E D I C I Ó N - N ° 200 - DICIEMBRE - 2 0 2 2

 

 

 

 

Ser optimista es más inteligente (ser pesimista es más fácil)
Javier Martínez Aldanondo
Socio Cultura de Aprendizaje en Knowledge Works
javier@kworks.cl y javier.martinez@knoco.com

www.javiermartinezaldanondo.com

Twitter: @javitomar – Instagram: @javiermartinezaldanondo

 

 

Aunque las noticias a nuestro alrededor confabulan para que seamos pesimistas, es muy fácil comprobar que vivimos en el mejor momento de la historia sin necesidad de recurrir a estadísticas sobre mortalidad, pobreza o educación. Basta con una pregunta sencilla ¿Te irías a vivir al año 1.922? ¿Y al año 1.822 o al 722? Conocemos la respuesta. Nadie está dispuesto a renunciar al bienestar que hemos conseguido, aunque sea mejorable. En el primer minuto de este video el historiador Yuval Harari sostiene que “contamos con los conocimientos y los recursos económicos para hacer frente a los principales desafíos de la humanidad (la crisis climática requiere dedicar un 2% del PIB mundial). Lo que nos falta es voluntad”. Otro ejemplo: Hace pocos días se anunció la primera fusión nuclear que podría encaminarnos hacia la energía inagotable… Acabamos de comprobar en Argentina que el optimismo produce energía y la vida es justamente un asunto de energía.

 

EXPECTATIVAS, PREDECIR Y APRENDER

Para hablar de optimismo y pesimismo, debemos empezar por entender que las personas somos un conjunto de expectativas: esperamos que pasen determinadas cosas. Y las expectativas existen porque tenemos un pasado, una historia que nos ayuda a predecir lo que podría suceder. Por ejemplo, todos esperamos que cada día amanezca. Y lo esperamos porque lo hemos aprendido antes mediante la experiencia, adquirimos ese conocimiento que no venía con nosotros de nacimiento. Nuestra vida transcurre en función de esas expectativas que vamos aprendiendo. Y transcurre de manera inconsciente porque la mayoría de las expectativas se cumplen sin que nos demos cuenta: abro el grifo y sale agua que es lo que espero, me subo al coche y arranca que es lo que espero.... Y cuando las expectativas no se cumplen, es cuando se gatilla el aprendizaje. El 16 de marzo de 2020 no esperábamos que empezasen una pandemia y un confinamiento y tuvimos que aprender

 

Ahora bien, antes de continuar, es necesario entender de donde proceden las expectativas.

El elemento más importante en la vida es la inteligencia. La inteligencia es el mecanismo que desarrolla tu cerebro para asegurarse de que sobrevives. Desde que naces, tu cerebro va construyendo un modelo del mundo que te permite “moverte” por el mismo tomando decisiones que te ayuden a lograr tus objetivos. Cada experiencia que tienes, cada cosa que aprendes, tu cerebro la incorpora para ir enriqueciendo ese modelo del mundo y estar mejor preparado. En realidad, tu cerebro se pasa la vida realizando 2 tareas críticas: Predecir y Aprender.

¿Qué hace para Predecir? La prioridad de tu cerebro es mantenerte vivo. Para estar siempre preparado, tu cerebro hace continuamente predicciones sobre lo que se va a encontrar. Y para hacer predicciones, necesita recordar, es decir, apoyarse en el conocimiento que ya tiene de experiencias pasadas. Por eso, si olvidas lo que aprendiste, entonces no lo aprendiste. Predecir implica gestionar el conocimiento que ya tienes. Solo puedo predecir que mañana va a amanecer si gestiono ese conocimiento que previamente aprendí. Si olvido, siempre tengo que empezar de cero y no solo corro peligro, sino que gasto inútilmente recursos en volver a aprender lo que ya sabía.

¿Qué hace para Aprender? Aprender consiste en actualizar tu modelo del mundo, es decir, ir creando el conocimiento que no tienes. Eso sucede cada vez que percibes una novedad. Cuando el cerebro se encuentra con algo nuevo que no pudo predecir (no tenía conocimiento previo), entonces lo almacena para cuando le haga falta y enriquece el modelo. Por eso aprender consiste en almacenar experiencias reutilizables en el futuro, para que cuando vuelvas a necesitar ese conocimiento que adquiriste, lo tengas disponible.

Todo lo que aprendes, se convierte en conocimiento y, por ende, en expectativa. Antes de aprender, como no sabías, no tienes expectativas. Cuántas más experiencias acumulas, más amplio y diverso es tu rango de expectativas. Y como consecuencia, el cerebro solo puede predecir en función de las expectativas que tiene. La inmensa mayoría de veces tu cerebro acierta, por eso estás vivo leyendo esta columna. Eso sí, una expectativa no es una certeza, nada es 100% seguro. Cuando la expectativa no se cumple, aparece la sorpresa (y a veces la rabia) y la posibilidad de aprender: imagínate un día que no amanezca…

 

EL EJE PASADO, PRESENTE, FUTURO

Cuando te detienes a reflexionar, te das cuenta de que vives en un presente que siempre es efímero, aunque sea lo único que existe. La meditación o el mindfulness tratan de que permanezcamos el máximo tiempo posible en un presente consciente. Y ese presente que te está sucediendo ahora, es el resultado de las acciones y decisiones que tomaste en el pasado. De manera que el pasado es lo único que realmente conoces pero lo recuerdas de forma más sesgada e incompleta de lo que crees. Eso significa que lo que nos preocupa es el futuro porque aún está por suceder. Siempre nos asusta lo que no podemos controlar. Y a la hora de enfrentarlo, lo hacemos de 2 maneras: desde el optimismo o desde el pesimismo. El diccionario de la RAE define optimismo como la “propensión a ver y juzgar las cosas en su aspecto más favorable (positivo)” y pesimismo como la “propensión a ver y juzgar las cosas en su aspecto más desfavorable (negativo)” Mientras el pesimista le presta más atención al problema, el optimista concentra sus energías en la solución ¿Por qué existen el pesimismo y el optimismo? Porque no sabemos qué va a pasar. Pero si no sabemos qué va a pasar ni podemos predecir el futuro y, además, el mundo es cada vez más incierto y complejo y el cambio más rápido, entonces ¿ser pesimista (u optimista) no será una decisión? Aunque todos tenemos una cierta predisposición, estoy convencido que el optimismo y el pesimismo se eligen.

 

¿Qué le dices a tu hija/o que está jugando un partido que va perdiendo? ¿Qué se rinda? Un optimista tiene la expectativa de que las cosas buenas pueden suceder. Eso sí, ni está seguro de ello ni cree que van a ocurrir por casualidad. Pero tiene la esperanza y a partir de ella, se pone en acción y canaliza su intención hacia un objetivo. Si no tengo la confianza de que algo es posible y de que mis actos pueden contribuir de alguna manera, entonces ni quiera lo voy a intentar. No puedes innovar sin un alto grado de optimismo. Siempre es más fácil, más seguro y económico no hacer nada que arriesgar. Es más fácil destruir que construir: romper un cuadro o una mesa que pintar un cuadro o fabricar la mesa. Es más fácil lesionarte que recuperarte de una lesión. Cuando eres capaz de reconocer (sin engañarte a ti mismo ni pecar de inocente) los logros que hemos ido obteniendo como humanidad, ser optimista es casi una obligación. Solemos olvidar nuestra inclinación natural a colaborar como defiende Rutger Bregman en “Dignos de ser humanos. Es verdad que esos logros son insuficientes y que enfrentamos desafíos enormes. Pero si hemos llegado hasta aquí es gracias a que, en las generaciones previas, suficientes optimistas fueron capaces de movilizarse y crear conocimiento del que nos hemos beneficiado más que ellos. Si queremos ser buenos ancestros para nuestros descendientes, no podemos permitirnos ser pesimistas con el cambio climático, la desigualdad o la inteligencia artificial. Cuando tienes pocas esperanzas de que algo vaya a suceder, tiendes a bajar los brazos y a descansar en que “dios proveerá”.

 

Si revisamos la historia de occidente, comprobamos que somos herederos de una cultura basada en el miedo, el pecado, la culpa, la prohibición, la obediencia, el sometimiento... Ante cualquier problema, lo primero que se hace es buscar los peligros, identificar los riesgos. Dado que la prioridad es la supervivencia, nuestro cerebro está programado para enfocarse en lo negativo. Por eso, el temor a sufrir es más fuerte que la expectativa del placer y ante esa disyuntiva, preferimos no intentarlo. El miedo paraliza, conduce a la impotencia, impide actuar, te pone a la defensiva o te invita a huir. Optimismo no significa evitar los problemas sino aceptarlos para resolverlos. Es indiscutible que el dolor existe. No se trata de negar la realidad sino de aceptarla sin rendirse. Implica sacar energía del fracaso. La fuerza de voluntad es el control de tu cerebro racional sobre tu cerebro emocional. Hace 100 años, las enfermedades que más gente mataban eran la neumonía, la tuberculosis y la diarrea. El optimismo nos ayudó a generar conocimiento para enfrentarlas. Hoy son el cáncer y las enfermedades del corazón. Solo el optimismo nos asegura que aprenderemos lo suficiente para derrotarlas. Los problemas nunca son el obstáculo sino el vehículo ya que nos obligan a generar conocimiento y aprender.

 

Cuando tienes el presente bajo control, tu cerebro se focaliza en predecir el futuro. El futuro no es un lugar ni un tiempo sino un modelo mental y una forma de ser y estar en el mundo. Dado que no podemos regresar al pasado como Michael J Fox/Marty Mc Fly y cambiar las decisiones que tomamos, nuestra única opción es crear el futuro. En lugar de sentarme a esperar y ver qué futuro me toca, siempre tengo la posibilidad de diseñarlo: lo que pasará en el partido de mañana lo estás construyendo con tu entrenamiento de hoy. Por eso, no es suficiente con pensar en qué futuro es posible (en función del conocimiento que tenemos) sino qué futuro deseamos en función de los valores que compartimos. De esa forma, el futuro se convierte en una emoción porque depositas tus esperanzas en él.

 

Solo los humanos pensamos en el futuro. Cuantas más opciones vislumbras, más esperanzas te surgen. Es más, el futuro se puede desarrollar como un músculo: viajo primero a un futuro imaginario y después regreso al presente para tratar de ayudar a resolver problemas (que fue lo que hicimos con la vacuna para la pandemia). Ya decía Einstein que “no puedes resolver un problema con el mismo modelo mental que tenías cuando lo creaste”. Por eso necesitamos nuevas capacidades que el sistema educativo siempre ha ignorado como imaginación, creatividad o storytelling.

Imaginamos que el futuro será mejor que el pasado porque aún no ha ocurrido. En muchos casos, es entendible que exista una tendencia pesimista: por tu pasado, por tu genética, tu personalidad… Una inmensa industria de la felicidad nos obliga a ser felices, generándonos frustración cuando no lo conseguimos. Sin embargo, lo negativo que te haya ocurrido en el pasado no anula el futuro, sino que te obliga a re-imaginarlo. De hecho, lo único que tenemos para defendernos de los fantasmas del pasado y equilibrar la balanza es la esperanza del futuro. El filósofo Antonio Gramsci decía que “tienes que ser pesimista intelectual (porque los desafíos son muy difíciles de resolver) pero optimista de la voluntad para actuar”. Podrías permitirte ser pesimista si no tienes los elementos para enfrentar el problema: Si se aproxima un meteorito que destruirá la tierra y carecemos de conocimiento para detenerlo. Pero si el conocimiento existe… Precisamente cuando el mundo es tan complejo, tienes que pensar más y mejor y la excusa de “no tengo tiempo” se vuelve vergonzosa. Cuanto más grande es el problema, más grande debe ser el optimismo.

 

Conclusiones:

El título de esta columna número 200 no es casualidad. Reconozco que tengo mucha suerte. No solo me dedico a lo que me gusta, sino que además tengo tiempo para hacer lo que me gusta. Tengo tiempo para leer, pensar, escribir, impartir conferencias, hacer deporte, viajar, dormir… ¿me sobra tiempo? No, de hecho, me falta tiempo para leer todo lo que querría, escribir el libro que tengo pendiente, etc. pero he sido capaz de decidir a qué cosas les quiero dedicar la atención, lo que implica renunciar a otras porque el tiempo no es infinito. Así que soy un privilegiado y un agradecido. Nadie me ha regalado nada, pero sin la ayuda de mucha gente, empezando por mis padres y pareja, no estaría aquí ¿A qué se debe tanta suerte? Seguramente a una mezcla de ignorancia, atrevimiento, inconsciencia, disciplina y desde luego una cuota de optimismo ¿Entonces la suerte existe? Indudablemente juega su papel, pero no la puedes controlar. Lo que más influye siempre es el aprendizaje y el conocimiento que vamos generando. Y eso, sin una buena dosis de optimismo es imposible de sostener.

Ser optimista exige creer en el futuro (que no será perfecto) reconociendo que el pasado es lo mejor que tenemos para anticiparlo. Mantener el espíritu crítico y cuestionador, apostar por mejoras incrementales y saber demorar la recompensa porque los procesos son muy largos. Ser optimista se resume en buscar desafíos y aprender lo necesario para afrontarlos. Sin desafíos, sin sueños, todo pierde sentido. El principal desafío es como hacernos la vida más agradable. El optimismo te mantiene joven.

Propongo ser optimista, pero con motivos. No porque hay menos problemas sino porque hay más conocimiento. Si no eres optimista, no vas a hacer los esfuerzos necesarios para aprender lo que hace falta para resolverlos. Lo que te ayuda a ser optimista es el conocimiento Si el mundo será tecnológico, entonces será un mundo de conocimiento porque la tecnología es conocimiento ¿Tenemos el conocimiento para los desafíos que vamos a enfrentar? Creo que tenemos mucho del que necesitamos ¿Contar con millones de datos del pasado nos permitirá predecir el futuro, como promete la inteligencia artificial? Nos ayudará a tomar mejores decisiones, pero seguiremos dependiendo de nuestro conocimiento humano. Por eso tenemos todos los argumentos para ser más optimistas que nunca. El pesimismo no nos puede durar más de 5 minutos. La confianza es una demostración de optimismo. Siempre encontraremos razones para ser pesimistas u optimistas, la buena noticia es que puedes decidir usar el optimismo como energía para crear el futuro. Y si nos va a ir mal, al menos que sea intentándolo. Lo único que no podemos permitirnos es ser pasivos.

 

El 18 y 19 de enero estaremos en Murcia participando en la Jornada sobre “Relevo generacional: retos y oportunidades” que organiza la Dirección General de Función Pública de la Región de Murcia.

El 10 y el 24 de enero, en Cadabra la magia de aprender, dentro de Abra Laboratorio de Aprendizaje celebraremos la segunda parte de las sesiones sobre “Desaprender” con Jose Luis Alonso de la U de Mondragón y “Cómo aprende la industria Nuclear” con Francisco Ruiz de Tecnatom.

El 27 de enero, dentro del espacio “El vaso medio lleno” de ABRA, realizaremos la sesión “Con lugar a dudas” junto con Lorena Retamal.

El 16 de febrero en San Sebastián impartiremos la conferencia inaugural del Rethink Industry 2023Hacia un mundo de organizaciones inteligentes” organizado por la Diputación Foral de Gipuzkoa.

 

 

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