidad básica, una forma de trabajo, algo intrínseco al sistema de gestión en cuestión (ya sea de conocimiento o innovación).

Un sistema de gestión del conocimiento no sobrevive, si es que las personas no comparten y ponen a disposición de la organización lo que saben. Javier siempre hace una analogía tremendamente ilustrativa: mientras que las personas tenemos un cerebro donde almacenar nuestros conocimientos, las organizaciones son en realidad acéfalas, no tienen un cerebro donde almacenar nada, de manera que no saben nada. Dependen 100% del conocimiento de sus integrantes, por lo que un sistema de gestión del conocimiento viene a dotar de un pseudo-cerebro a la organización, al “capturar” esos conocimientos individuales, para sistematizarlos y ponerlos a disposición de la organización, de quien lo requiera y en el momento preciso. Si las personas no comparten lo que saben, la captura de conocimiento se hace prácticamente imposible.

Por su parte, un sistema de gestión de la innovación no dará frutos, si es que las personas no comparten sus ideas ni colaboran entre sí para desarrollarlas, testearlas e implementarlas. En nuestra cultura, tendemos a pensar que compartir una idea –mi idea, la idea que puede resultar ser la idea del millón de dólares– es sinónimo de que me la van a robar. Podemos llegar a ser tan egocéntricos, que creemos que a nadie más se le había ocurrido antes y que solo por decirla en voz alta, al ser tan buena, el otro se va a hacer con ella. Y resulta que la mayor parte de las veces, alguien ya lo había pensado, ya se había intentado desarrollar e implementar, y se había fracasado por algún motivo. Y por guardarse la maravillosa idea, resulta que puedes perderte de conocer esa valiosísima experiencia previa que te puede ayudar a mejorar tu idea y triunfar, o tal vez simplemente a ahorrarte el paso por un camino sin salida. En cualquier caso, lo cierto es que, para innovar, las ideas se tienen que compartir en voz alta y a cuantas personas podamos, para desarrollarlas, mejorarlas y probarlas.

De esta forma, creo que me encanté con los paradigmas de la gestión del conocimiento e innovación, porque nos guían a ser mejores personas, personas transparentes, auténticas y generosas con lo que sabemos y pensamos. Nos recuerdan que avanzar no tiene por qué ser a costa de los demás y que obtener mejores resultados (organizacionales) no es consecuencia exclusiva de la competitividad. No dejemos de lado que las organizaciones que innovan y gestionan su conocimiento, no son mejores organizaciones solo desde el punto de vista del ambiente, la transparencia y el desarrollo personal, sino que, además, está demostrado que obtienen mejores resultados y tienen una mejor capacidad de adaptación frente a entornos cada vez más cambiantes.

Solo para cerrar, llámenme idealista, pero quisiera que en el futuro mis hijos se desenvuelvan en organizaciones en donde primen valores como la transparencia y la empatía. Mal que mal, con las largas jornadas laborales que ostentamos en nuestro país, pasamos casi el 40% de nuestro día en las organizaciones en las que trabajamos. Si descontamos el tiempo que pasamos durmiendo, vemos más a las personas con las que trabajamos que a las personas con las que convivimos. ¿No sería mejor que pasáramos ese largo tiempo en ambientes laborales sanos y transparentes? Pues creo que colaborar y compartir es la clave.

Knowledge Works en Convenio Marco

Knowledge Works adjudicó el Convenio Marco de consultorías en desarrollo y gestión de personas, específicamente bajo el ítem Asesoría y facilitación en mecanismos y metodologías de gestión participativa para el alineamiento organizacional.

De esta manera, desde Diciembre 2016 y por los próximos 6 años de duración del contrato, Knowledge Works podrá prestar servicios a entidades públicas chilenas que requieran asesoría en materia de gestión del conocimiento, trabajo colaborativo, gestión de la innovación, gestión de riesgos o gestión de la calidad.

Desde ya, todos los servicios públicos nos pueden encontrar en el catálogo de Convenios Marco con el ID 1313647.

Lanzamiento de Primera Comunidad de Gestión del Conocimiento en Chile

El pasado 22 de noviembre de 2016, en una iniciativa conjunta de Catenaria y Knowledge Works, se lanzó la primera comunidad de gestión del conocimiento en Chile. Esta comunidad representa un espacio inédito en Chile para el intercambio de experiencias, aprendizaje, y socialización en torno a la gestión del conocimiento, liderado por personas e instituciones interesadas en el tema.

La comunidad ya cuenta con representantes de más de 40 organizaciones, incluyendo 21 instituciones del sector privado (como Movistar, Enersis, Antofagasta Minerals, Transelec, Sigdo Koopers, USACH, DUOC, ENAEX, Mutual de Seguridad, Kibernum, entre otras), 17 organizaciones del sector público (como Codelco, CORFO, Poder Judicial, Aduanas, Ejército, SERCOTEC, Metro, Banco Estado, Consejo de la Transparencia, Chilecompra, Superintendencia de Electricidad y Combustibles, Gendarmería, Comisión Chilena de Energía Nuclear, entre otras) y 2 organismos internacionales (European Southern Observatory y CEPAL).

Los miembros de la Comunidad de Gestión del Conocimiento decidieron mantener sesiones presenciales periódicas, las que se celebrarán cada 2 meses en la sede de alguna de las instituciones participantes de forma rotatoria. Durante la primera reunión que se celebró en la Mutual de Seguridad, y en la que participaron 18 organizaciones, se presentaron los resultados de la Encuesta Mundial de Gestión del Conocimiento. La próxima reunión de la Comunidad se realizará el 17 de enero de 2017 en las oficias de Transelec, en donde Enel (anteriormente Enersis) compartirá su Estrategia de Gestión del Conocimiento.

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Evita tu Atlántida y la pérdida de conocimiento

Por José Luis Álvarez y Jorge Martínez

Uno de los mitos históricos más fascinantes es la existencia de la Atlántida. Según la mitología, más de diez mil años antes de nuestra época, existió un pueblo que vivió en una isla donde se alcanzó un alto nivel de desarrollo, en el arte de la guerra, en lo intelectual, cultural, espiritual y técnico. Nos apasiona la idea de pensar que realmente existió la Atlántida donde la gente vivió en paz y felicidad debido al nivel de desarrollo alcanzado.

Según la mitología, esta isla fue azotada por una catástrofe natural y se sumergió en el océano, donde se perdió todo el conocimiento adquirido. Curiosamente, no han sido pocas las expediciones científicas y militares que han tratado de encontrar esta isla mitológica, todas sin un resultado exitoso. Las motivaciones para encontrar la Atlántida son diversas, pero lo más apasionante es pensar en la posibilidad de rescatar todo el conocimiento perdido, y más aún entender cómo se llegó a ese nivel de desarrollo en esa época.

La existencia de la Atlántida es parte de una historia mitológica, pero nuestro miedo a perder el conocimiento y desarrollo de una sociedad es real. ¿Por qué nos preocupa ? Porque los humanos somos los únicos animales que entendemos el concepto de desarrollo. Hemos sido formados para entender que la sociedad en que vivimos hoy no será necesariamente igual en el futuro. La historia también nos ha enseñado que el camino hacia el desarrollo no es evidente. Cuando miramos hacia atrás en la historia vemos mucho conocimiento y desarrollo social que se ha perdido. Ejemplos claros son la cultura Maya, Inca, entre otras. En resumen, el conocimiento se puede crear, pero también es posible perderlo, ya sea en la sociedad, en las organizaciones o en las empresas.

Existen numerosos ejemplos de grandes organizaciones que, durante las épocas de vacas flacas, deciden ofrecer planes de retiro anticipado (por ejemplo Boeing) o simplemente despiden a cientos de empleados, para ajustarse a su realidad económica. Muchos de esos empleados suelen ser de edad avanzada, con muchos años de experiencia. Generalmente, las organizaciones controlan el gasto que suponen dichos empleados y su nivel de productividad, pero no así el conocimiento que ellos poseen. Y es así que una vez recortado el personal y reducido el gasto, se dan cuenta que muchas de las personas que han despedido tienen un conocimiento valioso, el cual no se encuentra transferido en ninguna parte. Ha sido habitual ver casos en que las empresas han debido parar la producción, recontratar a muchos de los despedidos, o solicitar sus servicios de asesoría.

Existen herramientas, técnicas, metodologías, dirigidas a asegurar que el conocimiento organizacional se mantenga y transfiera a la organización, ya sea en forma física o intangible. Pero para ello es fundamental que la organización defina el conocimiento como un activo más a gestionar, cuyo resultado impacta directamente en los resultados a través de procesos más eficientes. De esta manera, en el momento de ocurrir eventos que impacten negativamente a la organización (tal y como se cuenta le ocurrió a Atlántida con la catástrofe natural), no perderíamos uno de los principales activos de generación de ingresos.

Innovación: Parte de la Naturaleza Humana

Por José Luis Álvarez

La pregunta sobre innovación en las organizaciones y empresas, se puede dividir en dos grandes áreas. Por un lado, existe el desarrollo teórico a largo plazo que está en el área político-ideológica. En contraposición, existe un aspecto más práctico y directo que está en el área político-económica.

Cuando hablamos de ideas, capacidad creativa, capacidad de construcción, hablamos de personas. Innovación es la característica más humana de las manifestaciones económicas. Es una actividad que no podemos delegar a las máquinas, a rutinas o a agendas. Innovación se trata de pensar y actuar de forma diferente a lo que se ha hecho anteriormente. Es difícil imaginar algo mas humano que esto.

Las personas pensamos. Eso es lo que hacemos. La capacidad de pensar y generar nuevas ideas es nuestra gran ventaja biológica. Los humanos tenemos muchas debilidades: nuestros dientes son miserables, no podemos correr especialmente rápido, tampoco somos buenos nadadores, nos congelamos a bajas temperaturas, nos es difícil trabajar duro en climas muy calurosos. Tampoco somos especialmente hábiles para treparnos en los árboles o camuflarnos en la naturaleza. En general, los humanos estamos pobremente dotados para hacer grandes esfuerzos físicos, pero estamos dotados de un gran cerebro.

Los peces nadan, los pájaros vuelan, los humanos pensamos, creamos e innovamos. Pensar no es algo que las personas hagamos porque nos gusta, lo hacemos porque es nuestra forma de sobrevivir.

No es posible estar a favor o en contra de la innovación, porque innovar es algo que los humanos hacemos en forma natural. Constantemente estamos buscando nuevas formas de hacer las cosas, nuevas opciones para dar forma a las cosas, nuevas cosas que hacer. Las personas tenemos la capacidad de cuestionarnos a nosotros mismos, capacidad que ningún otro animal tiene.

Otra característica de las personas es nuestra capacidad para entender que el entorno en que vivimos hoy no será necesariamente el mismo mañana, por lo tanto estamos preparados para el cambio, para adaptarnos rápidamente a entornos diferentes. Podemos movernos a otros lugares, aprender nuevos idiomas y aprender a vivir en otras culturas.

La primera piedra fundamental de una política de innovación es permitir a las personas ser personas, permitir y estimular la autonomía de pensamiento. Las organizaciones y empresas deben creer en la capacidad de las personas de crear nuevas ideas y de transformar estas ideas en aplicaciones reales y útiles para las empresas y la sociedad.

Cuando hablamos de innovación, lo hacemos sobre nuevas ideas aplicadas en beneficio de las personas, por lo que es necesario abordarlas desde una perspectiva mas amplia, mas humana. Cuando decimos que queremos una sociedad más innovadora no basta con estimular la investigación científica, el desarrollo tecnológico o con fomentar la especialización en posgrados y doctorados en áreas afines a la tecnología. Resulta igualmente importante estimular la creación musical, los colores, las formas, los sonidos, el movimiento, las comunicaciones, etc. Muchas de las grandes innovaciones del último decenio están en el área de la interacción máquina-persona. En esta área el sector cultural ha sido incansable en la inyección de nuevas innovaciones que están cambiando nuestro actual estilo de vida digital. Al pensar en la contribución del arte en el desarrollo tecnológico, es imposible no recordar a Steve Jobs, fundador de Apple, quien en un charla a las estudiantes de la universidad de Stanford titulada “Conectando los puntos”, dijo que la idea de crear un computador con una interfaz amigable para los usuarios la había tenido mientras estudiaba un curso de caligrafía en la universidad. Este tipo de interfaz amistoso fue el legado de Apple a la revolución en tecnologías de la información.

Finalmente queda la pregunta ¿cómo pueden las organizaciones y empresas estimular la innovación?. La idea “la necesidad es la madre de la invención” la preconizaba Platón en su obra La República. En principio, la falta de recursos lleva inevitablemente a inventar y agudizar el ingenio, pero también se puede pensar lo contrario, es decir que solamente con amplios recursos y fondos económicos se obtienen los resultados.

Las organizaciones que quieren innovar buscan personas creativas que piensen de manera diferente, de manera no convencional, fuera de la caja. Por lo general este tipo de personas también se comportan de manera no convencional, fuera de la caja, por lo tanto en este contexto, ser creativo se convierte en un riesgo social. Las organizaciones tienen que ser capaces de integrar socialmente a todo tipo de personas.

Hoy por hoy hay suficiente experiencia práctica acumulada para asegurar que la innovación necesita estimulación y políticas bien dirigidas.

Hay que permitir a las personas ser humanas, estimular la búsqueda de nuevas soluciones a problemas antiguos. Crear una cultura organizacional en la que lo único constante es el cambio.

El riesgo de no gestionar los riesgos

Por Julián Laski

Hace un par de años, me encontré ante el desafío de llevar a cabo la auditoría de una importante entidad pública latinoamericana. Cuando digo “importante”, me refiero al tamaño de la institución, su carácter estratégico y el volumen de sus operaciones, con una cantidad de recursos – financieros, humanos y tecnológicos – acordes a su envergadura.

Unos meses antes de comenzar las tareas, me sorprendí al leer un correo electrónico enviado por el área de Sistemas de la institución, donde se solicitaba que informe qué computadoras ingresarían a la entidad por parte del equipo auditor, especificando la marca, modelo y número de serie de los dispositivos. Debo admitir que, en ese momento, quedé impresionado: imaginé que, si me pedían esos datos con semejante anticipación, me encontraría con una entidad que tendría una estructura de control robusta, lo cual no es tan habitual en el sector público de la región.

Hasta que llegó el día: tuve mi primera reunión en la entidad, a la cual fui, claro está, con mi computadora – la misma que había declarado unos meses antes. Apenas llegué, me encontré con un puesto de seguridad en el cual un guardia me pidió que muestre la laptop con la cual estaba ingresando. “Qué bien, ahora, van a cotejar la información con la que indiqué hace unos meses”, pensé. Pero en ese momento me empecé a percatar de que, una vez más, no todo lo que reluce es oro: el empleado de seguridad comenzó a tomar nota de los datos de la computadora a mano en una planilla, donde en lugar de escribir el número de serie, anotó la licencia del sistema operativo, cuya etiqueta estaba pegada en la parte posterior de la laptop. “No importa, luego lo revisará e indagará acerca de la inconsistencia”, me dije… Pero no, eso jamás pasó. Y tampoco me solicitaron la computadora al salir. Ni al día siguiente: como el guardia me conocía, se limitó a preguntarme si traía la misma laptop que el día anterior, y como le dije que sí, en mis sucesivas entradas ya ni siquiera me consultó al respecto. Y, al no controlarme en la salida, nadie analizó la posibilidad de que estuviera llevándome algo mucho más valioso que una computadora (que bien podía ser la mía, u otra): la información de la institución.

Esta situación encendió mis señales de alarma – como todo auditor, soy escéptico por naturaleza – respecto del análisis de riesgos por parte de la entidad pública. Por ello, pedí hablar con el responsable del área de riesgos. La respuesta fue terminante: allí no había un jefe de riesgos, sino que era el gerente financiero quien se ocupaba de los seguros. Es decir, se asumía que la contratación de seguros era la única respuesta al riesgo posible. Casi resignado, me junté con el gerente financiero, y le pregunté por los seguros que tenían contratados. “Aquí invertimos más dinero en seguros todos los años, porque queremos estar tranquilos”, me dijo. Cuando le pregunté por el tipo de siniestros para los cuales tenían un seguro vigente, me di cuenta de que no abarcaban ni la mitad de los posibles eventos para los cuales se podía contratar una cobertura. El posterior resultado de la auditoría de los seguros fue lapidario, y casi le cuesta el puesto al gerente financiero, que estaba tan tranquilo por simplemente gastar dinero…

¿Alcanza el seguro como una respuesta al riesgo? No, claramente. ¿Es suficiente saber que se invierten muchos recursos en cobertura para dormir tranquilo? Menos aún. Una organización que gestiona sus riesgos de manera efectiva debe:

  • Listar los posibles riesgos, financieros y no financieros, a los que se encuentra expuesta. Por ello, no suele ser aconsejable que sea un gerente financiero quien se responsabilice por la gestión de los riesgos. No existen riesgos inverosímiles ni eventos absolutamente inesperados; si no, pensemos en el atentado contra las Torres Gemelas, por caso.
  • Valorar adecuadamente, mediante herramientas cualitativas y cuantitativas, la probabilidad y el impacto de los eventos que pudieran afectar la consecución de sus objetivos. ¡No todos los riesgos son igual de importantes! Para la entidad, tiene un impacto mucho mayor que alguien se lleve, por el medio que sea, una base de datos sin permiso, que la posibilidad de que un funcionario o visitante ingrese con una computadora y salga con otra.
  • Diseñar e implementar respuestas al riesgo adecuadas, donde no sólo se contemple la cobertura mediante seguros, sino también la mitigación, la posibilidad de evitar el riesgo y, en algunos casos, incluso la necesidad de aceptar el riesgo. No podemos tomar medidas frente a todos los riesgos, pero debemos conocerlos y ser conscientes de los mismos. Si existe la posibilidad de que llueva, y nuestro objetivo es ir a ver un partido de fútbol de Atlanta, al aire libre, ¿qué podemos hacer, además de esperar que el cielo no se nuble?
  • Verificar que las medidas adoptadas son eficaces, y monitorear la estrategia frente al riesgo. Un riesgo puede ser importante en un momento, y dejar de serlo después. Hace un tiempo atrás, el activo fijo era lo más importante para una organización; hoy, el conocimiento, y la información, son mucho más críticos, por lo cual las medidas frente al riesgo deben necesariamente ser revisadas de manera periódica.
  • En el caso específico de los seguros, realizar una auditoría de los mismos, a fin de determinar si se cubren adecuadamente los siniestros y si la relación costo – beneficio del control es adecuada. ¿De qué sirve invertir dinero, si no se contemplan los eventos que pueden afectar a la institución de manera adecuada?

El día en que terminaba mi trabajo en la institución, al salir, fui a hablar con el guardia que me había recibido el primer día. Le pregunté por la famosa hoja donde había tomado nota de los datos de mi computadora y si bien al principio me miró con desconfianza, como ya habíamos entablado una relación cordial al saludarnos todos los días, finalmente me dijo que la guardaba, que estaba bien archivada, y que me la mostraría. Cuando le pregunté para qué había anotado los datos, me dijo algo muy simple: “yo sólo hago lo que el guardia que trabajaba antes que yo me dijo que tenía que hacer”…

Cuando los controles impiden concretar un negocio

Por Julián Laski

Hace unas semanas recibí, como muchas otras veces, un llamado por parte del call center de un importante y reconocido banco comercial, a través del cual me ofrecían una tarjeta de crédito. Si bien no suelo estar interesado en este tipo de propuestas, donde la “letra chica” suele esconder alguna trampa (y algún costo), en esta oportunidad mi curiosidad pudo más. Y, prestando atención, pensé que se trataba de una buena chance, por lo que decidí preguntar qué requisitos en cuanto a documentación se necesitaban para proseguir con el trámite. Cuando me dijeron que sólo precisaban la copia de mi documento, opté por aceptar y proceder a gestionar la emisión de la tarjeta.

A partir de allí, la operadora del call center, siguiendo el manual en el cual seguramente fue capacitado, comenzó a solicitar los datos básicos que, intuyo, estaría rellenando en un sistema: nombre completo, fecha de nacimiento, ocupación, etc. Hasta que, en un momento, llegamos a la pregunta clave, el punto de discordia: “¿Usted no es sujeto obligado en materia de prevención de lavado de dinero y financiamiento del terrorismo, no?”. La forma en que formuló la pregunta, seré sincero, tentaba a decir que no, pero pensé que correspondía decir la verdad, por lo que le dije que en mi condición de auditor externo de estados financieros de compañías con activos superiores a $ 10.000.000 (diez millones de pesos), soy sujeto obligado en materia de prevención de lavado de activos. Para los que no estén familiarizados con la materia, ser sujeto obligado no es más que estar incluido en una lista de personas físicas o jurídicas que, por su trabajo o profesión, deben reportar una operación sospechosa vinculada con el lavado de dinero y financiamiento del terrorismo, sin que ello signifique nada en particular. Es algo así como un árbitro asistente en el fútbol: debe indicarle al juez del encuentro si observa alguna falta durante el juego. Pero para la operadora del call center, seguramente por desconocimiento, mi respuesta despertó alarmas y sospechas en virtud de lo que su procedimiento indicaba. Por eso, hasta allí, la charla, que se desarrollaba en un tono cordial, dio un vuelco inimaginable: en primera instancia, la operadora del call center me dijo que, directamente, no podría solicitar la tarjeta y que el trámite no podría proceder. Cuando le pregunté el motivo, me dijo que era porque yo estaba encuadrado en la Ley 25.246 de lavado de activos de origen delictivo.

Aunque no me quitaba el sueño obtener la tarjeta (de hecho, me la estaban ofreciendo, yo no la estaba solicitando), me molestó la situación, y le dije a mi interlocutora que en realidad era un sujeto obligado, no un prófugo ni un sospechoso de la justicia. Acto seguido, pidió un momento para hablar con su superior mientras yo esperaba en la línea, cosa que sucedió por aproximadamente 20 minutos, durante los cuales me vi tentado a interrumpir la comunicación telefónica en varias oportunidades, a fin de continuar con mi trabajo. Luego, se reanudó la llamada, y el supervisor del call center me manifestó que me llamarían al día siguiente para ver “cómo seguíamos”, ya que, según reconoció, el sistema impedía continuar con el trámite cuando la respuesta a la pregunta “¿Sujeto obligado?” era un sí, debido a que el banco tenía controles internos estrictos y deseaba asegurar que sus clientes fueran sometidos a un proceso de estricta revisión previa.

La situación indicada en este artículo, donde una gestión comercial se vio obstaculizada por una supuesta necesidad de apego a los controles internos, muestra que sólo se considera una cara de la moneda, uno solo de los tres objetivos de los modelos de control interno, que consiste en cumplir con leyes y normas aplicables (en este caso, un manual de procedimientos). Así, se deja de lado el primero de los mencionados objetivos de todo sistema de control, que es lograr operaciones eficaces y eficientes. Al fin y al cabo, si un banco – una empresa con fines de lucro – no vende sus productos financieros, ¿cómo logra sus metas? Incluso, uno podría plantearse cómo es que el banco otorga sin problemas ni análisis de tipo crediticio una tarjeta a un cliente que no es sujeto obligado, pero si lo es, aunque tenga la mejor situación patrimonial, el trámite se interrumpe… Curioso, sin dudas. Pero todo sea con tal de cumplir con lo que el manual de procedimientos indica.

Al día siguiente de la primera conversación telefónica que tuve con la operadora del call center, recibí un llamado de otro empleado del banco, quien me dijo que “pese a ser sujeto obligado” – otra vez, como si fuera un pecado-, podrían procesar mi solicitud – yo no pedí nada, el banco era quien lo ofrecía – si yo me presentaba en la sucursal del banco y entregaba una serie de documentos a los que, creo, sólo les faltaba mi partida de nacimiento: documento de identidad, comprobantes de ingresos, inscripción como sujeto obligado, últimos pagos de impuestos, declaraciones juradas… Papeles que, por cierto, no les son requeridos a las demás personas a las que les ofrecen el mismo producto financiero. Por supuesto, decidí dejar de lado el asunto, y no proseguir con el engorroso trámite; así, el banco se ajustó a sus procedimientos pero se perdió la posibilidad de concretar una venta.

La situación refleja un error común en la concepción del control por parte de las organizaciones: un mejor control no es tener procedimientos más rigurosos, ni seguir al pie de la letra lo que un manual señala. Las organizaciones más “controladas” no son las que más procedimientos tienen, sino las que desarrollan una mejor gestión bajo ciertas condiciones que entreguen un grado de seguridad razonable a sus accionistas y directivos. A la hora de implementar controles internos efectivos de acuerdo a los marcos modernos, es importante concebir la integración de las diferentes categorías de objetivos del control, procurando en todo momento optimizar la gestión y obtener resultados. Al cabo, el control interno tiene sentido si se cumplen los tres objetivos, y no uno solo de ellos. Dicho de otra manera, el control interno será exitoso si se vincula con los principios de buena gestión y si, de esa manera, agrega valor a las organizaciones.

A todo esto, menos mal que la operadora del call center no me preguntó por mi esposa: si les decía que también es sujeto obligado, creo que directamente hubiera llamado a la policía para denunciarme…

Mejorando el servicio y la seguridad a través de la Gestión del Conocimiento en el Aeropuerto de Miami

Por Jorge Martínez

Imagine que emprende un viaje haciendo escala en Miami para ir a otro país. Después de un largo viaje, con el cansancio en el cuerpo, cuando está a punto de pasar inmigración para entrar a los Estados Unidos, le dicen que no puede pasar, que tiene que ir a una sala especial en donde es sometido a un nuevo control, sin que nadie le explique las razones ni cuanto tardará. Media hora más tarde, le llaman por su nombre, le entregan el pasaporte, y le dicen que se puede ir. Cero explicaciones.

Ahora imagine que, cuatro días más tarde, cuando hace escala en el mismo lugar en su viaje de regreso, le ocurre exactamente lo mismo. Solo que esta vez su cansancio es mayor, las filas que ya ha debido soportar son aún más largas, y la posibilidad de perder el vuelo de conexión realmente inminente.

Pues bien, esto me ocurrió hace unas semanas y, pese a quejarme, nunca logré que me dieran una explicación, ni menos una disculpa. Deduzco que, al igual que hace unos años, confundieron mi nombre y primer apellido con el de un delincuente con orden de captura internacional. Es evidente que la situación de inseguridad internacional y la amenaza terrorista obligan a elevar los niveles de alerta, sobre todo en Estados Unidos, que es un objetivo declarado. Pero al menos en mi caso, habría bastado con mirar mi segundo apellido para ahorrarme a mí la molestia y al gobierno de Estados Unidos el uso de recursos en una tarea inútil e innecesaria. Si junto con los niveles de alerta, se hubiera incrementado la eficacia de los sistemas de identificación de terroristas y criminales, tal vez yo estaría contando otra historia. Sin embargo no puede evitar preguntarme lo siguiente:

  • De qué servirá sacarse el ESTA (la Autorización Electrónica de Viaje emitida por el Departamento de Seguridad Nacional con anterioridad a viajar y válida por 2 años). Primer control.
  • De qué servirá que al llegar al aeropuerto de Miami, para los portadores de ESTA, te obliguen a ir directamente a una máquina en la que debes de escanear tu pasaporte, sacarte una foto, tomar tus huellas dactilares y hacer una declaración automática. Segundo control.
  • De que servirá pasar por un Oficial de Inmigración quién te vuelve a tomar foto, huellas dactilares y alguna que otra pregunta sobre tus intenciones en Estados Unidos. Tercer control.

¿De qué sirven todos estos controles, si finalmente el último eslabón de la cadena ignora todos los controles anteriores y terminas encerrado en una sala como un delincuente? Parece increíble que después de tantos años viajando a Estados Unidos, y de haber residido legalmente en ese país por más de tres años, me sigan confundiendo con alguien que no soy. Algo no está funcionando bien.

Desde el punto de vista de los controles internos y la gestión del conocimiento del Departamento de Seguridad Nacional, el alto número de controles que se requieren para cada pasajero “sospechoso” es altamente ineficiente (por no hablar de la incomodidad que genera en el visitante). Esto dado que se están utilizando recursos escasos (Oficiales de Inmigración, Máquinas) para realizar el mismo trabajo varias veces. Pero lo peor de todo es que si cada vez que una misma persona extranjera visita Estados Unidos es necesario realizar varios controles, muchos de ellos idénticos, a pesar de contar ya con una autorización previa por parte del Departamento de Seguridad Nacional, quiere decir que no se está almacenando esta información, y que cada vez que alguien visita Estados Unidos es como si lo hiciera por primera vez, con lo cual se está desaprovechando muchísima información valiosa, que si se almacenara, ahorraría mucho tiempo y dinero.

Esto me recuerda mucho a una de las conclusiones del informe de la Comisión Nacional que a petición del Presidente y del Congreso de los Estados Unidos, investigó los ataques terroristas del 11 de Septiembre (http://www.9-11commission.gov/report/) . En dicho informe se indicaba que otra importante agencia federal de seguridad en Estados Unidos, el FBI, “no tenía un esfuerzo efectivo de recogida de inteligencia. La recogida de inteligencia por parte de los recursos humanos era limitada, y los agentes no estaban entrenados adecuadamente..…El FBI carecía de la capacidad de saber lo que sabía, no había ningún mecanismo efectivo para capturar y compartir su conocimiento institucional. Los agentes del FBI creaban registros de las entrevistas y otros esfuerzos investigativos, pero no había oficiales que condensaran la información en inteligencia con sentido que pudiera ser encontrada y diseminada.”

Estas señales de controles ineficientes o falta de gestión de conocimiento en instituciones públicas de seguridad en el país más avanzado del mundo nos recuerdan que en todas partes cuecen habas. ¿Alguna vez has vivido en carne propia una situación similar que podría haberse evitado con una mejor gestión del conocimiento?

Banco Mundial reune en Santiago a Gobiernos e Instituciones de desarrollo para impulsar una comunidad colaborativa que sistematice experiencias en la implementación de reformas

Entre entre el 11 y 13 de enero participamos en un taller organizado en Santiago de Chile por el Global Delivery Initiative (GDI) del Banco Mundial denominado “Aprendiendo, Iterando y Adaptándose para Lograr Resultados” al que asistieron, entre otros, el BID, la CEPAL, USAID, GIZ, AECID y representantes de los gobiernos de Chile, México, Paraguay, Argentina y China.

La GDI es una iniciativa que busca generar un conocimiento colectivo y acumulativo a través de la sistematización de experiencias en relación con la implementación de programas de reforma y desarrollo internacional.

El objetivo del taller de 2 días de duración fue compartir experiencias sobre cómo los gobiernos e instituciones de desarrollo están realizando y sistematizando algunas de sus reformas, y el de crear un espacio y grupo permanente de colaboración e intercambio en relación con los retos de la implementación y los diversos enfoques que han funcionado o no, para aprender de ellos.

Javier Martínez, de Knowledge Works, participó realizando una entrevista a Andrés Palma, Secretario Ejecutivo de la Reforma Educacional de Chile, en relación con el proceso de transformación que está impulsando Chile en la materia, y las lecciones aprendidas y conocimientos derivados de dicho proceso.

Nuestra experiencia internacional en el área de implementación de programas de reforma en diversas instituciones públicas de Latinoamérica (República Dominicana, Honduras, Haití, Nicaragua, Guatemala, Chile, Argentina, Venezuela, México, Guayana, Costa Rica) nos ha permitido comprobar en terreno las enormes posibilidades que ofrece el compartir conocimiento acumulado en otros países para avanzar en modelos de implementación más efectivos. Si bien, ninguna receta es 100% replicable y debe ser adaptada a cada país y situación, existen muchas lecciones aprendidas que podrían ahorrar cientos de millones de dólares si solamente se establecieran los canales para compartir el conocimiento, algo que esta realmente al alcance de muchos. Solamente se necesita un poco de voluntad política e interés por aprender de otros.

Hace unos años, apoyamos al Consejo de la Transparencia de Chile, con financiación del Banco Mundial, en el establecimiento de la Red de Transparencia y Acceso a la Información, red de intercambio de conocimiento y generación de buenas prácticas, junto con sus instituciones homólogas en Canadá, México, Bolivia, Perú y Uruguay. Los beneficios obtenidos por las instituciones que integran esta red despertaron el interés de otros países de la región, alcanzando en la actualidad a instituciones similares en un total de 9 países.