E D I C I Ó N - N ° 188 - NOVIEMBRE - 2 0 2 1

 

 

 

 

Los componentes del aprendizaje
Javier Martínez Aldanondo
Socio Cultura de Aprendizaje en Knowledge Works
javier@kworks.cl y javier.martinez@knoco.com

www.javiermartinezaldanondo.com

Twitter: @javitomar – Instagram: @javiermartinezaldanondo

 

 

El problema no es que la gente carezca de educación. El problema es que las personas están lo suficientemente educadas para creer lo que se les ha enseñado y no lo suficientemente educadas para cuestionar nada de lo que se les ha enseñado” (Richard Feynman, nobel de Física 1965).

 

En la quinta sesión de CADABRA, la Magia de Aprender (espacio que forma parte de Abra Laboratorio de Aprendizaje), propuse a los participantes una doble hipótesis: El aprendizaje es la habilidad más importante, pero al mismo tiempo, no existe consenso sobre qué significa aprender. Si preguntas a 20 personas, cada una tiene una definición diferente de lo que entienden por aprender. Por ello, nos dividimos en 4 grupos para tratar de consensuar una definición conjunta. El resultado fue: Aprender es un PROCESO continuo (consciente o inconsciente) basado en la EXPERIENCIA por el que producimos CONOCIMIENTOS que nos permiten SER, DECIDIR y ACTUAR. Acabamos de celebrar la sexta sesión de CADABRA en la que hemos analizado cuáles son los componentes que intervienen en el proceso de aprendizaje. Para hacerlo más comprensible, los he dividido en 2 grandes bloques: los impulsores (aquellos que conducen hacia el aprendizaje) y los detonantes (que producen el aprendizaje).

 

LOS IMPULSORES (Aprender Antes)

1. La Curiosidad. La primera sesión de Cadabra trató justamente sobre la curiosidad e invité a Alfons Cornella. Ser curioso significa tener interés por las cosas, deseo de saber, inquietud intelectual, estar dispuesto al asombro, a asomarnos más allá de lo que ya conocemos. La curiosidad es el hambre de conocimiento y curiosamente, ambos comparten regiones cerebrales (son los 2 responsables de nuestra evolución y supervivencia). El cerebro soporta muy mal el aburrimiento (y de ello se aprovechan las redes sociales) pero la curiosidad y la vida demandan energía. La curiosidad es el antecesor de la imaginación, la capacidad que juega un papel clave para aprender del futuro.

2. La Observación. La anécdota de Newton y las manzanas demuestra que observar implica prestar atención a las cosas que ocurren a nuestro alrededor. Cuando eres consciente, puedes detectar situaciones que, aunque están a la vista de todos, pasan desapercibidas: identificas discrepancias, patrones, oportunidades... Al contrario de lo que ocurría históricamente, la información ha dejado de ser un bien escaso, hoy lo escaso es la atención.

3. Las Preguntas. Aunque el sistema educativo siga sin reconocerlo, para aprender hay que hacerse preguntas (en lugar de responder correctamente preguntas que no son tuyas). La curiosidad se expresa a través de una pregunta. Las preguntas incomodan porque desafían lo establecido (Sócrates lo sufrió en carne propia). Cuando alguien hace una pregunta, es señal inequívoca de que está pensando. Todos los niños son máquinas de preguntar. Mientras aprender se basa en preguntas, enseñar se basa en respuestas. Por eso, el objetivo de la educación es inducir a hacerte las preguntas adecuadas. Tu capacidad de aprender depende de las preguntas que te haces.

4. La Motivación. Los motivos que nos impulsan a actuar son básicamente dos: lo que nos interesa y/o lo que nos importa. Cuando algo nos interesa o nos importa lo suficiente, somos capaces de aprender cualquier cosa como esta abuela mexicana de 96 años. Nadie necesitó que nos obligaran para aprender a caminar o hablar. La motivación es la energía que mueve el aprendizaje. Siempre pongo como ejemplo la oscarizada película “El discurso del Rey” cuyo punto de partida es un “aprendedor motivado”, un rey del imperio británico con un elevadísimo nivel de motivación por aprender a hablar en público porque es tartamudo y tiene que dirigirse por radio a sus súbditos en plena segunda guerra mundial mientras sufren los bombardeos de la Alemania nazi.

5. La Ignorancia y la humildad. El principal enemigo del aprendizaje es el ego, la arrogancia de creer que lo sé todo y por tanto no necesito aprender. De hecho, el conocimiento es uno de los principales enemigos del aprendizaje. Si soy exitoso y me va bien ¿para qué seguir aprendiendo? Solo progresamos y mejoramos cuando somos conscientes de lo que no sabemos. Reconocer ignorancia (sobre todo públicamente) es un acto de valentía. Nunca debemos olvidar que estamos aquí gracias a los aprendizajes que nos legaron las generaciones anteriores.

6. Los Objetivos. Aprender es siempre un medio para lograr un fin ¿Para qué aprendemos? Para alcanzar un objetivo que nos importa. Y nos tiene que importar a nosotros y no a nuestro jefe, profesor o padre. Estás preparado para aprender cuando no sabes algo que necesitas para alcanzar el objetivo que te interesa. El aprendizaje entonces ocurre cuando alguien quiere aprender y no cuando alguien quiere enseñar. Si queremos sacarle partido al aprendizaje, necesitamos intención (voluntad de conseguir algo) y consciencia (de lo que aprendes y de lo que debes aprender). Aprender nos conecta con el futuro.

7. Las Expectativas. Las personas somos nuestra historia, el resultado de nuestro pasado. Y en función de lo que hemos aprendido, tenemos expectativas respecto de lo que va a pasar. La principal misión del cerebro (para asegurar nuestra supervivencia) es tratar de predecir el futuro. Siempre pongo este ejemplo: Imagina que un buen amigo, que vive desde hace años aislado de la civilización, te avisa que viene a visitarte y le invitas a comer a un Mc Donalds. Tu amigo sabe lo que es un restaurant, pero jamás ha pisado un local de comida rápida. Cuando entráis al Mc Donalds, tu amigo queda descolocado al comprobar que nadie le recibe en la puerta, ni le lleva a una mesa, ni le trae la carta con el menú, ni le recomienda un vino… Todo lo contrario, tiene que hacer la cola de pie, descifrar el menú en un panel, pagar antes de comer, llevarse la comida en una bandeja y recogerla al finalizar, comer sin cubiertos… Sus expectativas saltan en mil pedazos y es en ese momento cuando se dispara la posibilidad de aprender.

 

LOS DETONANTES (Aprender Durante)

8. La Acción. Aprender lo que no sabemos nos obliga a actuar, a hacer algo (físico o mental) para lograrlo. Si permanezco pasivo, no puedo saciar mi curiosidad, no puedo encauzar mi motivación ni lograr mis objetivos y, por tanto, no aprendo. Por eso, si queremos que alguien aprenda, le tenemos que proponer actividades y no contenidos (que es lo que, por comodidad, hacemos en las aulas). En su libro “A thousand brains” el neurocientífico Jeff Hawkins insiste en que el aprendizaje está íntimamente ligado al movimiento. La biología sostiene que el cerebro se desarrolla gracias al movimiento. Cuando aprendo, decido cambiar algunas cosas, pero también mantener otras. El aprendizaje por tanto en un proceso y no un suceso, es un estado continuo y no un acto puntal. Aprender es un flujo dinámico y permanente.

9. La Práctica. Pasar a la acción hace evidente que aprendemos haciendo y, por tanto, no es suficiente con leer, escuchar o ver. En mi opinión, aprender sin hacer no es aprender, es otra cosa diferente. Aprender está relacionado con la experiencia propia mientras la información está relacionada con la experiencia de otros. De hecho, nos damos cuenta de que de verdad hemos aprendido algo cuando lo aplicamos. Es hora de derribar el paradigma dominante que considera que estudiar y aprender son sinónimos. Aprender haciendo es lo natural para los seres vivos, así aprendimos a caminar, hablar, comer, etc. Para aprender hay que practicar y para practicar hay que repetir y repetir durante mucho tiempo. Y claro, repetir es aburrido y demanda esfuerzo. Solo cuando algo te motiva te vuelves suficientemente persistente como para aguantar ese sacrificio. En un paradigma de aprender haciendo, el profesor es secundario porque el que tienes que hacer eres tú. El rol del profesor consiste en diseñar actividades para que tu actúes y aprendas, ayudarte cuando lo necesitas y darte feedback. En el paradigma de aprender escuchando, el profesor es el epicentro porque es el “dueño” del conocimiento.

10. El Error y la Confusión. Si aprendemos haciendo, hacer conlleva riesgo de equivocarse. El error (en algo que te motiva) es el principal elemento de aprendizaje. Un error es un resultado distinto al que esperábamos y por tanto supone una sorpresa. Si somos un conjunto de expectativas, el error supone es entonces la ruptura de esas expectativas. Si una mañana no amanece, mi expectativa falla y en ese mismo instante se gatilla la posibilidad de aprender porque necesito entender imperiosamente por qué no ocurrió lo que debía. El aprendizaje entonces surge de la confusión. Para que aprendas, necesito desestabilizarte, que te des cuenta de que no sabes y necesitas saber para recobrar el equilibrio.

11. La Reflexión. “Dad al alumno algo que hacer y no algo que aprender, ya que el hacer tiene tal potencia que exige reflexionar” (John Dewey). El error no enseña nada si no somos capaces de reflexionar para tratar de evitar que se repita. El dolor de un error pone en marcha procesos reflexivos que el placer no es capaz de provocar. La razón es simple: nos importa más evitar el sufrimiento, por eso siempre se hace más énfasis en lo negativo que en lo positivo. La buena noticia es que el error nos invita a reflexionar y nos conduce automáticamente hacia la pregunta fundamental: ¿Por qué? Jean Piaget defendía que “el segundo objetivo de la educación es formar mentes que sean críticas, que puedan verificar y no aceptar todo lo que se les ofrece”. Es decir, pensar exige cuestionar y no aceptar sin rechistar lo que recibimos.

12. Personal y Colectivo. El aprendizaje es personal e intransferible. El aprendizaje ocurre al interior de cada persona, en su cuerpo. Nadie puede aprender por ti igual que nadie puede comer ni dormir por ti. Y eso implica reconocer que la responsabilidad de aprender es mía y de nadie más. Sin embargo, no es un acto individual sino colectivo. Ningún recién nacido puede aprender solo sin la ayuda de adultos. El ser humano ha progresado gracias a su capacidad de colaborar. Nadie tiene todo el conocimiento y si tuvieras que aprender todo por tu cuenta, apenas podrías avanzar. Cuando has cometido un error, el feedback de alguien con más experiencia se vuelve crítico. El lenguaje ha tenido un papel esencial como acelerador del aprendizaje y las conversaciones son el principal mecanismo por el que compartimos conocimiento. Las historias son la tecnología más antigua para aprender y que nuestros antepasados utilizaban para transmitir oralmente los conocimientos de generación en generación.

13. La Memoria/Recordar. Si no eres capaz de resolver una integral, reconócelo: no aprendiste (no importa que hace 30 años supieses cómo hacerlo). Si mi amigo al entrar al Burger King olvida lo que le ocurrió una semana antes en McDonalds, no aprendió nada. Por eso mi definición de aprender incluye “almacenar en la memoria experiencia reutilizable en el futuro”. La forma en que recordamos define la inteligencia. Aprender exige recordar y las personas recordamos las experiencias que vivimos y no los cursos que hacemos (ni los artículos que leemos). Ojo, me refiero a la memoria como el “lugar” donde se almacenan nuestras experiencias que es muy distinto de aprender de memoria (sin entender). Cada vez que aprendes, tu memoria se modifica con una nueva experiencia. ¿Qué hace que una experiencia sea memorable? Sobre todo, las emociones.

14. Las emociones. Existe suficiente evidencia del papel de las emociones en relación al aprendizaje. Hace 3 años dediqué una columna a este asunto. Si decíamos que aprender exige recordar, recordamos mejor aquello que nos dejó un mayor impacto, una profunda huella emocional. Los recuerdos están siempre ligados a emociones, a vivencias y por eso, ninguno va a olvidar la pandemia ni el ataque a las torres gemelas, aunque nadie haya tenido que hacer ningún curso al respecto. Han sido experiencias inolvidables que todos hemos vivido.

15. El Tiempo. Para aprender, además de motivación y práctica, se requiere tiempo, quizás el elemento más esquivo en una sociedad que tiene demasiada prisa y muy poca paciencia. Pero nada valioso se aprende de un día para otro. Malcolm Gladwell popularizó la regla de las 10.000 horas de práctica para desarrollar un buen nivel de expertise. La gran excusa para no aprender es “no tengo tiempo” que es lo mismo que decir no tengo tiempo para dormir o comer o estoy tan ocupado manejando, que no puedo parar a poner bencina. El aprendizaje es siempre una buena inversión, pero no es gratis: te promete resultados, pero a cambio te pide tiempo. El problema es que aprender rinde frutos a largo plazo. Nadie espera sembrar un día y cosechar al día siguiente. Los principales lideres empresariales ya lo han entendido e invierten sagradamente al menos 1 hora al día en aprender.

16. La Actitud. Para aprender tienes que estar “cabreado” con algo, de otra manera difícilmente estarás dispuesto a invertir tiempo y esfuerzo a practicar tediosamente, a soportar las decepciones de los errores y a volver a intentarlo una y otra vez hasta conseguirlo. Por eso, aprender además de un proceso, es un arte y sobre todo una actitud. Y la actitud, aunque suene contradictorio, como todo aquello que se demuestra, se puede aprender, se convierte en un hábito. En los seres humanos, el impulso de aprender es tan fuerte como el impulso sexual. Es decir, estamos diseñados para aprender y si tienen alguna duda, observen a un bebé. Nuestra gran paradoja es que sabemos aprender, pero no sabemos cómo aprendemos…

 

APRENDER DESPUES: ¿Y cómo sabemos si alguien ha aprendido? Sencillo, cuando hace algo que antes no podía hacer. Es decir, se produce un cambio observable en su conducta. No basta con que nos diga cómo se hace algo ni que responda correctamente un test de respuesta múltiple, es necesario hacerlo. La mayoría de los esfuerzos están orientados hacia el aprendizaje consciente: planificado, formal, que toma como punto de partida la ignorancia y los objetivos, es decir, aquello que intencionalmente sabemos que no sabemos y queremos aprender. Sin embargo, la parte más importante de nuestro aprendizaje es inconsciente que es donde entran a jugar la curiosidad y la motivación. Por ejemplo, durante muchos años, jugué seriamente al baloncesto porque lo disfrutaba. Traté de aprender a jugar lo mejor posible pero nunca fui consciente de que mientras jugaba, aprendía a lidiar con el error, a aceptar la derrota, a resolver conflictos, a liderar y ser liderado, a colaborar, a comunicarme, a cumplir compromisos…

 

Esta lista de componentes no es exhaustiva. Simplemente he recogido aquellos que a lo largo de mi experiencia he comprobado que son los más determinantes y a los que se puede sumar, por ejemplo, cuándo, dónde, con quién y para qué aprendemos.

Les dejo una pregunta final: Piensen en cuantos de esos 16 elementos forman parte de cualquier actividad de aprendizaje en la que han participado o de las que les haya tocado diseñar. Acabo de terminar un programa de cultura de aprendizaje de 4 sesiones (virtuales) con cerca de 60 participantes de empresas de toda Latinoamérica y para mi sorpresa, me he encontrado con un elevadísimo porcentaje de alumnos domesticados” que esperan que alguien les diga qué aprender y cómo deben hacerlo…

 

El 14 de diciembre realizaremos la séptima sesión de CADABRA donde conversaremos sobre “Aprendizaje y complejidad” con Marcelo Lasagna. La sesión del 28 de diciembre la dedicaremos a “Aprender de los errores en proyectos de trabajo colaborativo” con Joaquim Carbonell.

El 16 de diciembre impartiremos una sesión sobre “Nueva cultura del aprendizaje en las organizaciones” para la Escola d’Administració Pública de Catalunya.

La semana del 20 de diciembre impartiremos una conferencia sobre “Conocimiento crítico en la documentación de procesos” para el Coordinador Eléctrico Nacional.

 

 

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