Aunque
las noticias a nuestro alrededor confabulan para que seamos
pesimistas, es muy fácil
comprobar que vivimos en el mejor momento de la historia sin necesidad
de recurrir a estadísticas sobre mortalidad, pobreza o educación. Basta
con una pregunta sencilla ¿Te irías a vivir al año 1.922? ¿Y al año 1.822
o al 722? Conocemos la respuesta. Nadie está dispuesto a renunciar al
bienestar que hemos conseguido, aunque sea mejorable. En el primer minuto de este video el historiador
Yuval Harari sostiene que “contamos
con los conocimientos y los recursos económicos para hacer frente a los
principales desafíos de la humanidad (la crisis climática requiere
dedicar un 2% del PIB mundial). Lo que nos falta es voluntad”. Otro
ejemplo: Hace pocos días se anunció la primera fusión
nuclear que podría encaminarnos hacia la energía inagotable… Acabamos de comprobar en Argentina que el optimismo
produce energía y la vida es
justamente un asunto de energía.
EXPECTATIVAS,
PREDECIR Y APRENDER
Para hablar de optimismo y pesimismo, debemos
empezar por entender que las personas somos un conjunto de expectativas:
esperamos que pasen determinadas cosas. Y las expectativas existen porque
tenemos un pasado, una historia que nos ayuda a predecir lo que
podría suceder. Por ejemplo, todos esperamos que cada día amanezca. Y lo
esperamos porque lo hemos
aprendido antes mediante la
experiencia, adquirimos ese conocimiento que no venía con nosotros de
nacimiento. Nuestra vida transcurre en función de esas expectativas que
vamos aprendiendo. Y transcurre de manera
inconsciente porque la
mayoría de las expectativas se cumplen sin que nos demos cuenta: abro el
grifo y sale agua que es lo que espero, me subo al coche y arranca que es
lo que espero.... Y cuando las expectativas no se cumplen, es cuando se
gatilla el aprendizaje. El 16 de marzo de 2020 no esperábamos que
empezasen una pandemia y un confinamiento y tuvimos que
aprender…
Ahora bien, antes de continuar, es necesario entender
de donde proceden las expectativas.
El elemento más importante en la vida es la
inteligencia. La
inteligencia es el mecanismo que desarrolla tu cerebro para asegurarse de
que sobrevives. Desde que naces, tu cerebro va
construyendo un modelo del mundo que te permite “moverte” por el mismo
tomando decisiones que te ayuden a lograr tus objetivos. Cada experiencia
que tienes, cada cosa que aprendes, tu cerebro la incorpora para ir
enriqueciendo ese modelo del mundo y estar mejor preparado. En realidad,
tu cerebro se pasa la vida realizando 2 tareas críticas: Predecir
y Aprender.
¿Qué
hace para Predecir? La prioridad
de tu cerebro es mantenerte vivo. Para estar siempre preparado, tu
cerebro hace continuamente predicciones sobre lo que se va a encontrar. Y
para hacer predicciones, necesita recordar, es decir, apoyarse en
el conocimiento que ya tiene de experiencias pasadas. Por eso, si olvidas lo
que aprendiste, entonces no lo aprendiste. Predecir implica gestionar el conocimiento
que ya tienes. Solo puedo predecir que mañana va a amanecer si gestiono ese
conocimiento que previamente
aprendí. Si olvido, siempre tengo que empezar de cero y no solo corro
peligro, sino que gasto
inútilmente recursos en volver a
aprender lo que ya sabía.
¿Qué
hace para Aprender? Aprender
consiste en actualizar tu modelo del mundo, es decir, ir creando el
conocimiento que no tienes. Eso sucede cada vez que percibes una novedad.
Cuando el cerebro se encuentra con algo nuevo que no pudo predecir (no
tenía conocimiento previo), entonces lo almacena para cuando le haga
falta y enriquece el modelo. Por eso aprender consiste en almacenar
experiencias reutilizables
en el futuro, para que cuando vuelvas a necesitar ese conocimiento que
adquiriste, lo tengas disponible.
Todo lo que aprendes, se convierte en
conocimiento y, por ende, en expectativa. Antes de aprender, como no
sabías, no tienes expectativas. Cuántas más experiencias acumulas, más
amplio y diverso es tu rango de expectativas. Y como consecuencia, el
cerebro solo puede predecir en función de las expectativas que tiene. La
inmensa mayoría de veces tu cerebro acierta, por eso estás vivo leyendo
esta columna. Eso sí, una expectativa no es una certeza, nada es 100%
seguro. Cuando la expectativa no se cumple, aparece la sorpresa (y a
veces la rabia) y la posibilidad de aprender: imagínate un
día que no amanezca…
EL EJE
PASADO, PRESENTE, FUTURO
Cuando te detienes a reflexionar, te das
cuenta de que vives en un presente que siempre es efímero, aunque sea lo
único que existe. La meditación o el mindfulness tratan de que
permanezcamos el máximo tiempo posible en un presente consciente. Y ese
presente que te está sucediendo ahora, es el resultado de las acciones y
decisiones que tomaste en el pasado. De manera que el pasado es lo
único que realmente conoces pero lo
recuerdas de forma más sesgada e incompleta de lo que crees. Eso
significa que lo que nos
preocupa es el futuro porque aún
está por suceder. Siempre nos asusta lo que no podemos controlar. Y a la
hora de enfrentarlo, lo hacemos de 2 maneras: desde el optimismo o desde
el pesimismo. El diccionario de
la RAE define
optimismo como la “propensión a ver y juzgar las cosas en su aspecto
más favorable (positivo)” y pesimismo como la “propensión a ver y juzgar
las cosas en su aspecto más desfavorable (negativo)” Mientras el
pesimista le presta más atención al problema, el optimista concentra sus
energías en la solución ¿Por qué existen el pesimismo y el optimismo?
Porque no sabemos qué va a pasar. Pero si no sabemos qué va a pasar ni
podemos predecir el futuro y, además, el mundo es cada vez más incierto y
complejo y el cambio más rápido, entonces ¿ser pesimista (u optimista) no
será una decisión? Aunque todos tenemos una cierta predisposición, estoy
convencido que el optimismo y el pesimismo se eligen.
¿Qué le dices a tu hija/o que está jugando un
partido que va perdiendo? ¿Qué se rinda? Un optimista tiene la
expectativa de que las cosas buenas pueden suceder. Eso sí, ni está
seguro de ello ni cree que van a ocurrir por casualidad. Pero tiene la
esperanza y a partir de ella, se pone en acción y canaliza su intención
hacia un objetivo. Si no tengo la confianza de que algo es posible y de
que mis actos pueden contribuir de alguna manera, entonces ni quiera lo
voy a intentar. No puedes innovar sin un alto grado de optimismo. Siempre
es más fácil, más seguro y económico no hacer nada que arriesgar. Es más
fácil destruir que construir: romper un cuadro o una mesa que pintar un
cuadro o fabricar la mesa. Es más fácil lesionarte que recuperarte de una
lesión. Cuando eres capaz de reconocer (sin engañarte a ti mismo ni pecar
de inocente) los logros que hemos ido obteniendo como humanidad, ser
optimista es casi una obligación. Solemos olvidar nuestra inclinación
natural a colaborar como defiende
Rutger Bregman
en “Dignos de ser humanos”. Es verdad que esos logros son insuficientes y
que enfrentamos desafíos enormes. Pero si hemos llegado hasta aquí es
gracias a que, en las generaciones previas, suficientes optimistas fueron
capaces de movilizarse y crear conocimiento del que nos hemos beneficiado
más que ellos. Si queremos ser buenos ancestros para nuestros
descendientes, no podemos permitirnos ser pesimistas con el cambio
climático, la desigualdad o la inteligencia artificial. Cuando tienes
pocas esperanzas de que algo vaya a suceder, tiendes a bajar los brazos y
a descansar en que “dios proveerá”.
Si revisamos la historia de occidente,
comprobamos que somos herederos de una cultura basada en el miedo, el
pecado, la culpa, la prohibición, la obediencia, el sometimiento... Ante
cualquier problema, lo primero que se hace es buscar los peligros,
identificar los riesgos. Dado que la prioridad es la supervivencia,
nuestro cerebro está programado para enfocarse en lo negativo. Por eso,
el temor a sufrir es más fuerte que la expectativa del placer y ante esa
disyuntiva, preferimos no intentarlo. El miedo paraliza, conduce a la
impotencia, impide actuar, te pone a la defensiva o te invita a huir.
Optimismo no significa evitar los problemas sino aceptarlos para
resolverlos. Es indiscutible que el dolor existe. No se trata de negar la
realidad sino de aceptarla sin rendirse. Implica sacar energía del
fracaso. La fuerza de voluntad es el control de tu cerebro racional sobre
tu cerebro emocional. Hace 100 años, las enfermedades que más gente
mataban eran la neumonía, la tuberculosis y la diarrea. El optimismo nos
ayudó a generar conocimiento para enfrentarlas. Hoy son el cáncer y las
enfermedades del corazón. Solo el optimismo nos asegura que aprenderemos
lo suficiente para derrotarlas. Los problemas nunca son el obstáculo sino
el vehículo ya que nos obligan a generar conocimiento y aprender.
Cuando tienes el presente bajo control, tu
cerebro se focaliza en predecir el futuro. El futuro no es un lugar ni un
tiempo sino un modelo mental y una forma de ser y estar en el mundo. Dado
que no podemos regresar al pasado como Michael J
Fox/Marty Mc Fly y cambiar las
decisiones que tomamos, nuestra única opción es crear el futuro. En lugar
de sentarme a esperar y ver qué futuro me toca, siempre tengo la
posibilidad de diseñarlo: lo que pasará en el partido de mañana lo estás
construyendo con tu entrenamiento de hoy. Por eso, no es suficiente con
pensar en qué futuro es posible (en función del conocimiento que tenemos)
sino qué futuro deseamos en función de los valores que compartimos. De
esa forma, el futuro se convierte en una emoción porque depositas tus
esperanzas en él.
Solo los humanos pensamos en el futuro.
Cuantas más opciones vislumbras, más esperanzas te surgen. Es más, el
futuro se puede desarrollar como un músculo: viajo primero
a un futuro imaginario y después
regreso al presente para tratar de ayudar a resolver problemas (que fue
lo que hicimos con la vacuna para la pandemia). Ya decía Einstein que “no
puedes resolver un problema con el mismo modelo mental que tenías cuando
lo creaste”. Por eso necesitamos nuevas capacidades que el sistema
educativo siempre ha ignorado como imaginación, creatividad o storytelling.
Imaginamos que el futuro será mejor que el
pasado porque aún no ha ocurrido. En muchos casos, es entendible que
exista una tendencia pesimista: por tu pasado, por tu genética, tu
personalidad… Una inmensa industria de la felicidad nos obliga a ser
felices, generándonos frustración cuando no lo conseguimos. Sin embargo,
lo negativo que te haya ocurrido en el pasado no anula el futuro, sino
que te obliga a re-imaginarlo. De hecho, lo
único que tenemos para defendernos de los fantasmas del pasado y
equilibrar la balanza es la esperanza del futuro. El filósofo
Antonio Gramsci decía que “tienes
que ser pesimista intelectual (porque los desafíos son muy difíciles
de resolver) pero optimista de la voluntad para actuar”. Podrías
permitirte ser pesimista si no tienes los elementos para enfrentar el
problema: Si se aproxima un meteorito que destruirá la tierra y carecemos
de conocimiento para detenerlo. Pero si el conocimiento existe…
Precisamente cuando el mundo es tan complejo, tienes que pensar más y
mejor y la excusa de “no tengo
tiempo” se vuelve
vergonzosa. Cuanto más grande es el problema, más grande debe ser el
optimismo.
Conclusiones:
El título de esta columna número 200 no es
casualidad. Reconozco que tengo mucha suerte. No solo me dedico a lo que
me gusta, sino que además tengo tiempo para hacer lo que me gusta. Tengo
tiempo para leer, pensar, escribir, impartir conferencias, hacer deporte,
viajar, dormir… ¿me sobra tiempo? No, de hecho, me falta tiempo para leer
todo lo que querría, escribir el libro que tengo pendiente, etc. pero he
sido capaz de decidir a qué cosas les quiero dedicar la atención, lo que
implica renunciar a otras porque el tiempo no
es infinito. Así que soy
un privilegiado y un agradecido. Nadie me ha regalado nada, pero sin la
ayuda de mucha gente, empezando por mis padres y pareja, no estaría aquí
¿A qué se debe tanta suerte? Seguramente a una mezcla de ignorancia,
atrevimiento, inconsciencia, disciplina y desde luego una cuota de
optimismo ¿Entonces la
suerte existe?
Indudablemente juega su papel, pero no la puedes controlar. Lo que más
influye siempre es el aprendizaje y el conocimiento que vamos generando.
Y eso, sin una buena dosis de optimismo es imposible de sostener.
Ser optimista exige creer en el futuro (que no
será perfecto) reconociendo que el pasado es
lo mejor que tenemos para anticiparlo. Mantener el espíritu crítico y cuestionador,
apostar por mejoras incrementales y saber demorar la recompensa porque
los procesos son muy largos. Ser optimista se resume en buscar desafíos y
aprender lo necesario para afrontarlos. Sin desafíos, sin sueños, todo
pierde sentido. El principal desafío es como hacernos la vida más
agradable. El optimismo te mantiene joven.
Propongo ser optimista, pero con motivos. No
porque hay menos problemas sino porque hay más conocimiento. Si no eres
optimista, no vas a hacer los esfuerzos necesarios para aprender lo que
hace falta para resolverlos. Lo que te ayuda a ser optimista es el
conocimiento Si el mundo será tecnológico, entonces será un mundo de
conocimiento porque la tecnología
es conocimiento ¿Tenemos el
conocimiento para los desafíos que vamos a enfrentar? Creo que tenemos
mucho del que necesitamos ¿Contar con millones de datos del pasado nos
permitirá predecir el futuro, como promete la
inteligencia artificial? Nos ayudará
a tomar mejores decisiones, pero seguiremos dependiendo de nuestro
conocimiento humano. Por eso tenemos todos los argumentos para ser más
optimistas que nunca. El pesimismo no nos puede durar más de 5 minutos.
La confianza es una demostración de optimismo. Siempre encontraremos
razones para ser pesimistas u optimistas, la buena noticia es que puedes
decidir usar el optimismo como energía para crear el futuro. Y si nos va
a ir mal, al menos que sea intentándolo. Lo único que no podemos
permitirnos es ser pasivos.
El 18 y 19 de enero
estaremos en Murcia participando en la Jornada sobre “Relevo generacional: retos y oportunidades” que organiza la Dirección General de Función Pública de la Región de Murcia.
El 10 y el 24 de
enero, en Cadabra la magia de
aprender, dentro de Abra Laboratorio de Aprendizaje celebraremos la segunda parte de las sesiones
sobre “Desaprender” con Jose Luis Alonso de la U de Mondragón y “Cómo aprende la industria Nuclear” con
Francisco Ruiz de Tecnatom.
El 27 de enero, dentro del espacio “El vaso medio
lleno” de ABRA, realizaremos
la sesión “Con lugar a dudas” junto con Lorena Retamal.
El 16 de febrero en San
Sebastián impartiremos la conferencia inaugural del Rethink Industry 2023 “Hacia un mundo de organizaciones inteligentes” organizado por la Diputación Foral de
Gipuzkoa.
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