E D I C I Ó N - N ° 194 - JUNIO - 2 0 2 2

 

 

 

 

La tormenta perfecta
Javier Martínez Aldanondo
Socio Cultura de Aprendizaje en Knowledge Works
javier@kworks.cl y javier.martinez@knoco.com

www.javiermartinezaldanondo.com

Twitter: @javitomar – Instagram: @javiermartinezaldanondo

 

 

Coloquialmente, hablamos de tormenta perfecta cuando diferentes factores de riesgo, cada uno de los cuales por separado no generarían un impacto definitivo, se combinan entre sí para dar lugar a una catástrofe inevitable. Las empresas más inquietas siempre han tratado de imaginar cómo será el trabajo del futuro por una cuestión de mera supervivencia. La pandemia solo ha contribuido a que ese ejercicio sea al mismo tiempo más apremiante pero también imprevisible. Tenemos claro que debemos abandonar la era industrial pero todavía no logramos entender cómo configurar la era digital. ¿Te imaginas haber anticipado la pandemia? La capacidad de predecir el futuro es posiblemente el principal superpoder al que podría aspirar un individuo o una organización porque te entregaría una ventaja que nadie más podría igualar. ¿Alguien será capaz de adivinar el futuro del trabajo? Por ahora, podemos identificar al menos 4 factores que ya nos entregan algunas pistas pero que combinados entre sí pueden desencadenar una tormenta de difícil solución.

 

1.      El conocimiento caduca y lo hace cada vez más rápido. El conocimiento es el activo más importante de cualquier organización. Los resultados de una empresa son consecuencia del desempeño de sus colaboradores, es decir, de lo que son capaces de hacer. Y el desempeño depende del conocimiento que tienen dichos colaboradores. No puedes hacer aquello para lo que no tienes conocimiento. Si un cliente me pide desarrollar una estrategia de internacionalización, no puedo ayudarle ya que carezco del conocimiento necesario. El conocimiento, aunque no se degrada como los activos físicos, si está sujeto a obsolescencia. Todos conocimos individuos que trabajaron toda su vida en una empresa haciendo más o menos el mismo trabajo. O empresas que durante años se centraron en una misma actividad sin apenas variar. Cuando el contexto cambia, el conocimiento necesario para ejecutar procesos, diseñar, fabricar y entregar productos y servicios también se transforma. No tenemos más que observar cómo trabajábamos hace 10 años. Nuestra realidad se caracteriza por una alta incertidumbre y un cambio acelerado. Esto significa que el tiempo es el máximo innovador y por tanto, el éxito pasado no garantiza éxitos futuros. Una empresa que no crea nuevo conocimiento para enfrentar los nuevos desafíos, adaptarse y sustituir el conocimiento antiguo (desaprender) tiene muchas posibilidades de desaparecer.

 

2.      El conocimiento abandona las organizaciones. El conocimiento en una empresa reside sobre todo en la cabeza de cada uno de sus integrantes. Por esa razón, cada día, a las 20h, la empresa se descapitaliza y pierde la mayor parte de su valor y solo lo recupera a las 9 de la mañana del día siguiente cuando esas mismas personas regresan a trabajar. Si quienes se incorporan fueran colaboradores de otro sector o de otro país, la empresa colapsaría rápidamente. La mala noticia es que el activo más importante de la empresa no le pertenece. Además, las empresas no son dueñas de las personas y estas abandonan la organización en algún momento, bien cuando se jubilan, cuando deciden poner su conocimiento al servicio de otro proyecto o incluso dejar de trabajar (como está ocurriendo masivamente en USA con el fenómeno de la gran renuncia). Cada vez que una persona se va de una organización, se lleva su conocimiento consigo. Y esta situación se torna especialmente grave cuando esa persona cuenta con conocimiento crítico para la empresa: es la única que tiene un conocimiento clave para la continuidad o el éxito del negocio, ese conocimiento es muy difícil de encontrar en el mercado para sustituirlo y además, se encuentra muy poco documentado ¿Cómo enfrentar ese desafío en entornos con dificultades para acceder al “talento” por su progresivo envejecimiento de la población sumado a unos alarmantes índices de baja natalidad? No cabe otra alternativa que hacer lo imposible para diseñar estrategias que aseguren no perder el conocimiento crítico.

 

3.      El conocimiento individual no es suficiente. Mientras los seres humanos hemos evolucionado gracias a nuestra capacidad de colaborar en grandes números, las organizaciones fueron diseñadas con el individuo como elemento principal en lugar del equipo o el colectivo. No es de extrañar que uno de los cursos más vendidos año tras año sea “trabajo en equipo” y que la principal queja de los directivos sean “los silos en la organización, los compartimentos estanco, las islas…”. El problema no radica en el individualismo sino en la individualización del trabajo al que sometemos a los individuos. Las personas no somos egoístas por naturaleza. Hoy todavía rige la máxima “Dime como me vas a medir y te diré cómo me voy a comportar”. Sí me pagan por meter goles, mi prioridad no es que mi equipo gane ni pasarle la pelota a mi compañero, sino que cada vez que tenga la oportunidad, chutaré a portería. Sí queremos otros resultados, tenemos que cambiar las reglas del juego y no culpar a los individuos por sus comportamientos. Las empresas no han considerado la colaboración, el aprendizaje colectivo o las instancias para compartir conocimiento como parte de los procesos ni tampoco como comportamientos que merezcan ser reconocidos o incentivados. El resultado son individuos brillantes pero que no saben cómo coordinarse, conectarse e interactuar y confiar en sus compañeras/os porque nunca les enseñamos. Siguiendo con la metáfora futbolística, tenemos buenos jugadores que no saben pasarse la pelota. Lo que nadie discute es que la envergadura de los desafíos que nos esperan (superar la pandemia, abordar el cambio climático, la creciente desigualdad, la automatización…) requieren niveles de conocimiento con los que nadie cuenta por sí solo. Si no sumamos conocimientos, es imposible enfrentar esos desafíos. Nadie lo sabe todo ni sabe más que todos los demás juntos. Nuestra única esperanza radica en potenciar el conocimiento y la inteligencia compartida.

 

4.      De gestionar activos físicos a gestionar intangibles. ¿Quién se despierta por las mañanas pensando en el oxígeno? Nadie ¿Cómo es posible si sabes que no puedes vivir sin oxígeno? Lo das por hecho porque forma parte de tu realidad sin que tengas que hacer nada y además es invisible. Tan solo lo echas de menos cuando no lo tienes al igual que la salud. ¿Cuándo te das cuenta de lo importante que es tu sangre? Cuando te haces una herida. Hace ya tiempo que habitamos en una economía de intangibles. De hecho, el conocimiento es el principal intangible. Si observamos el ranking de las principales empresas del Fortune 500, comprobamos 2 cosas. Las empresas que dominaban los mercados hace 20 años han desaparecido y las que hoy lideran son empresas que carecen de bienes físicos, son empresas de intangibles, en este caso de algoritmos. Y claro, el software no es otra cosa que conocimiento, proviene siempre del cerebro humano. La contradicción radica en que el diseño de nuestras organizaciones se pensó para gestionar activos físicos, es decir “cosas que te obedecen”, que se pueden ver, tocar, pesar, almacenar, transportar… Y sin embargo, los activos intangibles requieren de procesos, herramientas, indicadores y desde luego diseños de organización totalmente diferentes. Podemos hablar de cultura de aprendizaje cuando el conocimiento que necesito se encuentra incorporado dentro del proceso (qué sabemos sobre esto, qué funciona y qué no) en lugar de tener que ir a buscarlo (el conocimiento me encuentra cuando lo necesito) y cuando el aprendizaje también forma parte del proceso, es decir, en cada tarea existe la posibilidad de reflexionar y aprender (qué haría distinto la próxima vez y qué mantendría igual). El modelo mental para gestionar intangibles es distinto del modelo mental para administrar activos físicos y ese cambio cultural es posiblemente el más difícil de todos.

 

Si combinamos esos 4 factores: conocimiento que caduca cada vez más rápido, personas que abandonan las empresas y se llevan consigo su conocimiento, organizaciones donde el todo es menos que la suma de las partes y diseñadas para gestionar activos físicos y no cambiar (en una época de intangibles y cambio rápido), todo conduce irremediablemente hacia una tormenta perfecta. Por fortuna, estamos aún a tiempo de remediarlo.

 

El 13 de julio en Panamá dictaremos la conferencia “La actitud se aprende” para PEPSICO.

El 14 y el 26 de julio, en Cadabra la magia de aprender, dentro de Abra Laboratorio de Aprendizaje celebraremos 2 nuevas sesiones sobre “Storytelling, las historias como herramienta de transferencia de conocimiento y aprendizaje y “Cómo diagnosticar la cultura de aprendizaje de una organización”.

 

 

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